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Malvinas y la vuelta de la política
ОглавлениеUn hecho muy importante que precedió al desembarco del 2 de abril fue la movilización de la CGT a la Plaza de Mayo, brutalmente reprimida, el día 30 de marzo de 1982. En numerosos análisis el desembarco es leído como una respuesta a esta prueba de fuerza. De este modo, no sólo se refuerza la lectura de la guerra como una mera salida política de la Junta, sino que se aporta a la construcción de una masa que no encontraba inconvenientes en apoyar a quienes los habían reprimido días antes:
De Malvinas yo me acuerdo lo que fue la marcha del 30 de marzo, que fue una gran represión (...) El 2 de abril me toca ir a hacer una vidriera ahí en Capital. Y cuando estamos ahí (...) por ahí empezamos a ver la gente que empezaba a ir a la plaza (...) Y yo le digo al que estaba laburando conmigo: “Éstos son todos locos, ayer nos corrieron a palos y ahora éstos vienen a festejar que éstos tomaron las Malvinas, esto es una locura, cómo es la gente”, le decía yo, porque no me cabía en la cabeza, porque hacía dos días que te habían corrido a palos y después salir a festejar con los milicos (...) No entendía (...) En realidad uno decía bueno, la alegría de decir bueno, las Malvinas son nuestras, estamos en Malvinas, pero después vimos lo que pasó (...) En realidad salieron a matar pibes, porque no hubo otro sentido (...) Se hizo el tema de la desaparición acá, y mandaron los pibes allá a Malvinas, con el fin de eliminar a toda una generación (...) Yo no apoyaba. Incluso la gente se iba allá a festejar, y yo decía esto es una locura. Pero lo relacionaba con esto de que las Malvinas son argentinas.14
Pero otros encontraron en la movilización espontánea del 2 de abril y las posteriores convocadas por el gobierno de facto, la señal de una posibilidad de recuperar las calles. Un militante peronista que por entonces era un estudiante de Historia, recuerda:
Yo había participado muy activamente, entre estos grupos sueltos, en la organización de la movilización del 30 de marzo. Habíamos estado muy cerca de Ubaldini en ese episodio, en la organización (...) Habíamos puesto grupos bastante nutridos, no tanto de miembros de agrupaciones, porque no las teníamos, más bien de amigos. Fuimos nosotros, nuestras novias (...) Fuimos reprimidos duramente (...)
Hasta la marcha gigante de Muñoz, yo estaba... ni siquiera en contra de la guerra: No me lo creía, no creía que esto estuviera ocurriendo (...) Los hitos son que no lo creía, que en algún momento cambió mi modo de mirar las cosas, juraría quizás que por lo masivo de la movilización aquella. Fuimos a esa marcha, y nos pasamos puteando todo el acto a Galtieri (...) Luego sí terminé, después del bombardeo del 1º de Mayo (...) Me anoté de voluntario (...)
Entrevistadora: ¿Cómo es eso?
Supongo que... que se activaron los antiguos fragmentos del nacionalismo popular revolucionario de izquierda, los aires latinoamericanistas... los montoneros exiliados diciendo que venían a combatir... los aviones de Perú ofrecidos a las FAA... Un combate antiimperialista clásico. Yo nunca había sido muy fervoroso partidario de la causa Malvinas, honestamente (...) Nunca fue para mí un tema que me llamara la atención (...) pero bueno, lo del bombardeo sí me parece más fuerte. 15
Un opositor a la dictadura se termina enrolando como voluntario, en un proceso que a la vez lo lleva a revisar su compromiso ideológico:
Visto desde Malvinas, el mapa tradicional que yo mismo traía, y traía heredado de Montoneros (...) El mapa con el que yo había ordenado mucho tiempo la interna del peronismo no se ajustaba a lo que yo estaba viendo. Había grupos habitualmente ubicados dentro del peronismo tradicional (...) que hacían un análisis muy juicioso y muy preciso de la guerra. Siendo que la izquierda, y lo que suponía la izquierda del movimiento (...) compraba lo de la guerra rápidamente.16
Comparemos sus experiencias con esta carta enviada desde Buenos Aires al exilio y reproducida en una de las revistas de la comunidad argentina:
Baires, 11 de abril de 1982
Queridos amigos:
No he querido dejar pasar muchos días para escribirles sobre los acontecimientos, porque creo importante transmitirles las primeras impresiones de los hechos.
Y volvimos a la plaza... ¿Qué siente un peronista cuando vuelve a esa plaza que tanto significa para nosotros, y allí no está Perón? ¿Qué siente cuando sabe que, además, allí se encontrará a un enemigo? Esto pasó el sábado a la mañana. Casi sin comunicarnos, pero con la intuición de que allí nos encontraríamos todos (yo con mi mujer y mis tres chicos, que ya tienen edad para iniciarse en estas cosas) (...) Llegamos cerca de las once, y ya había gente. No era como antes, no había consignas, lugares ni organización. Frente al Cabildo, me encuentro con unos compañeros, abrazos, alegría y la onda: vamos a estar por Rivadavia (...)
Empezaron los bombos, y nosotros latíamos con ellos. Más de uno dejó escapar una lágrima. Uno de mis pibes, después de recorrer toda la plaza, y mirando a los muchachos que nos rodeaban, dice riéndose: “Aquí está lo peor de la plaza”. El único sector popular neto estaba allí, muchachos sin camisa saltando y tocando el bombo, muchos jóvenes, predominando sobre los militantes de nuestra generación.
Siguieron los cantitos: “Aserrín, aserrán, que se vaya el Alemann”, y poco a poco se fueron envalentonando: “Y ya lo ve, y ya lo ve, vinimos el 30 y hoy también”, “Se siente, se siente, Perón está presente”, y muchas más. Luego vino el Himno, pasado por los parlantes, y enseguida largamos la marcha. ¿Te das cuenta? ¡La marcha peronista! Desde el palco hacían de todo para taparnos con música y consignas.17
En ambos casos, los sucesos generados por Malvinas y la guerra misma fueron leídos en un marco ideológico más amplio, el de la experiencia militante y el de la lucha antiimperialista. En coincidencia, para el escritor Osvaldo Bayer, exiliado en Alemania, la cuestión de las Malvinas se trataba de un “problema eterno pero siempre desactualizado, tema eterno de pequeños conciliábulos nacionalistas y de almirantes retirados”. Sin embargo, advertía acerca de cometer la equivocación de interpretar el apoyo popular a la recuperación desde el “típico error de los que creen en las decisiones de balcón”, ya que
Lo más importante fue callado por las crónicas extranjeras: que en la manifestación realizada con motivo de la llegada de Haig a Buenos Aires, el ministro de Reagan fue estruendosamente silbado por la multitud. Y que el propio dictador Galtieri fue abucheado y silbado al autodenominarse “presidente de la Nación” e “intérprete del pueblo argentino”.
Y criticaba con dureza a los políticos de la Multipartidaria, quienes “prefirieron el camino demagógico de apoyar el ‘operativo Malvinas’ en vez de decir toda la verdad al pueblo y denunciarlo como maniobra de la dictadura, reservando el derecho de solucionar el problema del Atlántico Sur a un gobierno democrático elegido por el pueblo. Una clara posición así habría determinado la caída del gobierno de los generales”.18
Esta lectura “política” de las movilizaciones era compartida por otros sectores del exilio, que señalaban el hecho de que ambos sucesos mostraban una militancia que tras los años más duros de la represión comenzaba a reorganizarse:
Los acontecimientos que se desatan en Argentina a partir de la manifestación sindical y arrolladora maniobra malvinera, indican el regreso de “la política”. El llamamiento del gobierno para que lleven su gente a la Plaza, constituye un virtual levantamiento del Estado de sitio, una aceleración de las negociaciones en pro de una salida política para el régimen (...) A pesar del desmantelamiento, de las formas de relación política entre los explotados, producido a sangre y fuego por el partido militar y apoyado por los partidos políticos y las corporaciones del sistema, una nueva generación de militantes se abre paso en el país.
Desde unos ocho o diez meses atrás esa militancia comienza a dar muestras de re-organización (...) Su militancia no es de “oposición”, es de resistencia y antagonismo global, es de clase.
Carente de recursos; huérfana de espacio en los diarios y de diarios propios; fuera de las mordidas al presupuesto estatal y de toda protección legal; dividida en numerosos sectores; vigilada por la omnipotente maquinaria represiva y por las bandas fascistas parapoliciales de existencia intacta; frenada por el terror aún impreso en mucha gente y la desconfianza.19
No obstante, algunos no estaban dispuestos a pagar el precio del acompañamiento a la dictadura para lograr esa reaparición de la política, esa
Mecánica espiritual que se hace presente masivamente entre nosotros con la aventura de las Malvinas y el culto posterior de sus héroes. Es la vieja fascinación que irradia el héroe del combate y su inmolación redentora, a la que la mayor parte de los grupos del exilio también rindió tributo. No les sirvió la persistente campaña antidictatorial que venían realizando, el conocer mucho mejor que los que estábamos aquí la envergadura de la represión, los datos pormenorizados del genocidio: apoyaron a los genocidas en la gesta nacional-redentorista.
No quisieron privarse, como el conjunto de la sociedad nacional, de recibir el óleo que nos purificaba a todos. Un óleo de pólvora y sangre. Unción expiatoria de irracionalidad, de mística nacional. Los montoneros, desde el exilio, ofrendaban su carne sacrificial: ofrecían sus presos políticos a la dictadura para ir a combatir a las Malvinas. La tortura, la vejación, se purgaban; el combate suturaría las heridas, aliviaría el pudor de la carne. Seguirían con el mismo devocionario.20
Carlos Brocato, el autor del párrafo precedente, desarrolló en consecuencia otras formas de oposición, de la que nos ocupamos más adelante.
En abril de 1982 escribimos y discutimos cuatro argentinos anónimos el único trabajo que en la Argentina se opuso frontalmente a la aventura criminal y a la complicidad con la dictadura. Confeccionamos fotocopias que se distribuyeron a mano; éstas, por el interés que promovió ese texto solitario y los mecanismos de identificación que despertó en argentinos críticos, comenzaron a reproducirse espontáneamente y a circular por espacios que nos eran desconocidos.21
Otros grupos y actores, por los mismos motivos que Brocato, también encontraron en Malvinas una posibilidad de instalar discusiones y volver a tejer algunos de los vínculos culturales y políticos deshechos por la represión:
El acontecimiento que precipitó el cambio no sólo para nosotros (...) fue, como se sabe, la guerra de las Malvinas. Me acuerdo que redactamos en Punto de Vista un texto colectivo de repudio a la aventura militar, que era a su vez una declaración de apoyo a las gestiones que hacía Adolfo Pérez Esquivel a favor de una solución pacífica que detuviera la guerra. A partir de estas iniciativas nos pusimos en contacto con otra gente; y esto para nosotros era muy importante porque una de las características nocivas de aquellos años era el tema de la extrema fragmentación y la incomunicación (...) La oposición a la guerra de las Malvinas nos puso en comunicación con otra gente que suscribió esta declaración que circulaba clandestinamente, de mano en mano. Me acuerdo algunos nombres: Jorge Goldenberg, Luis Príamo, Hilda Sabato, Leandro Gutiérrez, todos conectados por el antimalvinismo, es decir, por la denuncia de la guerra.22
Pero para otros, las cosas parecían estar mucho más claras. Nuevamente en la sección de prensa de una revista del exilio, leemos que “en la gente, en los primeros momentos había resistencias o dudas. Hoy, el grueso de la militancia peronista ha comprendido que es una causa nacional, y no del gobierno militar”.23 Con esta convicción es que muchos militantes respondieron al igual que muchos de sus compatriotas, de acuerdo al viejo esquema cívico militar: presentándose como voluntarios. Marcelo Schapces era uno de ellos, y estaba en México por ese entonces:
El 30 de marzo, cuando fue la movilización de la CGT, y me contaron (...) hablando por teléfono con amigos y con mi hermano no aguanto más, pensé en volver; dos días después, cuando fue Malvinas, empecé a buscar la manera de comprar pasaje, y el 10 volví, volví horas después de que Galtieri había dado su discurso en la plaza, con toda la gente aplaudiendo. Volví, y me fui a ofrecer de voluntario para Malvinas y no paré de militar hasta supongo que el 85... 86.24
Para Marcelo, Malvinas fue un hito en su militancia política. Tomando una categoría central en las discusiones sobre Malvinas después de junio de 1982 (malvinizar),25 explica en qué consistió su activismo durante la guerra, y se diferencia de otros gestos igualmente comprometidos pero ideológicamente (para él) cuestionables:
Todo nuestro trabajo era para malvinizar (...) Yo sabía que la guerra se iba a perder, pero (...) había que estar con los soldados, no con los pibes, con los soldados... A partir de que Inglaterra plantea el enfrentamiento, la posición mía no era declinar el enfrentamiento (...) De ese enfrentamiento había que salir volteando a la dictadura (...) Era pelear contra Inglaterra, desenmascarar a Estados Unidos, demostrar que la dictadura eran los primeros vendepatria (...) No había posiciones intermedias, las posiciones eran extremas. O extremas de un patrioterismo estúpido, y apolítico, “vamos a vender nuestros anillos”, o eran de un pacifismo estúpido, liberal, con el que yo no podía sentirme de acuerdo, o a gusto.26
Es que en el marco de agitación de los dos meses y días del conflicto, el paraguas de la reivindicación de la lucha en las islas era un excelente marco para construir redes: “el activismo de Malvinas terminaba permitiendo casi todo”.27
En el exilio se dieron situaciones paradojales. Los Montoneros no sólo publicaron una solicitada en la que proponían a la dictadura militar una tregua para combatir contra Inglaterra,28 sino que las comunidades del exilio mexicano y peruano presenciaron campañas de reclutamiento de militantes para regresar en un charter a la Argentina y ofrecerse como voluntarios para combatir en las islas.29
Los militantes políticos presos también se vieron conmovidos por el episodio. Ante la noticia del desembarco, Jorge Giles, preso político desde 1975, protagonizó un incidente que hubiera sido insólito hasta el día anterior: el jefe del penal se cuadró ante él:
Malvinas fue un sacudón y una discusión muy grande (...) Yo fui parte de los presos que decíamos que más allá de que nosotros éramos presos de la dictadura y combatíamos a la dictadura, éramos enemigos de la dictadura, éramos victimas de la dictadura, etc., pero teníamos ese sentimiento de Malvinas que nos venía de nuestros viejos, de nuestra formación política ideológica. Teníamos el orgullo del papel de Dardo Cabo, que fue aquel argentino que pisó Malvinas cuando secuestraron el avión en los años 60, que después mata la dictadura estando preso (...) Siempre vimos Malvinas como parte de lo que es nuestra lucha nacional (...) Teníamos que ver de qué manera no permanecíamos ajenos a la gesta de Malvinas.
La respuesta para no permanecer ajenos fue la redacción de una carta, que “mucha gente puede pensar que fue un gesto de soberbia de los presos”, dirigida al jefe del penal. En ella le dijeron que “si nosotros tenemos que donar sangre, tenemos que ir a pelear a Malvinas, si nosotros tenemos que ir a pelear contra los ingleses, nosotros lo vamos a hacer porque ésta es nuestra formación como militantes”, y le pidieron una entrevista, a la que Giles concurriría como representante.
Los presos obtuvieron la audiencia, y Giles, esposado y escoltado por un guardia, se encontró en la oficina del director, que “estaba escribiendo algo en su escritorio” y que le dio esta orden al guardia: “Sáquele las esposas y retírese”:
Cuando me quedo solo sale de atrás del escritorio y viene y se cuadra delante mío (...) como si se cuadrara frente a un par, y me pasa la mano:
–Me emocionó mucho la carta que mandaron, y quiero charlar con usted porque el gesto de ustedes es un gesto invalorable.
Sin embargo, pese al gesto de respeto “el tipo lo que me dice es que muchas gracias (...) pero que ellos no se olvidan que somos enemigos, entonces por lo tanto ni nos van a pedir sangre, ni nos van a pedir absolutamente nada”.30
También otros espacios sospechosos a ojos del gobierno dictatorial se vieron atravesados por las contradicciones. El desembarco en Malvinas y el desarrollo del conflicto tuvieron, paradójicamente, el efecto de dar una dimensión pública a uno de los fenómenos culturales juveniles más ricos de la Argentina. El rock, que hasta 1982 había sido una suerte de contraseña cultural entre un “selecto” grupo de jóvenes, se convirtió en la banda de sonido de una guerra. El debate por lo nacional ya no era simbólico, ahora había territorios, cuerpos, vidas humanas.31
El 16 de mayo de 1982 se realizó en el Club Obras Sanitarias el Festival de la Solidaridad Latinoamericana, con tres objetivos centrales: exigir la paz en Malvinas, recaudar víveres y ropas para los combatientes, y agradecer la solidaridad de los países latinoamericanos. No se cobró entrada sino que se optó por pedir ropa y alimentos no perecederos. Concurrieron alrededor de sesenta mil personas, la mayoría jóvenes. El concierto fue transmitido en directo por TV, algo inédito para el rock argentino que no sonaba en los medios masivos de comunicación. El espectáculo fue conducido por Juan Alberto Badía y Graciela Mancuso. Desde el escenario se dijo: “La música progresiva nacional, que es parte de un lenguaje universal de amor y comunicación, se hace presente en este momento histórico para ratificar la voluntad constructiva de un pueblo de paz”. Muchos de los principales referentes del rock nacional participaron de ese evento inédito: Charly García, Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Litto Nebbia, Nito Mestre, David Lebón, Rubén Rada, Raúl Porchetto, Pappo, Antonio Tarragó Ros, Miguel Cantilo, Tantor, Edelmiro Molinari, Ricardo Soulé, Javier Martínez, Dulces 16 y Beto Satragni, entre otros. Atendiendo a las tradicionales relaciones entre los jóvenes, sus músicos y el poder, se trataba de una situación inédita:
Ese mediodía, a las puertas de Obras se estacionaron camiones del Ejército, pero esta vez no para llevarse gente sino para cargar todo lo recaudado: 50 camiones de abrigos y alimentos. A las 3 de la tarde del 16 de mayo, cerca de 60 mil jóvenes asistieron al Festival de la Solidaridad Latinoamericana. El título aludía al apoyo que la mayoría de los países de América Latina le habían confiado a la Argentina en relación con el conflicto. Pero también hacía referencia a la mirada continental que el rock había empezado a tener. Por supuesto, la televisión y la radio transmitieron el festival. Con lo recaudado se juntaron 5.000 bolsos de donaciones que debían ir a Malvinas. Dos semanas después de que el submarino inglés Conqueror hundiera al General Belgrano con sus mil tripulantes, Somos tituló: El rock en el frente. Y Pelo le puso a su tapa: La hora del rock nacional.32
Continúa el relato:
Entre los que fueron al Festival de la Solidaridad Latinoamericana no hubo expresiones eufóricas ni mucho menos. Desde el césped de Obras pudo notarse la desazón de los músicos y la consternación de los oyentes, aunque algunos vitoreaban al país y a sus músicos favoritos. Era difícil poder pensar en otra cosa que no fuera en esos miles de chicos, de la misma edad del público reunido, que estaban en Malvinas con 15 grados bajo cero, mal calzados y mal alimentados en medio de una guerra que no habían elegido y representando a un gobierno que nadie había votado. Era imposible asociar el encuentro al sentido festivo que solían tener los recitales. Gieco cantó Sólo le pido a Dios y cuando terminó todo se fue corriendo a su casa, como si acabara de hacer algo en contra de su voluntad; no veía la hora de dejar todo eso atrás y empezar la segunda parte de su exploración del país. Spinetta tocó lo suyo, no sin antes aclarar que estaba ahí por la paz, no por la guerra. Lo mismo hizo Miguel Cantilo al entonar Gente del futuro. Edelmiro tocó rock and roll con Ricardo Soulé, pensando que al menos los que allí estaban recibirían un poco de aliento (...) Para el final, Charly García, David Lebón, Raúl Porchetto, León Gieco, Nito Mestre y Tarragó Ros hicieron Algo de paz.33
Sin embargo, en un contexto en el que era difícil expresar el desacuerdo como no fuera a través de esa sensación de ambigüedad, hubo otros grupos que no aceptaron participar del festival y, además, realizaron una lectura crítica de la guerra y su contexto. La familia Vitale estuvo organizada en torno al colectivo MIA (Músicos Independientes Argentinos) desde 1976 hasta 1982. Además de la escuela de formación musical que tenían, editaban discos y organizaban conciertos por toda la Argentina de forma autogestiva. En 1982 se habían convertido en el CECI (Centro de Cultura Independiente). Cuando Donvi y María Esther Soto –el matrimonio Vitale, gestor de los proyectos– se enteraron del desembarco argentino en las Malvinas se pusieron en contacto con un representante de la Cruz Roja con la idea de hacer un concierto en Ushuaia en contra de la guerra. Los Vitale se definían como “neutrales”. El proyecto no llegó a concretarse. Por otra parte, Virus y Los Violadores fueron dos de los grupos que decidieron no participar del Festival de la Solidaridad Latinoamericana.
En el caso de Virus, los hermanos Moura habían adquirido una fuerte conciencia política de una forma trágica. Su hermano Jorge, militante del ERP, había desaparecido. Fue secuestrado en la casa familiar que los Moura tenían en La Plata delante de sus padres y de su hermano Marcelo. Para los músicos de Virus era impensable sumarse a un concierto oficial, organizado por la Junta responsable del secuestro de su hermano. Roberto Jacoby, artista conceptual que en los sesenta estuvo cercano al Di Tella y luego investigó desde su obra la relación entre la política y el arte, se sumó en los ochenta a trabajar con Virus en la escritura de las letras. Una de ellas, El Banquete (1982) se refiere con ironía a la relación del rock con el festival y, también, a la guerra:
Nos han invitado
a un gran banquete
habrá postre helado
nos darán sorbete.
Han sacrificado jóvenes terneros
para preparar una cena oficial,
se ha autorizado un montón de dinero
pero prometen un menú magistral.
Es un momento amable
bastante particular,
sobre temas generales
nos llaman a conversar.
Los cocineros son muy conocidos
sus nuevas recetas nos van a ofrecer.
El guiso parece algo recocido,
alguien me comenta que es de antes de ayer.
Pero ¡cuidado!,
ahora los argentinos andamos muy delicados
de los intestinos...
La postura crítica del grupo punk Los Violadores, en cambio, derivaba directamente de la represión policial que caía sobre ellos una y otra vez. En el año 1982, en la revista Perfil, Piltrafa, uno de sus integrantes, decía:
Nosotros vivimos en la ciudad y acá hay ruido de autos, mugre y miseria. Es el medio ambiente el que genera la música. Miguel Cantilo o Pedro y Pablo, por ejemplo. Siempre hablando de la paz y el campo. Que se dejen de joder. Esto es cemento armado, basura, agresión, ciudad. ¿Y de qué hablan? ¿Contra la Señora Violencia, contra la Thatcher? Se ponen a favor del gobierno ¿por qué no hacen un tema que se llame Sr. Galtieri? La marcha de la bronca tiene una buena letra, pero es de 1972.34
En este caso, la disidencia entraba en un plano que excedía el de la guerra: se trataba del repudio a la dictadura materializada en una crítica a un movimiento cultural que fue visto como un espacio de resistencia a ésta. Por otro lado, ambos grupos estaban estéticamente influenciados por movidas inglesas –el punk rock y la new wave– de las que no pensaban renegar.
En el caso de los músicos que sí participaron del festival, la derrota generó una serie de (auto) cuestionamientos. León Gieco, por ejemplo, autor de Sólo le pido a Dios (un hit de las movilizaciones durante el conflicto con Chile, que retomó fuerza en el contexto de 1982) recuerda críticamente esa experiencia, pero establece distinciones en cuanto a qué cosas y a quiénes apoyó con su participación:
Lo del Festival de la Solidaridad fue un invento de los managers del rock para hacer algo con el tema. Todo el mundo estaba participando pero el rock no quería formar parte del circo que fue lo de la guerra. Hasta que en un momento se decidió que había que aportar, pero no desde el triunfalismo sino desde la paz. Al menos ésa era mi posición. Me llamaron para cantar Sólo le pido a Dios, un tema que los colimbas cantaban en las Malvinas, y solamente por eso fui. Pero me sentí muy mal, es el único recuerdo que tengo. No me acuerdo de los detalles ni de los otros músicos ni de la gente que fue. Solamente me acuerdo de una sensación horrible y de los pibes de dieciocho años. Por lo demás, siempre me importó un carajo el tema del nacionalismo planteado en estos términos o la preocupación por dos islitas de mierda perdidas en el mar. Lo único en lo que pensaba mientras cantaba Sólo le pido a Dios era en los pibes que estaban pasando hambre y frío sin posibilidades de hacer nada. Cuando terminó la guerra y supe que la comida no les llegaba, que los torturaron por robar un poco de comida o que los chocolates que la gente donaba en Buenos Aires aparecían en kioscos de Rosario confirmé todo lo que sospeché en ese momento. Me di cuenta que los militares argentinos no sirven para nada, ni siquiera para la guerra. Y que la única vez que consiguieron un triunfo, por así decirlo, fue cuando torturaron y mataron a los indefensos, a los que no tenían más armas que la palabra o las ideas: los desaparecidos.35
Este festival fue, hasta la tragedia ocurrida en Cromañón en 2004, el concierto que más polémicas ocasionó en el interior del rock.