Читать книгу ¡Aquí los jóvenes! Frente a las crisis - Gerardo Gutiérrez Cham - Страница 24
Conclusiones
ОглавлениеEs cierto que existen diversas justificaciones institucionales por parte de la Unesco para promover los diversos tipos de patrimonio, en el cual se incluye el militar, así como las emblemáticas festividades nacionales por los distintos motivos que se promuevan desde los discursos oficiales de los gobiernos latinoamericanos, pero también es medular tomar en cuenta las circunstancias en que se generan tales políticas culturales en contextos de tensión político-militar, especialmente cuando los índices de violencia aumentan mediante una intervención militar del Estado en cuestiones de seguridad pública, como es el caso mexicano.
Por otro lado, la singularidad de países como México, Colombia y Argentina con respecto a sus acciones de política cultural que promueven a los cuerpos militares a través de dispositivos como museos, parques y otros instrumentos que exaltan a los cuerpos militares, aún en tiempos de paz con otras naciones, colocan a estos países en contextos que es necesario analizar. Debido precisamente a las coyunturas políticas que están surgiendo a favor de la reactivación de gobiernos neoliberales de derecha, varios de los cuales han instrumentalizado los aparatos represivos de los Estados en contra de la población. Destacan los casos más graves presentados en México y Colombia.
Por otra parte, considero necesario atender el llamado de las Doñas hacia la juventud para utilizar el complejo exhibitorio como máquina de guerra, no sólo desarrollando desde el campo cultural proyectos expositivos en el sentido estricto, sino desplegando a través de las diferentes tecnologías visuales una resistencia que renuncie al tutelaje de la curaduría de la Nación que nos instruye bajo una política del olvido. Ya que esta decisión estatal cercena no sólo la posibilidad de autonomía, sino que incluso nos despoja del derecho a la memoria, a recordar nuestros dolores, señalar a los culpables y emitir denuncias contra la hegemonía en el poder. Asimismo, imposibilita la construcción de otras formas de producción histórica no tuteladas por el Estado.
Sin embargo, esto no es suficiente, ya que es necesario generar un viraje de análisis e investigación hacia los relatos y estrategias del poder. Es por eso que considero fundamental abordar el despliegue exhibitorio militar emprendido por la SEDENA. Ante la evidente criminalización de la protesta estudiantil, en su mayoría jóvenes entre los 15 y 30 años. Se hace imprescindible estar alerta ante los procesos que el Estado mexicano, y en general en América Latina, han reforzado el supuesto uso de la legítima violencia contra la población. El caso de los estudiantes de Ayotzinapa revela las políticas de terror y miedo para controlar la protesta social, la denuncia y las movilizaciones no solamente juveniles, sino de la sociedad en general.
La reciente aceptación de la Ley de Seguridad Interior, a principios de 2018, es una muestra preocupante de la acción del Estado que adquiere una dimensión de tensión social y política a lo largo y ancho del territorio mexicano. Es por eso que considero que las políticas culturales implementadas por parte de la SEDENA, a través de los distintos dispositivos exhibitorios, conforman parte de un plan mayor que tiene en la comunicación social por medio de una actividad propagandística la intención de direccionar la voluntad civil, para promover la aceptación y asimilación de la presencia militar en las calles, con la promesa de paz y seguridad en el territorio nacional. Nada más lejos de la realidad, puesto que tanto la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, como los distintos análisis realizados por especialistas, demuestran la ineficacia de mantener al ejército en las calles.
La estrategia exhibitoria espectacular del Estado es parte de un correlato que se da en conjunto de su guerra contra el narcotráfico o contra el crimen organizado. Traer a la memoria la estrategia de la evangelización mediante el despliegue de imágenes o el vaciamiento de la lucha social practicadas en las artes visuales durante la Guerra Fría cultural, es precisamente sugerir que estamos ante un despliegue visual militar que ejecuta ciertas pedagogías de memoria y olvido, de colonización y vaciamiento que insiste en la desarticulación política y estética de las resistencias.
Es evidente que la militarización no es una de las vías que tenga la capacidad de generar un ambiente sostenible de seguridad en México, ni mucho menos manifiesta una preocupación por la protección de la población, destacando el sector juvenil, al que se estigmatiza y criminaliza como lo hicieron con los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero.