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1 Como señalamos en la Introducción, este libro se ocupa fundamentalmente de los sentidos otorgados a la experiencia bélica de Malvinas, es decir, a un aspecto particular de las relaciones entre el imaginario colectivo y las islas Malvinas conformado luego de la guerra. Rosana Guber ha analizado la construcción de las islas Malvinas como un espacio irredento para explicar su influencia en la identidad nacional de los argentinos. Al respecto véase: ¿Por qué Malvinas?: de la causa nacional a la guerra absurda, Buenos Aires, FCE, 2001. El libro ha logrado eludir un aspecto recurrente en los estudios sobre la guerra de 1982, como es el de reducir la acción militar exclusivamente a una mera necesidad política, y explicar qué es lo que llevó a los dictadores, en el marco de una crisis de esas características, a apelar a la recuperación de las islas australes.

2 En 1994, en un cuartel de la provincia patagónica de Neuquén, apareció el cadáver del soldado conscripto Omar Carrasco. Las investigaciones posteriores demostraron que había sido dejado agonizante allí luego de una golpiza sufrida a manos de un oficial y algunos de sus compañeros. Este incidente motivó que en junio de ese mismo año, por un decreto presidencial, el servicio militar dejara de ser obligatorio. Una excelente descripción literaria de las condiciones de vida de los ciudadanos durante la conscripción a finales de la década del sesenta es la novela de Guillermo Saccomano Bajo Bandera, Buenos Aires, Planeta, 1991.

3 George Mosse, Fallen Soldiers. Reshaping the Memory of the World Wars, Londres, Oxford University Press, 1990, p. 105.

4 Antoine Prost, “Monuments to the Dead”, en Pierre Nora (dir.), Realms of Memory. The Construction of the French Past, Nueva York, Columbia University Press, 1996-1997, Volumen II, “Traditions”, p. 329.

5 Ariel Armony, La Argentina, los Estados Unidos y la cruzada anticomunista en América Central, 1977-1984, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, pp. 34 y ss.

6 Entrevista a Juan Salinas, Asociación Civil Memoria Abierta. 6 y 11 de noviembre de 2002.

7 El libro de Gustavo Plis-Sterenberg Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina, Buenos Aires, Planeta, 2003, reconstruye minuciosamente la mayor de estas operaciones armadas.

8 En Monte Chingolo, por ejemplo, murieron cuatro conscriptos y fueron heridos quince. Durante los bombardeos a Plaza de Mayo, en junio de 1955, murieron diez conscriptos. En el ataque montonero al cuartel de Formosa murieron diez conscriptos.

9 Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra. Los padres de las Malvinas, Buenos Aires, Ramos Americana Editora, 1982, pp. 57-58.

10 El libro de José Luis D’Andrea Mohr, El Escuadrón perdido, Planeta, Buenos Aires, 1998, registra 128 casos de desapariciones de jóvenes producidas mientras realizaban su servicio militar. Por parte de la fuerza éstas eran tramitadas como “deserciones”.

11 Guillermo Obiols, La memoria del soldado. Campo de Mayo (1976-1977), Buenos Aires, Eudeba, 2003, pp. 98-100.

12 Ibíd., p. 50.

13 Entrevista a Marcelo Schapces, Asociación Civil Memoria Abierta. 18 de noviembre de 2002.

14 Ibáñez protagonizó, a mediados de los años noventa, una saga televisiva a partir de su “arrepentimiento y confesión”.

15 Guillermo Obiols, La memoria del soldado…, op. cit., pp. 124- 125.

16 Susana Falcón, 20 años. Memorias de la impunidad y el olvido. Argentina 1976/1996, Sevilla, Organización Nacional de Ciegos de España, 1996, pp.162-163.

17 Ibíd., pp. 109-111.

18 Entrevista a Marcelo Schapces, Asociación Civil Memoria Abierta. 18 de noviembre de 2002.

19 Guillermo Obiols, La memoria del soldado…, op. cit., pp. 82- 83.

20 En Graciela Speranza y Fernando Cittadini, Partes de guerra. Malvinas 1982, Buenos Aires, Edhasa, 2005, p. 23.

21 Ibíd., p. 22.

22 Este regimiento tuvo su asiento en la isla Gran Malvina. Prácticamente librado a sus propias fuerzas debido a la superioridad aérea y naval británica, padeció severas restricciones alimentarias.

23 Fondo Luis Moreno Ocampo. Archivo de la Asociación Civil Memoria Abierta.

24 La superposición simbólica llegó a instancias insospechadas. En septiembre de 1976, en pleno embate represivo sobre sus cuadros, los Montoneros difundieron la Carta de un oficial del Ejército Montonero al General Carlos Alberto Salas, Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano:

“Señor General: Mensajes como el suyo del 17 de agosto desentonan gratamente con el coro de consignas tan fáciles como falsas, con que a diario se intenta aturdir y embrutecer a nuestro pueblo, simplificando lo que es complejo y embarullando lo que es claro (...) Este sistema corrompido, los militares indecentes que secuestran, torturan, violan, mutilan y matan prisioneros inermes en defensa de los negocios del General López Aufranc, presidente de Acindar, ya no pueden sostenerse, por más baños de sangre con que pretendan ahogar el clamor de todo un pueblo. Porque además, contra este sistema fundado en la negación de todos los valores que San Martín consagró con su vida ejemplar, insurge hoy una fuerza organizada.

Si ellos son hijos de Canning, de Rivadavia, de Mitre, de Sarmiento, de Roca, de Justo o de Braden, nosotros lo somos de Rosas, de Dorrego, del Chacho, de Felipe Varela, de Scalabrini Ortiz, de Perón. Y hemos aprendido con Evita que sólo la fuerza del pueblo organizado podrá derrotar a la fuerza de la antipatria.

¿A cuál se parece el ejército que San Martín organizó en el Plumerillo para llevar a Chile la Guerra, ‘vestidos con bayeta o en pelotas como nuestros paisanos los indios’, con armas rudimentarias fabricadas por el cura Beltrán, llevando a lomo de mula hasta el forraje para los caballos a través de la cordillera?

¿Al ejército cipayo que se entrena en Washington y dispone de todos los medios económicos para llevar a cabo una sucia guerra de exterminio? ¿O a este Ejército Montonero que estamos construyendo, improvisando soldados con abogados como Belgrano y con trabajadores explotados como los que guerrearon desde San Lorenzo hasta Ayacucho, sin más plata que la que hemos sabido conseguir jugándonos la vida, sin otras armas que las que podemos recuperar de los cuarteles y comisarías o de las que fabricamos con tecnología argentina y capital argentino expropiado a monopolios extranjeros?

Creemos como Usted, general, que la unidad nacional es un bien precioso a cuyo logro no deben escatimarse esfuerzos ni sacrificios (...) Es seguro que existen, ente usted y nosotros, distintas apreciaciones, sobre éstos y otro asuntos. Pero es un deber de hidalguía militar reconocer en sus palabras del 17 de agosto una buena fe, una limpieza de propósitos dignos de encomio. Los hombres como Usted siempre tienen un lugar disponible a nuestro lado, en este nuevo Ejército que estamos creando de la nada, como lo tuvo que hacer San Martín, para construir una nueva Patria, grande, potente, generosa, como la que alentó en los sueños el Libertador” (citado en Roberto Baschetti, Documentos 1976-1977. Golpe militar y resistencia popular, La Plata, De La Campana, 2001, p. 226).

Esto no fue privativo de los grupos vinculados al peronismo: El Ejército Revolucionario del Pueblo adoptó para su bandera la misma disposición y colores que la bandera del Ejército de los Andes, sólo que la estrella roja de cinco puntas reemplazaba al escudo nacional. Algunos de los atacantes al cuartel de Monte Chingolo se agruparon en el Batallón Urbano “José de San Martín”.

25 Citado en Eduardo Anguita y Martín Caparrós, La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina 1966-1973, Buenos Aires, Norma, 1997, Tomo I, p. 94.

26 Citado en Rosana Guber, “1966: La otra Operación Cóndor”, en Todo es Historia, Nº 417, abril de 2002, p. 22. Mi subrayado.

27 Para la mayoría de sus críticos, ésta fue la clave de su derrota. Véase por ejemplo: Pilar Calveiro, Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70, Buenos Aires, Norma, 2005.

28 Todas las citas en Estrella Roja, N° 23, 15 de agosto de 1973, en Daniel De Santis (selección), A vencer o morir. PRT-ERP. Documentos, Buenos Aires, Eudeba, 1998.

29 Lilia Ana Bertoni, Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, FCE, 2001, pp. 216-217.

30 Adrián Bravo, ex combatiente, citado en Jorge Grecco y Gustavo González, Argentina: el Ejército que tenemos, Buenos Aires, Sudamericana, 1990, p. 153.

31 Clarín, 2 de abril de 1997.

32 En junio de 1976, Ana María González, una joven montonera, colocó una bomba bajo la cama del jefe de la Policía Federal y lo mató. El modo en que se había infiltrado –fingiendo amistad con una de las hijas del militar asesinado– dio pie para que la propaganda construyera una imagen de la juventud que se volcaba a la subversión en términos alarmantes (González tenía 19 años). Uno de los nudos de esta caracterización era señalar a los jóvenes como carentes de ideales y espíritu de sacrificio, “arruinados” por unos padres que les daban todo. En particular quien se especializó en esta versión fue el conocido periodista Bernardo Neustadt, que publicó un artículo llamado “¿Se preguntó cuántas Ana María González hay?”. Poco después, la prensa controlada por el régimen daba a publicidad versiones alarmantes acerca de la “penetración subversiva en el ámbito educativo”. Ana María González murió luego de un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad un año después.

33 Teófilo De María, Organización institucional y política Argentina vigente durante el Proceso de Reorganización Nacional. Auxiliar didáctico complementario de “Instrucción Cívica”, Buenos Aires, Ediciones Civismo, 1981, p. 4.

34 La tradición de los charter como práctica política en la historia argentina, desde el vuelo de retorno de Perón, a la propuesta de Bayer de cargar un avión con exiliados y aterrizar en Ezeiza para realizar una denuncia internacional, para llegar al vuelo de notables a Malvinas y el “tren de la anticumbre” de 2005, debería ser motivo de reflexión.

35 Gente N° 701, diciembre de 1976.

36 En Isaac Francisco Rojas, La Argentina en el Beagle y Atlántico Sur, Buenos Aires, Diagraf, 1978, pp. 124-125.

37 Eduardo Blaustein y Martín Zubieta, Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso, Buenos Aires, Colihue, 1998, p. 222.

38 Colegio Nacional de Buenos Aires, Discurso pronunciado por el Doctor Alfredo de Las Carreras al asumir el cargo de rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, p. 14.

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