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El día termina con el Nene atravesando las góndolas del súper. Compras para una casa de dos. Él se ocupa de la comida. Porque le gusta, quizás. Salir como un cazador manso a recolectar lo que se ofrece. Levantar las frutas y sentir el perfume. Buscar algún corte que encaje justo en la asadera del horno, alguna botella para cuando la noche se hace larga y hay que tomar un trago.

Le gusta. Se imagina lo que dirán algunos. Que es la mujer de la casa. No importa. Como si hubiera insulto en eso. Los domingos se queda viendo televisión, un grupo de gente que compite para demostrar sus habilidades en la cocina. Le gustaría, eso. Una cocina más grande. Una mesada de aluminio, una de esas cosas que sirven para colgar las ollas y las sartenes.

En un pasillo, los frascos de especias. Hay unos que salen el doble, el triple que lo habitual. Merkén. Mañana va a probar qué puede preparar con eso.

En la fila para pagar se da cuenta de que el que está en la caja es el sobrino del Laucha. Tanto preguntar y ahí lo tiene. No entiende qué quiere saber su hermano. Lo que hay que saber, lo saben todos: en la canchita, cada noche, se reparte merca. Es chiquitaje y no vale la pena meterse. Pero su hermano preguntó y eso es suficiente.

–Frasquito.

–Qué hacés.

–¿Hace mucho que laburás acá?

–No.

El lector de códigos suena a medida que las compras se amontonan.

–¿Y te gusta?

–¿Me estás jodiendo? ¿No oís la mierda esta?

Frasquito levanta el lector y lo sostiene frente a los ojos.

–¿Y por qué te quedas?

–Hay que trabajar.

El Nene sonríe pero el otro no lo ve.

–¿Seguís yendo a la canchita?

–¿Por?

–Por nada. Por preguntar, nomás.

–Habías salido preguntón.

El de la caja sabe que debería contenerse, que no hay que provocar. Pero lo mismo de siempre, ese carácter de mierda que lo vive poniendo en riesgo:

–¿Y vos? ¿Se te piró la sirvienta que andás haciendo cosas de mina?

El Nene mete la mano en el bolsillo del jean para sacar la billetera. Dejarlo pasar. A este y sus boludeces. No engancharse.

–¿Cuánto es?

Paga, recibe el vuelto y saluda. Cuando está agarrando las bolsas, Frasquito levanta el lector de códigos y lo apunta como si fuera una pistola. Hace un ruido con la boca, algo que quiere imitar un disparo, un chasquido en voz baja. El Nene hace la mueca de una sonrisa y, sin querer, un movimiento con los hombros. Algo que parece decir no importa pero que también puede verse como el impacto de una bala imaginaria.

Desarmadero

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