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La Semana Trágica de 1919
ОглавлениеUno de los fracasos más tristemente célebres de la primera presidencia de Yrigoyen fue un intento de conciliación en enero de 1919, que culminó en las masacres laborales más graves en la historia de la Argentina. La Semana Trágica tuvo su origen en la planta metalúrgica de Pedro Vasena e Hijos (Compañía Argentina de Hierro y Acero). Los talleres Vasena empleaban a más de 2.000 trabajadores en sus plantas de Avellaneda y otros 3.000 en La Plata –ambas en la provincia de Buenos Aires– y en Nueva Pompeya, un suburbio de clase obrera de la ciudad de Buenos Aires. La firma poseía un tren de laminación con una capacidad anual de unas 15.000 toneladas y barras de hierro de palanquilla y laminados de acero obtenidos de la chatarra. En 1910, el precio percibido por sus productos osciló entre 58 y 77 dólares por tonelada métrica. Debido a la escasez inducida por la guerra, durante 1919-1920 los precios oscilaban entre 149 y 175 dólares.26
Cuando se negaron las demandas obreras de salarios más altos y menos horas, los trabajadores de Vasena declararon una huelga. Como resultado de los disturbios, hubo muchos muertos y heridos, pero su número empalidecería en comparación con aquellos que caerían víctimas de otros enfrentamientos por producirse. La inflación hizo que los salarios reales cayeran. La empresa Vasena era conocida entre los barrios de clase trabajadora por los salarios de hambre, por las jornadas laborales de once horas y por el absoluto desprecio por la seguridad en el lugar de trabajo. El 3 de enero, los trabajadores dispararon contra un grupo de policías que escoltaban carros cargado con metales destinados a la planta de Nueva Pompeya. Como resultado, un sargento de policía resultó herido y murió dos días después. El martes 7 de enero, los huelguistas entraron en el fuego cruzado de una trampa inteligentemente colocada. La policía estaba armada con armas Winchester y Mauser a repetición, y los trabajadores, con un escaso número de revólveres. En el enfrentamiento resultante, cinco trabajadores cayeron muertos y veinte heridos.27
El miércoles, en solidaridad con los trabajadores de Vasena, una huelga que comenzó en la zona portuaria pronto se convirtió en una huelga general. El viernes 9 de enero se trasladó el cortejo fúnebre de los trabajadores asesinados por la policía en el Vasena, seguido por una multitud. Enloquecidos por los rompehuelgas empleados por la compañía y los provocadores agentes de policía, la muchedumbre convirtió su dolor en ira, y esa ira produjo un frenesí de destrucción. Los asistentes atacaron la estación de tranvías y las oficinas de las obras de Vasena, donde el directorio y miembros de la Asociación del Trabajo estaban reunidos. La policía abrió fuego contra la multitud, estimada en unas mil personas, y se produjo una batalla campal. Esa tarde, el general Luis J. Dellepiane, comandante de la guarnición de Campo de Mayo, en las afueras de la Capital Federal, llegó a la cabeza de un batallón de infantería equipado con ametralladoras reforzado por artillería de campaña liviana y empleó a estas tropas para reprimir a los huelguistas. El número estimado de muertes oscila entre 142 y 200. No hay fundamentos ni versiones consistentes de los eventos que ocurrieron en esa semana llena de acontecimientos. Según otra versión, cuando Yrigoyen se enteró de que Dellepiane marchaba hacia la Capital, temiendo un golpe de Estado, ofreció su renuncia. Este rumor fue propagado en los cafés de Buenos Aires frecuentados por radicales y sus simpatizantes para culpar únicamente a Dellepiane por la brutal represión ejercida para sofocar las huelgas. Según estos rumores, Dellepiane actuó sin el conocimiento o la autorización del presidente.28
Esta explicación es poco convincente por varias razones. En primer lugar, porque Dellepiane era un simpatizante radical de la vieja escuela. En segundo lugar, debido a la actitud dominante mostrada por Yrigoyen a lo largo de su carrera política Su estilo de gobierno se resume en una de sus famosas frases: “Yo soy el presidente, soy el vicepresidente, y yo soy los ministros”. En tercer lugar, debido a la estricta adhesión de Dellepiane al lema del Ejército de “Subordinación y valor”, como lo demostraría su posterior historia. En cuarto lugar, porque Dellepiane autorizó a las tropas bajo su mando a distribuir revólveres y municiones a voluntarios civiles, presumiblemente con el permiso de Yrigoyen.
El astuto caudillo culpó a socialistas y anarquistas por los acontecimientos de la Semana Trágica. Eran los chivos expiatorios tradicionales sobre las que por lo general ventilaba su spleen. Por último, ya que Yrigoyen deseaba evitar “un intento de revolución social” ordenó la movilización de tropas desde Campo de Mayo hasta Buenos Aires, y luego confió el mando de ellas, así como las de todas las fuerzas policiales y bomberos, a un general de “prestigio y calidad”, es decir, Dellepiane.29