Читать книгу Desarmadero - Eugenia Almeida - Страница 10

5

Оглавление

El Laucha llega cuando ya se ha enfriado el mate.

–¿Y?

–Ya avisé. Nada de venta hasta que la cosa pase.

–Bien.

–A los Otero les dejé un poco de plata para que aguanten hasta que arranquemos de nuevo.

Se queda mirando por la ventana. El Nene acomoda unas chapas en el galpón que está al fondo.

–¿Algo más?

–Fui a ver a los Acosta también. Aunque estén fuera nunca está de más asegurarse.

–No, los Acosta no me preocupan.

–Ya sé. Pero como andan solos pensé que era mejor avisarles.

–¿Qué están haciendo?

–Casas vacías.

–¿Sigue con el berretín de las cerraduras el viejo?

–Sigue.

El Laucha saca de un bolso tabaco y papel de armar. Despeja un rincón de la mesa.

–Dale.

–Qué.

–Decimeló. Que estás ahí meta dar vuelta.

Hay una media sonrisa.

–Fui a hablar con el Buche.

–¿Y?

–No sé. Me puso nervioso. Me preguntó cuánto le pasabas a Lanbro para que te dé tamaña cobertura.

–Ese tiene un pico...

–Por eso le pagamos.

–¿Qué le dijiste?

–Nada. Qué sé yo.

–¿Sabés que es raro que Lanbro esté quieto? Está muy al filo. No se puede quedar en el mazo con cuatro muertos.

–Si llegó a jefe de policía boludo no es.

–Pero algo tiene que hacer.

Por la calle pasa un rastrojero con su ronquido viejo.

–Yo también me quedé pensando. ¿Cuánto le pagás?

Durruti se da vuelta y mira al Laucha como si no supiera que estaba ahí.

Hay un rato largo de silencio, cortado por el ruido de chapas que llega desde afuera.

Desarmadero

Подняться наверх