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Prefacio

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Hay ciertos acontecimientos y ciertas figuras históricas cuyas vidas y logros han sido distorsionados y vilificados por las leyendas de ciertos sectores de la memoria colectiva hasta tal punto que la verdad histórica ha quedado oscurecida u olvidada, incluso cuando está respaldada por evidencia empírica. Tal es el caso de dos de las figuras más relevantes de la política argentina durante 1916 y 1938: Hipólito Yrigoyen y Agustín P. Justo.

Mi preocupación sobre los orígenes de la industrialización argentina, una labor de investigación de décadas, por simple lógica me llevó a investigar documentos de embajadores, agregados comerciales y militares y cónsules norteamericanos e ingleses, y, por ende, a incursionar en materia política. Hallé estos documentos más verídicos, realistas y honestos que la plétora de trabajos realizados por historiadores revisionistas tanto de izquierda como de derecha, por una sencilla razón: aquellos diplomáticos y agregados deseaban reportar a sus respectivos gobiernos lo que veían en la Argentina factualmente, verídicamente, pues no tenían ningún hueso que roer. En cambio, los revisionistas procuraban demonizar, desacreditar a los gobiernos de los años 30 por meras razones políticas, que los llevaron absurdamente a negar los verdaderos logros en materia económica y social de aquellas épocas. La Argentina de la década de 1930 era un país admirado, respetado, temido y envidiado por sus países vecinos. A nivel cultural, por su grado de alfabetización, y a nivel económico, industrial y militar se hallaba a la cabeza no solo de Sudamérica, sino de toda América Latina. En cuanto a política social se refiere, el país no estaba a la altura de vecinos como Chile y Uruguay. Debemos recordar que Estados Unidos recién llegó a contar con una legislación obrera adecuada en 1933, cuando Franklin Delano Roosevelt asumió la presidencia. Las leyes promulgadas en Estados Unidos eran similares a las promulgadas por Otto von Bismark en Alemania en las décadas de 1880 y 1890. Sin embargo, la Argentina de aquel entonces era, como lo han afirmado autores argentinos y extranjeros, un país opulento. Espero que la presente obra sirva para clarificar tales mitos para poder apreciar mejor a la verdadera Argentina de aquellos tiempos.

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Debo agradecer las atenciones y colaboraciones de viejos y grandes amigos, entre ellos Arne L. Brunner, Ingo Würster, Lorenz Geyer, “Opa” Westphal y Julio Horacio Rubé, quienes generosamente compartieron su valioso tiempo durante la gestación de este trabajo. En especial quiero agradecer la paciente y abnegada dedicación de mi esposa Helene, quien me acompañó en múltiples viajes a los archivos nacionales de Estados Unidos e Inglaterra y al Archivo Histórico del Ejército Argentino.

La dedicatoria de este libro es una y simple: a mi esposa Helene, que hoy nos mira desde el cielo.

Burlington, Carolina del Norte, octubre de 2020

La Argentina entre dos guerras, 1916-1938

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