Читать книгу Desarmadero - Eugenia Almeida - Страница 8
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Оглавление–Sos un boludo a cuerda. ¿A vos te parece que tenga que perder la mañana para venir a hablar con vos? ¿Qué te dije ayer? ¿Y estás con la mierda esta?
La mano tira los paquetitos al piso.
–¿Y qué querés que haga?
–¿No te dije que buscaras trabajo en el súper?
–No me jodas. En el súper.
–¿No te das cuenta que si te agarran con esto me joden a mí?
–¡Qué tiene que ver!
–Que te agarran a vos, miran la familia y ahí se ponen a mirarme a mí.
–¿Y?
–¡Como Y!
–Trabajás con Durruti.
– Justamente.
–Y bueno. Te arregla todo con la policía.
–No es así.
–Si a él parece que le importa más la cana que los del barrio.
El sopapo llega de golpe, en plena cara, le dobla el cuello.
–Nunca digás eso de nuevo.
El chico se agarra la boca, baja la cabeza. La voz viene mordida.
–Es verdad. La cana mató a los Funes y él no hizo nada.
El Laucha arrastra la silla hasta quedar pegado a su sobrino.
–Los Funes fueron flor de pelotudos en ir a robar un auto y dejar dos muertos.
–La cana también dejó dos muertos. Y Durruti no hizo nada.
–Parece que tuvieras ocho años. Si no acordás con la cana no se puede trabajar.
–Los dejaron tirados, como si fueran basura. A que se pudran.
El Laucha sabe que eso va a enojar a Durruti. Un cálculo rápido de riesgo y beneficio: hacer algo que, si sale mal, le va a costar un castigo. Pero si sale bien es un triunfo.
–No fue la cana.
El chico levanta la cabeza.
–Fue Noriega.
–¿Por qué?
–Porque es un pelotudo. Porque quiso poner orden.
–¿Por su cuenta?
–Sí. Ahora Durruti tiene cuatro muertos que acomodar. ¿Entendés?
–¿Y por qué me dijiste que los había matado la cana? Yo les dije eso a los chicos.
–Por eso. Porque sabía que lo ibas a ir a contar enseguida.
–Pero Durruti queda como un cagón.
Otro golpe en la cara.
–Por lo pelotudo se ve que saliste a tu viejo. No vuelvas a decir eso. Te vas a ir al súper ahora mismo. Vas a hablar con Cipriano y le vas a decir que querés empezar hoy. La mierda esa no la tocás más. Ni para vender ni para tomar. Y a la canchita no volvés. ¿Me entendiste?
El chico mira el suelo.
–Tu mamá no está para quilombos.