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La fallida conferencia de neutrales propuesta por Yrigoyen

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El 6 de enero de 1916, el presidente Wilson instó a las naciones latinoamericanas a adherirse a un pacto panamericano que exigía garantías mutuas de integridad territorial e independencia política bajo una forma republicana de gobierno. Esta fue una petición bastante irónica cuando se considera que en 1906, después de invadir Cuba en ese año, Estados Unidos había instalado a un diplomático estadounidense como gobernador de la isla ocupada, y en los meses siguientes invadirían a México, la República Dominicana y Haití. Chile era reacio, y tenía la intención de preservar la unidad de la Argentina, Brasil y Chile (ABC), mientras que el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil tendía a apoyar a Chile e hizo todo lo que estaba en su poder para persuadir a la Argentina de hacer lo mismo. En el caso, la oposición de las otras repúblicas estadounidenses finalmente llevó a Estados Unidos a abandonar la idea. Una vez que Estados Unidos entró en guerra, Yrigoyen concibió la idea de celebrar un congreso latinoamericano de neutrales en Buenos Aires para reafirmar la independencia de los gobiernos en el ámbito de la política exterior. Las invitaciones no se enviaron hasta fines de abril y mayo. Sin embargo, después de una conferencia con el embajador argentino, el presidente Woodrow Wilson le confió al secretario de Estado Robert Lansing que la iniciativa de Yrigoyen tenía pocas posibilidades de éxito. Lansing, a su vez, instruyó a los representantes estadounidenses en varias capitales latinoamericanas para transmitir que, en opinión del Departamento de Estado, la conferencia no serviría para nada. Para cuando las invitaciones oficiales llegaron a los gobiernos de las otras naciones hemisféricas, Brasil, Cuba, República Dominicana y Panamá habían roto relaciones con Alemania, y el resto estaban considerando acciones similares. Sin dejarse intimidar, en octubre de 1917 Yrigoyen intentó revivir su iniciativa e hizo un segundo intento de celebrar una conferencia. A finales de diciembre solo el gobierno de México había aceptado, esperanzado en que la conferencia proporcionara un foro donde pudiera denunciar la intervención estadounidense en sus asuntos internos. La prensa de Buenos Aires informó sobre la llegada de la delegación mexicana en tonos irónicos y el tema fue pronto olvidado. La conferencia fue un fracaso total.50

Durante julio y diciembre de 1916 representantes de la embajada británica, la Food and Drug Administration y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos consideraron la escasez de trigo prevaleciente y recomendaron negociaciones con la Argentina para aliviar esta carencia y ver alternativas para financiar esas compras, Yrigoyen no solo se opuso a la idea de otorgar crédito a los aliados, sino que en marzo de 1917 prohibió nuevas exportaciones de trigo y harina. Dicha medida irritó sobremanera a los aliados, ya que estas restricciones no se aplicaban a Brasil, a Paraguay y más particularmente a España, donde suponían con razón que los granos y otros productos básicos eran reexportados a Alemania. En respuesta, Francia, Gran Bretaña e Italia reenviaron notas de protesta. Como hemos visto, la Argentina experimentaba una aguda escasez de carbón, otros combustibles, maquinaria y materias primas. A sugerencia de Gran Bretaña, el Departamento de Estado notificó al gobierno argentino que, a menos que se requisaran buques mercantes alemanes estacionados en puertos argentinos, y no se pusieran dichos cereales incondicionalmente a disposición de los aliados, los préstamos concedidos por los bancos estadounidenses a la Argentina no se renovarían, ni se concederían licencias de exportación adicionales para artículos como carbón, papel de diario y otros productos necesarios. Así, a pesar de sí mismo, Yrigoyen se vio obligado a conceder préstamos a los aliados por un monto de 40 millones de libras esterlinas (200 millones de pesos oro).51

La política exterior de Yrigoyen no difería de aquellas establecidas por sus predecesores conservadores, quienes mantenían y defendían la causa de la soberanía política argentina y la de las otras repúblicas latinoamericanas, así como contra Estados Unidos y su interpretación tan peculiar del panamericanismo. Sin embargo, los historiadores radicales invariablemente citarán su fallido intento de crear una organización panamericana que excluiría a Estados Unidos o exaltara sus deseos expresos de que la Argentina explotara sus recursos minerales y desarrollara una marina mercante. Según una fuente, “luego de la compra del Bahía Blanca, y un poco de ingenio y energía, mediante el arrendamiento o la compra de buques extranjeros amarrados en varios puertos del país, mediante la reparación de buques viejos. Por fin se estableció una flota de 100.000 toneladas”. Pero, a excepción del ARA Bahía Blanca, no se compraron otros barcos. Por lo tanto, la pretensión de que Yrigoyen fundó la Marina Mercante Argentina es una exageración, particularmente cuando se tiene en cuenta que esta realmente disminuyó de un total de 188.892 toneladas en 1914 a 145.891 en 1921. El declive se produjo cuando varios buques argentinos en ruta a Europa fueron vendidos a Francia y otras naciones aliadas una vez que llegaron a su destino. Yrigoyen no es del todo culpable de esto, ya que la tendencia había comenzado bajo su predecesor, De la Plaza, pero él no hizo nada para evitar nuevas ventas o para impedir que ciertos barcos aliados navegaran bajo la bandera argentina.

La Argentina entre dos guerras, 1916-1938

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