Читать книгу ¡Aquí los jóvenes! Frente a las crisis - Gerardo Gutiérrez Cham - Страница 20
Contexto
ОглавлениеUno de los eventos más dolorosos ocurridos en Latinoamérica fue el escenario de las dictaduras en el Cono Sur, donde convivía un violento proceso de militarización y autoritarismo expresado bajo la forma de golpes de Estado (Victoriano, 2010, 176). Este episodio estuvo coludido con el gobierno estadounidense en el contexto de la Guerra Fría. Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Brasil, entre otros países sudamericanos y centroamericanos, experimentaron regímenes militares que mantuvieron una política de represión contra cualquier expresión o posicionamiento disidente al gobierno, especialmente aquellos que pregonaban el anticapitalismo desde una postura socialista o comunista. Bajo este escenario, unos de los sectores más golpeados de la población latinoamericana fueron obreros, mujeres, sacerdotes y, en especial, jóvenes estudiantes, muchos de ellos militantes (Filippi y Niño 2014, 10), quienes experimentaron el despliegue de la represión política. De manera simplificada, es posible detectar cuatro procesos contra las disidencias políticas de aquellos regímenes: la persecución, la tortura, el exilio y la desaparición forzada.
Por otro lado, aunque México era idealizado y reconocido por ser un receptáculo de los exiliados de las dictaduras militares del Sur, experimentar una democracia civil, emprender un ef ímero desarrollo económico y respetar el Estado de derecho, la situación que denunciaban los jóvenes estudiantes en los años sesenta y posteriormente en los setenta estaba muy alejada de la faceta amigable y positiva que el Estado mexicano quería mostrar fuera del país. Victoriano Serrano señala al respecto:
En este contexto represivo no habría que olvidar, ciertamente, a México, allí donde la intervención policíaco-militar del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz cobró la vida de un número aún no precisado de estudiantes congregados en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, en 1968. Ocurriría lo mismo en 1971, cuando gobernaba Luis Echeverría, inaugurando con ello un periodo de intervención radical de la sociedad que tuvo como característica central el uso del ejército y sus tácticas de guerra en contra de su propia población civil (2010, 179).
A pesar de no vivir en una dictadura militar como en otros países latinoamericanos, México no era una excepción en cuanto a persecución, tortura y desaparición forzada. En el caso mexicano, si bien es cierto que los cuerpos policiacos eran señalados por sus actos represivos y enérgicos contra la juventud, era el ejército quien encabezaba la violencia del Estado.1 Esto está fundamentado en quienes señalan a los cuerpos castrenses como los ejecutores de la mayoría de los crímenes contra la juventud mexicana, que es el caso de Comité Eureka, colectivo formado por familiares de los desaparecidos de la Guerra Sucia en México.
De manera que el Estado mexicano, por un lado, ofrecía el asilo político a quienes eran perseguidos en las dictaduras latinoamericanas (Niño 2014, 146), mientras que, por el otro, ejercía una política interna de represión, tortura y desaparición.
Considero necesario atender este fenómeno a distancia de aquellos sucesos, contextualizando las circunstancias actuales partiendo de los últimos doce años de gobierno (PAN-PRI). Cabe señalar que la importancia de la situación mexicana en Latinoamérica es fundamental, puesto que la política de terror estatal por parte de los países latinoamericanos no ha cesado hasta nuestros días, tal es el ejemplo de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y otros múltiples casos. Sin embargo, posteriormente me centraré en el asunto de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, ya que me interesa comprender ciertas conexiones a través del campo cultural, específicamente de los museos que están insertos en tensión y lucha por la significación política.