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ОглавлениеEn el noticiero informan sobre un megaoperativo antidrogas. El presentador destaca el hecho de que –si bien el procedimiento fue llevado a cabo por fuerzas federales– el origen de la investigación se dio gracias a un arduo trabajo de inteligencia de la Central de Policía de la provincia. De esta manera –dice la voz monocorde– el comisario general Lanbro vuelve a demostrar algunas de las razones por las que obtuvo su cargo: la buena conducción de los equipos y la clara convicción de la necesidad de trabajar en colaboración con otras fuerzas de seguridad.
–¿A este no le estarán pagando demasiado? –dice el Nene riéndose.
–Lanbro debe estar llorando por toda la merca que tuvo que sacar del depósito para armar ese circo.
Oscurece. El más chico trajina en la cocina mientras Durruti se deja estar frente a la pantalla. Ya ni saben cuándo ese ritmo empezó a volverse rutina. Hace años. El más grande, padre y madre de uno que quedó roto. Atento a ese que se volvió adolescente y después hombre. Por fin la tranquilidad de verlo crecido y entero. El más chico, extrañamente alegre cuando debería ser taciturno.
–¿En qué andás con el chico ese?
–¿Pichón?
–Ese.
–Le voy a buscar trabajo.
–No me lo metás acá.
–No, pensaba hablar con Sosa, no te preocupés.
–Ahora nada raro, ¿eh?
–Ya sé, ya sé. Igual, a lo de Sosa tengo que ir.
–Andá. Pero estate atento. No llamés la atención.
–Por eso. Si dejo de ir es peor.
Desde la cocina llegan los ruidos del agua cayendo en la olla, un fósforo, el fuego que tiembla en la hornalla, la puerta de la heladera que respira al cerrarse.
–Es bueno el pibe.
–Tené cuidado vos con ese coleccionar pibes buenos.
–Después me vas a agradecer.
–No sé. No me gusta que lo traigas acá.
–¿Y qué vamos a hacer? ¿Trabajar toda la vida con esos viejos chotos?
–Esos viejos chotos te dan de comer.
–Ya sabés qué quiero decir. Necesitamos gente confiable.
–Y la vas a elegir vos...
–Mis amigos nunca te jodieron. Nunca tuvimos problema por eso.
–Ese es el tema. No se trata de los amigos. Amigos buscate todos los que quieras. Salí a bailar, salí de farra, hacé lo que se te cante. Esto es trabajo.
–Si vos no tenés amigos yo no tengo la culpa.
Durruti se ríe.
Una brecha, una fisura.
–Sos un pendejo atrevido.
–De verdad, te digo. El pibe es bueno. Dejame que lo tenga un tiempo en lo de Sosa. Sin abrirle nada. Que trabaje ahí, nada más. Un año. Y vemos. Lo vas conociendo y vemos.
–¿De dónde lo sacaste?
–Se estaba muriendo de hambre.
–¿Y nosotros qué somos? ¿Teresa de Calcuta?
Tenedores, cuchillos, una botella, una mesa de madera sin mantel. El más chico pone la mesa. La tapa de la olla golpea replicando el hervor.
–Está bien. Llevalo. Decile a Sosa que lo ponga a hacer un poco de todo. Pero que no está habilitado a saber nada. Que le quede claro eso.
–Yo me ocupo.
–Es muy delicado esto, Nene. Vos te encariñás enseguida con la gente. Eso nos va a terminar metiendo en un quilombo.
El más chico se ríe.
–Claro, de todo lo que pasa acá, el quilombo lo voy a traer yo, por encariñarme con la gente.
La comida se sirve. El más grande deja el sillón para sentarse a la mesa.
–Lo chequeaste bien antes, ¿no?
–Sí. Sí. Sí.
–Tampoco seas tan susceptible.
–Vos andás cerca de gente como el Buche y me venís a pedir garantías.
–Al Buche lo necesito.
–También informa para el otro lado.
–Esas cosas son así.
–Y más riesgosas que llevar a Pichón a trabajar con Sosa.
–No, Nene. El Buche me trae data. No es mi amigo. Eso es lo que vos no ves. Si las cosas se dan vuelta hay que limpiar todo. ¿Cómo mierda hacés para limpiar a un amigo?
La conversación se interrumpe porque ninguno de los dos está dispuesto a asomarse a ese abismo.
Pero habrá vasos donde cae el vino y pan recorriendo los platos, la cajita de metal donde guardan el tabaco, un estallido de fuego y una columna de humo que va hasta el techo. Y ya parecerá olvidado ese comentario, ya se habrá diluido cuando el hermano mayor le diga al más chico:
–Por qué no lo mirás un poco al sobrino del Laucha. Fijate qué hace.
–¿Con la bandita?
–Sí. Miralo. Ese me da mala espina.
–Si me meto ahí se va a notar, ¿eh? Se va a saber.
–Qué.
–Que me mandás vos.
–A mirar te digo nomás.
–Nadie va a mirar ahí. O comprás o vendés. Dejalos, si nosotros estamos bien.
–Pasa que si siguen con eso, la cana tiene que intervenir.
–Están todos arreglados, no te preocupés.
–Son arreglos chicos. Se rompen apenas cambia el viento.
–Si querés veo. Pero me parece mejor ni acercarse.
–Ta. Lo pienso un poco más y te digo.