Читать книгу Historia de dos partículas subatómicas - Franco Santoro - Страница 16

¡Yo pintaré de rosa el horizonte! Y pintaré de azul los alelíes. ¡Y doraré de luna tus cabellos! Para que no me olvides.

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Pidieron dos botellas más de cerveza y se adueñaron de la antigua rockola del local. Felipe gastó casi todas las monedas que había ganado en la mañana, y al momento de pagar la cuenta, al par de artistas les faltaron mil pesos. Vicente le ofreció al cajero una de sus pinturas.

―Traigo estos cinco ejemplares de mi obra ―dijo de modo solemne.

El cajero llamó al administrador, quien, luego de mostrar su bigote y su rudeza de comisario, aceptó feliz la pintura en la que salía una docena de obreros bañándose.

―Pintas bien. Bastante bien. ¿No has mostrado tus trabajos a pintores famosos?

―Sí. Dicen que llamarán para darme un espacio en sus galerías, pero no lo hacen nunca.

―Qué injusta es la perra vida.

―Se equivoca, maestro. La vida es justa, pero las personas son injustas.

Historia de dos partículas subatómicas

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