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2. LA GLOBALIZACIÓN COMO NUEVO REFERENTE EN LA DIALÉCTICA DESARROLLO/SUBDESARROLLO

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Cronológicamente, el proceso de globalización, aunque tiene raíces antiguas, se ha manifestado con mayor fuerza a nivel mundial desde mediados de los años noventa3.

Diferentes estudios económicos y sociales, publicados a nivel mundial, han dado lugar a las definiciones más amplias sobre el término globalización, sus dimensiones y sus puntos a favor y en contra4. Algunos analistas incluso la han acompañado directamente del término “neoliberal”5.

Además, desde la perspectiva histórica la globalización comprende diferentes dinámicas. Por un lado, una integración creciente de los mercados de bienes y servicios; por otro lado, un mayor grado de liberalización de la economía, es decir, un elevado nivel de apertura de las mismas que tendrá importantes consecuencias y efectos en el factor trabajo a nivel mundial6.

En consecuencia, el término globalización adquiere distintas interpretaciones, en concreto, el Banco Mundial señala que la globalización o “mundialización” de la economía se refiere a la creciente interdependencia de los países que surge de la integración cada vez mayor del comercio, las finanzas, los pueblos y las ideas en un mercado global7.

En una posición más crítica, se plantea que la globalización constituye un nuevo sistema ajeno a las personas, en el sentido de que el sistema no provee del sustento, sino que las personas se han convertido en sustento del mismo8.

Otros términos relacionados con la globalización en los años setenta, hacen referencia a la palabra “desregulación”, entendida como la tendencia a acabar con las normas y medidas que ordenaban las relaciones económicas dentro y entre los Estados. También se plantea la “mundialización” entendida como la creciente interdependencia de las economías nacionales, grandes intercambios. Luego, en los años noventa, ya se habla del término “globalización”, entendido como la constitución de un mercado global único9.

De hecho, en el impulso de este proceso global han tenido un papel importante las instituciones internacionales nacidas en el período de la posguerra, tales como: El Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), La Organización Mundial del Comercio (OMC), La Organización para el Desarrollo Económico (OCDE)10. Este papel ha sido principalmente el impulso y la promoción del paradigma liberal y competitivo del sistema capitalista; en contra de un sistema más orientado a potenciar los derechos de los trabajadores en el orden económico actual del siglo XXI.

A partir de aquí, dos factores han influido en el actual proceso de globalización: Por un lado, el avance técnico que ha permitido la reducción de los costes de transporte y comunicaciones, permitiendo que las empresas emprendan procesos de deslocalización productiva a nivel internacional. Y por otro, la liberalización, que durante la década de los ochenta se ha ido imponiendo mediante políticas desreguladoras sobre el comercio internacional y los mercados de trabajo y capital. En este camino, los derechos de los trabajadores quedan relegados a un segundo plano. Es más, algunos autores señalan que el factor liberalización viene a ser el resultado de un consenso mundial sobre la necesidad exclusiva de incrementar la competencia de los mercados, la competitividad de los agentes económicos y la capacidad productiva de las economías11.

También, dentro de los diferentes debates que se han establecido en torno al fenómeno de la globalización, existen al menos dos corrientes totalmente opuestas: Por un lado, para la corriente ortodoxa, la globalización representa una gran oportunidad para que las economías puedan lograr una mayor prosperidad y desarrollo, incluidos los países en desarrollo. Por otro lado, para la corriente heterodoxa, el funcionamiento actual de la economía internacional solo beneficia a unos pocos, expandiéndose la pobreza y la desigualdad, también la laboral, por todo el mundo, tanto entre países como dentro de un mismo territorio12.

Por lo que respecta a la evolución de las cifras del Producto Mundial (PM) y del Producto Interno Bruto Mundial (PIB), variables macroeconómicas puras, según las publicaciones del FMI13, la evolución de las perspectivas del crecimiento mundial en 2015 reflejó una combinación de factores a corto plazo y fuerzas a más largo plazo, donde primaban las estructuras empresariales y los sistemas productivos. La cuestión laboral queda relegada a un segundo plano.

Por otro lado, según el Fondo Monetario Internacional, los EE.UU. y la UE tienen en 2015 cerca de 36 billones de dólares nominales (casi un 50% de los 73 billones del PIB mundial). Sin embargo, los denominados países BRICS tienen más del 40% de la población mundial y representan alrededor de 17 billones (la mayor parte de China: 11,4 billones nominales) de un 23% del PIB mundial y desde comienzos del siglo XXI están generando las dos terceras partes del crecimiento del PIB mundial. Es decir, aparte de las propias crisis autoinducidas en Brasil y Rusia, el crecimiento se ha concentrado en niveles muy altos en esos países, que si se han beneficiado del proceso de globalización a nivel empresarial. De esta forma, podemos concluir que la globalización y sus beneficios se concentran en los determinados países y estructuras empresariales de gran escala.

En cualquier caso, el proceso de globalización puede valorarse como positivo a nivel global. Ciertamente, ha jugado un papel importante en el crecimiento económico y en la reducción de la pobreza; sin embargo, a nivel territorial, los indicadores reflejan que la reducción de la pobreza ha tenido una evolución desigual14. En América Latina por ejemplo, el crecimiento en los últimos años ha estado marcado por un patrón de crecimiento inestable, acompañado por grados variables y persistentes de desigualdad15.

Además, las diferencias de renta han tendido a aumentar a largo plazo, produciéndose divergencias crecientes entre los países pobres y los países ricos, entre la clase capitalista y la clase trabajadora16. Por tanto, si el crecimiento económico estuviera relacionado positivamente con la distribución de la renta17 implicaría que una sociedad con un significativo nivel de crecimiento, generaría a partir de un nivel dado, una mejor distribución de renta. No obstante, países como China han obtenido un significativo nivel de crecimiento económico, lo han hecho a costa de incrementar los niveles de desigualdad social y laboral.

Esta teoría del crecimiento económico, sustentada en los años cincuenta ha sido contradicha por los acontecimientos de las últimas décadas. Algunos organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), relativizan la importancia del crecimiento económico en la lucha contra la pobreza. “…El crecimiento económico amplía la base material para la satisfacción de las necesidades humanas. Pero el grado en que se satisfacen esas necesidades depende de la distribución de los recursos entre la gente y del aprovechamiento y la distribución de las oportunidades, particularmente del empleo…”18.

Además, el crecimiento no da lugar necesariamente a una distribución mejor o peor de los ingresos. La experiencia de los países viene determinada por factores estructurales y por la posición en materia de políticas19.

Contrario al planteamiento sobre el crecimiento relacionado positivamente con la distribución de la renta, se han originado otras teorías que analizan los efectos de la desigualdad en el crecimiento. Una de ellas es la nueva teoría macroeconómica, dentro de la cual encontramos, la teoría del crecimiento endógeno. Los modelos de la teoría del crecimiento endógeno, han demostrado una fuerte conexión entre desigualdad de la renta y bajo crecimiento e inestabilidad política.

Por otro lado, también ha cobrado fuerza el Enfoque del Desarrollo Humano, que reconoce una fundamental interconexión entre desarrollo humano y crecimiento. La hipótesis básica de esta teoría plantea que una mayor igualdad social y económica, reduce la pobreza y trae consigo un nivel más alto de desarrollo humano, lo cual comporta una fuerza de trabajo más productiva y con mayor capacidad de innovación. Estas últimas corrientes de pensamiento conllevan a una interpretación territorial de los procesos productivos, para lo cual se hará una revisión puntual sobre la relación globalización-territorio.

Ambos términos se vinculan, no sólo porque el primero afecta a las naciones y países sino, porque la dinámica económica y el ajuste productivo dependen de las decisiones de inversión y de localización de los actores económicos y de los factores de atracción del trabajo de cada territorio: “…El proceso de globalización por lo tanto, es una cuestión que condiciona la dinámica económica de las ciudades y regiones y que a su vez, se ve afectada por el comportamiento de los actores locales…”20. En ese sentido, la globalización y la reestructuración productiva, afectan a los sistemas productivos de las regiones desarrolladas y las regiones menos desarrolladas, a los trabajadores, teniendo especial influencia en el desarrollo de los países, sus posibilidades humanas, sus recursos naturales y su vinculación a la economía global.

Desde un enfoque globalista, se convierte en una oportunidad que los países deberían aprovechar para desarrollarse, adaptando las estrategias nacionales y diseñándolas en función de las posibilidades que ofrece y los requisitos que exige esta incorporación al mundo global. No obstante, este mismo proceso que ofrece oportunidades para los países, para las grandes empresas conlleva ciertos riesgos para aquellos, que no están preparados para las crecientes demandas de competitividad que este proceso trae consigo, la clase trabajadora. Esto los llevaría, a ser excluidos de este proceso global de “oportunidades”. Los riesgos para estos países, que se integran en desventaja a este proceso mundial, también comportan cierta inestabilidad comercial y financiera, así como la acentuación de la heterogeneidad estructural entre empresas, sectores sociales y regiones. De hecho, según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), muchos de estos riesgos obedecen al carácter sesgado e incompleto de la agenda internacional que acompaña al proceso de globalización. Para la CEPAL, dichas carencias de la agenda internacional reflejan a su vez, la ausencia de una verdadera internacionalización de la política, que es la principal paradoja que caracteriza al proceso de globalización21.

Otro factor, que ha sido significativo en el proceso de globalización, consiste en el contraste entre problemas globales y procesos políticos exclusivamente nacionales, lo que ha producido un déficit de gobernabilidad global que afecta a los países.

Según la CEPAL, la economía ha estado vinculada con la evolución de la globalización desde fines del siglo XV22. La expansión del comercio internacional como consecuencia de las diferentes fases de la colonización que se desarrollan a partir del siglo XV, con la incorporación sucesiva de nuevos territorios coloniales en América Latina, África y Asia, se ha visto continuada en el siglo XX, a pesar de los procesos de emancipación del imperialismo. De esta manera, la confluencia de factores tecnológicos (especialmente en la mejora de los sistemas de transporte), políticos (ruptura de los frenos al desarrollo del comercio tras la caída del “muro de Berlín” y la apertura del gran mercado chino y Surasiático) y económico-institucionales (generalización de las políticas de desregulación y favorecimiento de los flujos de comercio y financieros a escala global), han determinado que en las últimas décadas se haya consolidado lo que puede denominarse como un “mercado-mundo”, con una nueva y radical distribución de la división internacional del trabajo, que ha dado en convenir denominarse como globalización. Por tanto, si bien se trata de un proceso de largo recorrido histórico y complejas causas, existe consenso en considerar que el gran aumento que se ha producido desde la década de 1990, marca una nueva etapa con unas características singulares por su enorme magnitud y consecuencias a escala global.

La CEPAL propone, una periodificación en tres etapas, que amplía la perspectiva e inicia su desarrollo con la consolidación de la industrialización en los países occidentales desde el último tercio del siglo XIX. En su libro “América Latina y el Caribe en la era global”, la CEPAL distingue tres fases importantes del proceso de globalización: a) Movilidad de capitales y mano de obra (1870–1913); b) Desarrollo de instituciones internacionales de cooperación técnica, financiera y comercial, junto con una expansión del comercio de manufacturas en los países desarrollados (1945–1973); c) La gradual generalización del libre comercio (último cuarto del siglo XX).

La CEPAL destaca además, el carácter multidimensional del proceso de globalización. En ese sentido, a la par de las dimensiones económicas de este proceso, evolucionan otros procesos que tienen su propia dinámica, tal es el caso de los problemas ambientales de carácter global23, la denominada “globalización de los valores”24, otro proceso en el marco de la globalización, que tiene una dinámica relativamente independiente de la globalización económica.

“…La globalización, también ha favorecido desigualdades y asimetrías del orden global, lo que ha dado origen, no solo a una creciente interdependencia, sino también, a marcadas desigualdades entre los países. Las asimetrías del orden global, constituyen la base de las profundas desigualdades internacionales de distribución del ingreso. La ampliación de las disparidades entre regiones y países ha sido uno de los rasgos distintivos de la economía mundial en los dos últimos siglos. La tendencia al aumento de las desigualdades entre el producto por habitante de los países más y menos desarrollados, que fue muy acelerada durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, se frenó en la segunda fase de la globalización, pero volvió a acelerarse en la tercera fase y sobre todo en los años 90. El reconocimiento del papel fundamental que desempeña la estructura internacional se vincula a la forma en que ésta condiciona las oportunidades que se les abren a los países y los riesgos a los que se enfrentan, así como a la eficacia de los esfuerzos nacionales orientados a maximizar los beneficios de su inserción externa. Por este motivo, así como a nivel nacional la acción redistributiva del Estado es esencial para garantizar la igualdad de oportunidades, en el plano mundial los esfuerzos nacionales sólo pueden fructificar plenamente si se complementan con reglas del juego equitativas y estables y una cooperación internacional destinada a corregir las asimetrías básicas del orden global…”25.

Las asimetrías identificadas son de tres tipos: La primera, la altísima concentración del progreso técnico en los países desarrollados, donde la difusión de este progreso técnico, desde los países de origen al resto del mundo, ha sido lenta e irregular, estando sujeta al pago de rentas de innovación cada vez más protegidas por la generalización de normas estrictas de protección de la propiedad intelectual26.

La segunda asimetría, está asociada a la mayor vulnerabilidad macroeconómica de los países en desarrollo ante los choques externos, que contrasta además, con los menores y muy limitados instrumentos de que disponen para hacerles frente27.

La tercera asimetría se deriva del contraste entre la elevada movilidad de los capitales y la restricción de los desplazamientos internacionales de la mano de obra, especialmente de la menos calificada. Esta asimetría es distintiva de la tercera fase de globalización28. Este es nuestro enfoque.

En las últimas décadas se constata que una gran proporción de la población del mundo vive en países en donde el ingreso real por persona es tan solo una pequeña fracción del de los países desarrollados. Dentro de esta porción de países pobres, siempre se han encontrado la mayor parte de los países de América Latina29. Sin embargo, muchos de los países de América Latina han experimentado en las últimas décadas un alto grado de desarrollo económico. No obstante, éste ha sido desigual e inestable en el transcurso del tiempo. Se ha producido un desarrollo desigual que ha marginalizado a gran parte del territorio Latinoamericano.

El desempeño de las economías latinoamericanas en los años noventa, presentó algunos problemas. Una de las razones de esta situación en la región se fundamenta en la aplicación de las reformas estructurales inspiradas en el Consenso de Washington30, sobre todo las que se refieren a liberalización, apertura, desregulación y privatización31.

En las últimas décadas, las desigualdades entre países desarrollados y subdesarrollados, han ido en aumento. Entre los países ricos, la tendencia ha sido hacia una mayor igualdad en las oportunidades individuales, por el contrario, en los países pobres esta tendencia ha sido a la inversa32. La existencia de países desarrollados y subdesarrollados encuentra su lógica en el modo de producción capitalista. El proceso de globalización puede traer aumentos del PIB y de la riqueza nominal, sin embargo, lo hace de forma muy polarizada creando desequilibrios sociales y territoriales muy importantes.

En ese mismo orden33, el desarrollo periférico es parte integrante del sistema mundial del capitalismo, pero se desenvuelve en condiciones muy diferentes a las de los centros, de donde surge la especificidad del capitalismo periférico34.

Por otro lado, el proceso de globalización se va configurando a partir de la interacción de ideas, valores, y acciones de diferentes actores35. El denominado “diamante del capitalismo global”, está compuesto por cuatro instituciones: Las entidades supranacionales, el mercado, el gobierno y las asociaciones intermedias. La conjunción de estas instituciones dará lugar a la constitución de un sistema global que influye directamente tanto en las economías regionales, como en las domésticas.

En concreto, tal como hemos planteado en este apartado, la globalización comprende diferentes dinámicas, por un lado, una integración creciente de los mercados de bienes y servicios, y, por otro lado, un mayor grado de liberalización de la economía.

El papel de las Instituciones Internacionales Financieras (IFIs), ha tenido un papel fundamental en el impulso de este proceso de globalización, el cual representa para algunos países una gran oportunidad de desarrollo, pero para otros, profundiza su situación de pobreza y desigualdad.

Aunque el proceso de globalización a nivel global, puede valorarse como positivo a partir de sus ventajas para el crecimiento y el desarrollo de los países; esta valoración es contradicha por la realidad, sobre todo para aquellos países menos preparados para estos cambios globales y desde el punto de vista de los trabajadores. De hecho, el crecimiento en los últimos años ha estado marcado por un patrón de crecimiento inestable, acompañado por grados variables y persistentes de desigualdad en las relaciones laborales. Las diferencias de renta han tendido a aumentar a largo plazo, produciéndose divergencias crecientes entre las rentas de los capitalistas y las rentas de los asalariados.

Las relaciones colectivas de trabajo en el nivel europeo e internacional. Organización, acción sindical y negociación colectiva

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