Читать книгу La transición española - Eduardo Valencia Hernán - Страница 43

Оглавление

1.10. Una nueva visión de la Asamblea de Cataluña

El objetivo principal de este trabajo no ha sido exclusivamente completar documentalmente todo lo sabido hasta la fecha sobre la Asamblea. También lo fue el demostrar una nueva visión de esta plataforma de la que hasta ahora conocíamos interpretada por nuevos actores presentes en los mismos escenarios y que han aportado nuevas evidencias que han dado lugar a unas conclusiones que permiten afirmar una duda razonable sobre lo escrito hasta la fecha.

Simultáneamente y, a partir de estos nuevos testimonios conseguidos, decidí desmarcarme en lo posible de la transversalidad histórica que recibía subliminalmente en los libros o escritos que se han publicado sobre la Asamblea y presentar este trabajo como una narración de hechos basados exclusivamente en lo que realmente sabía el ciudadano corriente, teniendo en cuenta las limitaciones derivadas de una censura oficial que intentaba limar las asperezas de aquella sociedad que empezaba a estar harta de vivir tutelada por un sistema involucionista. No obstante, y en concordancia con algunos historiadores expertos en la Asamblea, creo acertado afirmar que la influencia que aportó esta sobre la política catalana y por extensión sobre la española, fue trascendental en las últimas cuatro décadas ya que esta organización unitaria fue sin duda la proyección social de los partidos demócratas de signo antifranquista en Cataluña.

En la actualidad, todavía podemos encontrar algunos de los protagonistas de entonces que siguen en la política activa, ejerciendo su influencia mediática tal como lo hicieron antes. Recordemos entre otros a Jordi Pujol, Josep Lluís Carod Rovira, Raimon Obiols, Pascual Maragall, Isidre Molas, Francesc Frutos, etc. Otros, sin embargo, por su avanzada edad disfrutan en la actualidad de una merecida jubilación o han desaparecido durante el desarrollo de este proyecto. En efecto, algunos de ellos como Antonio Gutiérrez, Josep Benet y Gregorio López Raimundo forman ya parte de la historia. Por otro lado, todavía es posible localizar algunos que siguen la política a distancia o en el ostracismo, siendo la viva imagen de lo injusta y desagradecida que es la sociedad y la clase política con quienes lucharon con denuedo en la búsqueda de unos derechos democráticos que ahora disfrutamos.

Sin duda, estoy convencido que la mayoría de los protagonistas de esta historia, los luchadores por la libertad tenían un fin común enmarcado en la lucha antifranquista. El mismo Colomer lo afirmaba cuando constataba que sin democracia en España no podría haber autonomía ni libertad para Cataluña, de la misma manera que no habría auténtica democracia en España hasta que Cataluña y las otras nacionalidades del Estado no pudieran ejercer sus libertades nacionales482. Sin embargo, todavía está por descifrar cuales eran los proyectos de cada grupo político, asociativo o individual dentro de la Asamblea. Si se cumplieron sus objetivos ideológicos o tuvieron que aceptar las tesis predominantes dentro de esta ligada a una simbología nacionalista ejercida desde la dirección y proyectada a través de algunos partidos y organizaciones participes con una transversalidad muy determinada. Y todo por el riesgo de ser excluidos de los poderes de decisión. A día de hoy sabemos que, en Cataluña, a diferencia del resto de España, los partidos que perdieron la guerra no sufrieron tan intensamente los enfrentamientos que se manifestaron, recién acabada esta, entre las fuerzas políticas opositoras de ámbito nacional. Sin embargo, aunque esta situación no favoreció la actividad de lucha frente al régimen franquista, sí que permitió el inicio de un proceso unitario facilitado en gran medida por la fuerte influencia transmitida por la transversalidad catalanista de las propias organizaciones. Así pues, por lo que sabemos nunca se dio por concluida la presión antifranquista iniciada desde el mismo momento de la derrota republicana a pesar de que se tenía en frente a una brutal dictadura que actuaba represivamente conforme a una nueva legalidad impuesta por los vencedores, véanse los conceptos de «rebelión militar» o la Ley de Responsabilidades Políticas, resultando de esta coyuntura la facilidad legal que tuvo el régimen para ejecutar mediante juicios sumarísimos a numerosos activistas, soldados republicanos, sindicalistas, políticos, etc., desafectos al nuevo orden o a imponerles largas condenas con el fin de depurar cualquier vestigio de resistencia. Y, a esto tendríamos que añadir las dos herramientas básicas usadas desde el poder autoritario: el miedo y la censura ejercida sobre la población.

El político y escritor catalán Joan Ferran describe con la perspectiva de un niño la realidad social de aquella Barcelona de los años cincuenta donde cualquier cosa futura, tenía que ser a la fuerza, mejor.

«Y miedo. Miedo al comisario. No lo conocía ni lo había visto jamás, pero todos hablaban de aquel policía expeditivo y brutal: “el Gravao”. Temido por delincuentes y gente de bien, arbitrario y provocador, mantenía a raya el orden público. Él era la ley (…).»483

Fue a partir de los años sesenta cuando en España las organizaciones de oposición al régimen comenzaron a resurgir apoyándose en la creciente conflictividad social, laboral y estudiantil que encontró en el antifranquismo un nexo de unión y de lucha aceptado por la mayoría opositora. Incluso la propia Iglesia, hasta aquellos momentos aliada del régimen, comenzaba a decantarse hacia un progresismo más abierto a la modernidad y a las corrientes políticas de la izquierda, proliferando los llamados «curas obreros» identificados en buena parte por las doctrinas emanadas del Concilio Vaticano II y por la nueva actitud mucho más crítica del pontífice Pablo VI con el régimen. Ese pensamiento cristiano más progresista cuajó envuelto en una aureola catalanista siendo el Vaticano el primer sorprendido, quizás porque la actitud de la alta jerarquía respecto al Principado se había basado desde el final de la Guerra Civil en el desconocimiento y la desinformación. De hecho, hasta la muerte del cardenal Vidal i Barraquer, Cataluña fue un problema sin solucionar.

Años después, la campaña de protestas encabezadas bajo el lema «¡Volem Bisbes Catalans!» en 1966 y la subida al púlpito vaticano de Pablo VI, hizo cambiar la actitud de la Iglesia respecto a Cataluña pues, recordando las palabras del cardenal Tarancón, el Santo Padre había intervenido en numerosas ocasiones en asuntos delicados contrarios a los del régimen. Véase como ejemplo la petición de suspender la pena capital para el anarquista Jordi Conill en 1962 pidiendo clemencia al propio Caudillo, o el protagonizado en 1965 por el abad de Montserrat, Aureli M. Escarré, que llegó incluso a exiliarse al extranjero en protesta contra la represión franquista, estando su sucesor Cassiá Mª Just en la misma línea reformista que el anterior.

En Cataluña, a mediados de los años sesenta la burguesía y la clase media se balanceaban entre el catalanismo y el nacional-catolicismo imperante, mientras que la clase obrera y los intelectuales pasaban casi desapercibidos en su actividad reivindicativa contra el régimen ya que sus acciones de lucha eran de escasa importancia además de ser amortiguadas sistemáticamente por un férreo control gubernativo que impedía cualquier éxito mediático, pues era notorio que la prensa española y los medios de comunicación que funcionaban legalmente hasta 1966 no eran otra cosa que el aparato de propaganda del régimen y sus beneficiarios, demostrando un desprecio total hacia el lector y sus derechos y con el agravante de sufrir la cárcel e incluso la muerte a quien osara transgredir la censura marcada interesadamente desde el poder. En definitiva, a nadie sorprende ya que los derechos humanos y la libertad de expresión en España, efectivamente brillaban por su ausencia484. No obstante, cabe decir que, en aquel tiempo, aunque los anhelos independentistas no eran el objetivo de la oposición al franquismo, como tampoco lo eran las ideas federalistas485,sí que empezaba a tener arraigo, entre estos, un estado de opinión favorable a las tesis unitarias del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), sobre todo después de haberse celebrado el II Congreso de los comunistas catalanes en 1965 en el que se dieron pasos serios hacia la unidad de las fuerzas políticas antifranquistas, desplegándose una actividad persistente y organizada dirigida a lograr la unidad de toda la oposición española. Esta estrategia unitaria también fue asimilada por los integrantes del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), en el que uno de sus dirigentes, Joan Reventós, tenía especial protagonismo486. Así pues, desde el principio se acordó entre todos los miembros que participaban en ese proyecto unificador el crear los medios materiales y políticos para el comienzo de un diálogo basado en la convergencia y no sobre la confrontación de ideas y fines políticos con el objetivo de asumir, bajo una acción unitaria, la posibilidad de articular la oposición contra el régimen, llegando a la conclusión de convocar una asamblea representativa de toda entidad que se moviera en Cataluña con un sentido democrático y antifascista, aunque, en ese sentido cabe decir que las fuerzas políticas catalanas habían dado pasos importantes en la coordinación de su acción y ocupaban un lugar de vanguardia en la búsqueda del acuerdo general de la oposición española que los comunistas denominaban Pacto para la Libertad. Bastaba recordar que para apreciar esos progresos alcanzados tendríamos que remitirnos de nuevo a las resoluciones del Congreso del PSUC en donde se hacía un llamamiento a todos los partidos y grupos de oposición catalana para elaborar juntos un proyecto de programa de alternativa política a la dictadura. En dicho informe se afirmaba que, desde hacía años, el PSUC mantenía relaciones amistosas con el MSC, el Front Nacional de Catalunya (FNC) y otros grupos políticos y, como consecuencia de esos contactos, poco tiempo transcurrió hasta la creación en Barcelona de la Taula Rodona que funcionó como una Comisión Cívica abierta en la que se encontraban dirigentes y personalidades de la más diversa significación.

Sin duda, el punto de inflexión de esta actividad unitaria en Cataluña fue la constitución en 1969 de la CCFPC sobre la base de un programa que ofrecía una alternativa democrática a la dictadura y que era favorablemente aceptada por organizaciones tan diferentes a ella, efecto que condujo posteriormente a la creación de un proyecto superior de organización unitaria que llevaría por nombre la Asamblea de Cataluña.

Esta plataforma fue concebida como un posible marco de diálogo, de confluencia y coordinación de esfuerzos, no solo de los partidos sino también de los movimientos sociopolíticos de oposición y de todas las organizaciones, entidades y personas interesadas en el cambio democrático prefigurado en el programa de alternativa de la propia Comisión.

Por otra parte, la CCFPC buscó y mantuvo formas de relación bilateral y multilateral con partidos y grupos de la oposición que no estaban en ella, como la Federación Catalana del PSOE (FSC-PSOE), el Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN), los carlistas, los monárquicos, la Organización Comunista de España. Bandera Roja OCE (BR), el Partido Comunista de España (marxista-leninista) PCE (m-l), etc., a la vez que se esforzó por relacionarse y debatir con los partidos y grupos de la oposición democrática de las demás tierras de España. Con este fin, representantes de la CCFPC se desplazaron a Madrid, Valencia, Canarias, Baleares, Zaragoza, Galicia, País Vasco, Sevilla y otras partes de España para establecer relaciones con organismos unitarios o de coordinación de la oposición antifranquista, intentándose concluir en un pacto entre toda la oposición española para crear formas de coordinación a escala nacional.

La visión que se tenía desde la oposición no identitaria del significado y el impacto popular ejercido por la CCFPC sobre la clase trabajadora y estudiantil fue más bien negativa y de escasa atracción sobre estos, por lo que no fue nada sorprendente que posteriormente la Comisión abriese el abanico a todos los entes y personas que se pronunciaban contra la Dictadura y que deseaban luchar por su eliminación487.

También fue a partir de ese momento cuando comenzó a tener protagonismo una nueva plataforma unitaria surgida de la famosa «tancada de Montserrat», fruto de las protestas realizadas contra el Proceso de Burgos, a finales de 1970. Era la llamada Asamblea de Intelectuales, una organización que llegó a tener una influencia muy intensa en la Asamblea a lo largo de su existencia, incluso su aportación llegó a ser decisiva en la propuesta del texto de la I Sesión de la A. C. referida a los cuatro puntos programáticos donde los apartados dirigidos a: las libertades, el acceso del pueblo al poder político y económico y, lo referente a la polémica sobre la vía al derecho de autodeterminación, provenía de ellos.

Sorprendentemente, esta organización que estaba formada en gran parte por una amplia representación del elitismo cultural catalán y, pese a su carácter burgués, fue también solidaria con el movimiento obrero, ayudando económicamente en numerosas ocasiones a trabajadores que estaban en huelga o encarcelados.

Decididamente la Asamblea fue la culminación de ese proceso unitario deseado por la mayoría de los antifranquistas en Cataluña y, a la vez, una rica experiencia innovadora en la lucha contra el régimen. Desde su gestación se intentó agrupar a toda la oposición democrática catalana en un sólido marco de convergencia en el que era posible, sin abdicar sus participantes de ninguno de sus objetivos a largo plazo, encontrar unos fines políticos inmediatos y comunes que pasaban por conducir y catalizar las luchas contra el franquismo y, por consiguiente, posibilitar el tránsito hacia un sistema democrático. Por otro lado, también se quiso estar abierto a cualquier organización política, sindical, social, legal o clandestina afín a sus principios fundacionales con el fin de mantener y, eventualmente, desarrollar una actividad contra la dictadura franquista, reconociendo la opresión a la que se estaba sometido488.

En definitiva, está demostrado por los argumentos hasta ahora presentados la importancia que tuvo la Asamblea en el desarrollo político y social de Cataluña y de España. Una afirmación que está avalada por diferentes razones históricas que acreditan a este organismo como el germen de muchas de las iniciativas políticas que continuaron tras su desaparición, incluso el desarrollo del propio Estatuto de Cataluña surgieron de las propuestas y conclusiones que cristalizaron dentro de esta plataforma unitaria en un teórico espíritu de diálogo abierto y no excluyente que era en esencia la premisa para participar en este organismo aunque a lo largo de este trabajo veremos que la realidad fue otra.

Hasta la publicación de este trabajo de investigación, la única tesis doctoral sobre la Asamblea de Cataluña fue la realizada por Ricard Bernad.

En sus escritos Bernad afirmaba que el catalanismo popular antifranquista definía a la Asamblea y que el PSUC ejercía su hegemonía sobre ella, mientras que la presencia de otros partidos provenientes de una raíz socialista estatal, como el Moviment Socialista de Catalunya (MSC) junto con la Federación Catalana del PSOE (FSC-PSOE), era testimonial y de escasa incidencia.

A este respecto, cabe decir en primer lugar que no parece acertado considerar al MSC como un partido socialista de raíz estatal, sobre todo si consideramos las fuertes discrepancias existentes entre este y la Federación Socialista Catalana que representaba al PSOE en Cataluña. Este razonamiento se confirma de nuevo cuando el Moviment Socialista, ya transformado en Convergencia Socialista de Catalunya (CSC), intenta formar parte de la Conferencia Socialista Ibérica y es vetada su incorporación por el PSOE, o más claramente cuando se ponen de manifiesto dentro de la Asamblea las contradicciones entre ambos proyectos socialistas: por un lado la apuesta de CSC favorable al Estatuto de Cataluña y a la transversalidad identitaria inherente a la Asamblea desde su inicio; y por el otro, la FSC-PSOE, que era contraria a esta posición, pues mientras el primero lo consideraba esencial para la lucha democrática y socialista, el segundo simplemente lo contemplaba como desfasado.

En segundo lugar, tampoco es razonable aceptar que la influencia y el protagonismo de ambas organizaciones socialistas dentro de la Asamblea fuese algo más que testimonial ya que entraría en contradicción con la constante participación de sus representantes en ella aunque fuese evidente que muchas de las propuestas aportadas a la Asamblea, sobre todo por la Federación Socialista, eran sistemáticamente derrotadas y no tenidas en consideración en el órgano de dirección de la Comisión Permanente de la Asamblea de Cataluña (CPAC), pues existía lógicamente una disparidad de criterio entre los objetivos de los representantes del PSOE en Cataluña y la dirección del ente unitario. Sin embargo, lo que fue sorprendente fue que esa notoria discrepancia surgida dentro de la Asamblea entre los representantes socialistas desapareciese casi en su totalidad en ambas direcciones ejecutivas de los partidos, que no en sus bases de militancia, conforme se acercaban los primeros comicios democráticos después de casi cuarenta años.

Así pues, había llegado el momento en que el interés partidista prevaleciese sobre el ideológico acabando tanto el MSC como la FSC-PSOE y otras organizaciones socialistas por unirse, lo que algunos llamaron la unión del socialismo, en un único partido de carácter catalanista, el Partit Socialista de Catalunya (PSC), consiguiendo así uno de sus objetivos más importantes como representantes de la izquierda democrática en Cataluña que era desplazar al PSUC a un segundo plano en las primeras elecciones democráticas.

Estas dos organizaciones unidas bajo las siglas del PSC obtuvieron el 30% de los votos; consiguiendo así el objetivo principal de ser el referente mayoritario de la izquierda socialista catalana. Esta maniobra electoral diseñada por los dirigentes socialistas de federarse entre ellos no condujo a buena parte de sus votantes hacia el catalanismo, hecho que aún padecemos hoy en día, aunque sí los encuadró en un sistema de partido catalán489.

Los años han demostrado que de esta confrontación de ideas surgió un claro perdedor: los identificados con las tesis llamadas «españolistas»; no obstante, esta situación de incertidumbre que podría haber ocasionado incluso la ruptura dentro del partido fue relativamente breve. De nuevo, el entorno provocado por la lucha antifranquista y la afirmación de la identidad catalana conocida como el «problema nacional catalán», se entrelazaron sorprendentemente entre sí con un claro interés electoralista de tal forma que constituyeron ambas el marco natural de la lucha reivindicativa en Cataluña490.


482. COLOMER, Josep Mª, op. cit., p. 7.

483. FERRAN, Joan, op. cit., p. 27.

484. El País, 4-5-1976. «El país que queremos» Opinión, Juan Luís Cebrian.

485. PUJOL, op. cit., p. 140.

486. ARROYO, Francesc, «Antoni Gutiérrez Díaz: L’Assemblea en el record», L’Avenç, n.º 208, 1996, p. 8

487. ANC, «Informe del Comité Central», Fondo PSUC, n.º 230, 1973, pp. 16-17. Véase también Parras, entrevista.

488. MHC, «ASSEMBLEA», op. cit., Presentación.

489. Para ampliar información en PUJOL, Jordi, op. cit., pp. 311-312.

490. Véase, Assemblea, op. cit., pp. 60-61. Ibid., p. 164. También BATISTA, op. cit., p. 121. GUERRA, op. cit., pp. 301-303. Hoja del Lunes, 23-2-1976.

La  transición española

Подняться наверх