Читать книгу Plegaria en el asedio - Damir Ovčina - Страница 12

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En el kiosco de Kovačići compro el periódico. Pone que el pueblo serbio no debe perder su Estado común. Lo doblo. Subo a saltos por las escaleras en penumbra. Las barandillas frías. Acierto con la llave a la segunda. Frío en el piso. El traqueteo del trolebús adormece. Me tumbo en el acumulador y casi me duermo. La habitación se ha calentado un poco. El locutor de la radio está de buen humor. Marco los números. Ella contesta con voz sonora.

¿Cuándo vienes?

Dentro de una hora.

¡Entra sin más!

En agua templada remojo un trapo y limpio el polvo de los muebles deslucidos. Enciendo el aspirador con el tubo pegado con cinta adhesiva mientras estoy atento al tiempo. Reviso las modestas reservas de alimentos y saco uno de los pocos libros. Paso el trapo por la mesa y vuelvo a encender la radio. Parpadeo en la penumbra. Fuera, multitud de ruidos. Las manecillas avanzan hacia la posición deseada. La puerta se abre. Detrás de ella, oscuridad en las escaleras. Su colonia en el pequeño pasillo. En la radio una banda rebelde neoyorquina. Ella tira el abrigo al suelo.

Menos mal que he pasado el aspirador.

La luz de la lámpara de techo. Un trolebús por la Zagrebačka. Cierre del programa en la emisora 202.

Progresamos.

Unos cien intentos más y será aceptable.

Pronto saldrá bien.

Ella se abrocha el abrigo. Reviso la bombona de gas y los grifos. Vuelvo a la calefacción para no dejarla encendida. La llave se atasca un poco. La radio a todo volumen detrás de una puerta. El invierno en el viento que sopla desde el monte Trebević. Brilla el amarillo de las ventanas en los edificios grises y marrones. Yo opino sobre esto y aquello sin ahorrar palabras y luego ella dice algunas cosas menos radicales. A lo largo del río sopla el viento.

Se despide con la mano detrás del cristal de la puerta del ascensor.

Plegaria en el asedio

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