Читать книгу Historia de dos partículas subatómicas - Franco Santoro - Страница 11

*** Vicente Vargas González conoció a Felipe Aliaga Contreras en una de esas mañanas frías donde el sol ilumina sin calentar. Luego de haber ido a vender bronce, cobre y un alto de latas de cerveza a una chatarrería de la Avenida Tocornal Grez, el pintor caminó despacio por la calle, vislumbrando la fragancia dulce que despedía la distribuidora de polulos Gladys, aquel sucucho de adobe, pintado de rojo y verde canario, que era capaz de derrotar a las flotantes partículas de bencina, originadas en una vulcanita diez metros más al sur. El artista, acabado esos minutos de frenesí, se dirigió a la picada de don Caco para tomar desayuno.

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―Dos completos italianos con mucha mayonesa, casera ―pidió encarecidamente.

―¿Y para tomar? —preguntó don Caco.

―Quiero una bebida blanca. La que sea.

Felipe entró al local cuando Vicente tenía la mitad del segundo italiano en el estómago. La mayonesa la usó de bigote y el último sorbo de bebida le provocó un hipo del carajo.

―Disculpa, tienes mayo en la nariz ―dijo Felipe.

Vicente se rio de su desgracia.

―El maestro no tiene más kétchup que este ―insinuó el pintor―. Si quieres ocuparlo, ocúpalo.

Conversaron largo, entre pausas y mascadas, hasta enterarse que ambos jugaban pool.

―Vamos a jugar ―invitó Felipe―. Luego, si quieres, me acompañas al metro para que escuches cómo canto.

Vicente ganó la partida. Fue casi una masacre. Cuando dieron las once de la mañana, caminaron hacia la estación de metro Las Mercedes. Cuando el carro se detuvo en la parada Protectora de la infancia, el cantante sacó de su bolso un órgano pequeño y una mesita armable.

―¡Damas y caballeros! ―dijo―. Tengan ustedes muy buenos días. Me presento, mi nombre es Felipe Aliaga Contreras, vivo en la retirada zona de Casas Viejas, y los quiero deleitar con algo de música para el camino.

La gente ni siquiera volteó a mirar, pero de seguro escuchó el discurso. Felipe puso sus manos como arañas y arrastró las yemas de los dedos sobre el órgano. Interpretó una canción ícono de la nostalgia parisina, cantada por Charles Aznavour en años pretéritos, “La Bohemia”, la bohemia de París.

Historia de dos partículas subatómicas

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