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Aspectos centrales de la economía de la innovación: el rol de conocimiento

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De acuerdo con Cimoli (2000: 23), desde los planteamientos desarrollados por Solow (1956) sobre el cambio técnico como un proceso residual no explicado, hasta el concepto de sistema nacional de innovación, ha habido gran cantidad de literatura que ha cubierto diferentes aspectos del proceso de innovación. Para Aboites y Dutrénit (2003: 7), diversas instituciones e investigadores han contribuido al esfuerzo analítico en este campo. Destaca particularmente un conjunto de autores que permitieron avanzar significativamente en la explicación de las trayectorias de crecimiento basadas en la innovación: Freeman (1975), Nelson y Winter (1982), Nelson (1993), Lundvall (1992), Teece, Pisano y Shuen (1990).

Cimoli y Della Giusta (2003) han analizado el derrotero teórico de los estudios sobre la innovación. Aquí los tomamos como base para sintetizar algunas ideas que resultan relevantes para nuestro trabajo. Un planteamiento que nos parece interesante traer a cuenta es el paso de enfoques de naturaleza lineal para analizar los procesos de cambio técnico y tecnológico, a explicaciones o modelos analíticos que adoptan una perspectiva interactiva de estos procesos.

El modelo de cambio técnico propuesto por Schumpeter en The Theory of Economic Development era de una naturaleza lineal, ya que iba de una relación que corría de la invención, a través de la innovación y la difusión. Este modelo fue etiquetado como “science (and technology) push”. Con el modelo llamado de “demand-pull” derivado del análisis de Schmookler, se desarrolló una línea de causación opuesta a la anterior, en la que se argumentaba que las variaciones en las invenciones eran motivadas por condiciones económicas, con las que los resultados estaban positivamente correlacionados, por lo que se podría derivar una relación que corría del crecimiento económico a la innovación (Cimoli y Della Giusta, 2003).

Sin embargo, estos dos modelos de explicación del cambio técnico sufrieron múltiples críticas, basadas, como lo afirman Cimoli y Della Giusta (2003), en que ignoraban lo que pasaba dentro de las empresas, que eran tratadas como cajas negras, tal como lo había sostenido Rosenberg (1982). Con el trabajo de este último autor el modelo de cambio técnico se hizo más complejo,

primero porque los insumos científicos resultaron cada vez más importantes en el proceso innovativo y las actividades de ID más complejas, por lo que era necesario adoptar una perspectiva de largo plazo en la planeación de esas actividades en las empresas. Y, en segundo lugar, porque la innovación generada por los procesos de aprender haciendo [(learning-by-doing)] y los aspectos relacionados con el conocimiento contenido en la gente y en las organizaciones también adquirían un significado importante (Cimoli y Della Giusta, 2003).

Después de esto se ha desarrollado una amplia producción teórica desde una perspectiva evolucionista, que ha generado diversas contribuciones y debates sobre el tema de la innovación. Algunas de las ideas centrales en los enfoques evolucionistas actuales son la participación de diversos agentes internos y externos a la empresa, los paradigmas y trayectorias del cambio tecnológico, la naturaleza del proceso de aprendizaje entre esos agentes, y más recientemente, los enfoques que han introducido la creación, transferencia y difusión de conocimiento como elemento central para la explicación de los procesos de innovación. Esto ha llevado a sostener la idea de que las empresas son depositarias importantes de conocimiento (aunque no las únicas), que en gran medida está contenido en rutinas operacionales y modificado a través del tiempo por reglas de comportamiento y estrategias definidas en los altos niveles. También ha llevado a desarrollar la idea de sistemas nacionales, regionales o locales de innovación que serían el conjunto de instituciones o de agentes que intervienen en el complejo proceso de innovación, que se sustenta en la creación, transferencia y difusión de conocimiento.

Los nuevos enfoques de la economía de la innovación (Edquist, 1997; Nelson, 1993) afirman que la innovación tiene que ser considerada y definida como un proceso interactivo, en el cual las empresas nunca innovan en aislamiento. En este contexto, alianzas estratégicas e interacciones entre empresas, universidades y otras instituciones, que son relaciones extremadamente complejas, deben estar en el corazón de este análisis. La innovación es vista como un proceso social que evoluciona más exitosamente en una red en la cual hay interacciones intensivas entre oferentes y compradores de bienes, servicios, conocimiento y tecnología, incluidas las organizaciones del sector público que promueven la infraestructura de conocimiento, tales como las universidades y las organizaciones gubernamentales (Cimoli, 2000: 1 y 2). La idea de sistemas nacionales de innovación ha proporcionado el enfoque para estudiar cómo se generan los procesos de innovación en la economía, modelo que emergió en la década de los ochenta. Puesto que los sistemas de innovación se conciben como una red de instituciones entre los sectores público y privado cuyas actividades e interacciones inician, importan, modifican y difunden nuevas tecnologías (Freeman, 1987), resulta un enfoque sugerente para entender la producción y transferencia de conocimientos, ya que plantea la idea de redes de carácter interactivo (Johnson y Lundvall, 1994) donde se sustenta la producción de conocimiento. Edquist (1997) afirma que las innovaciones tecnológicas no siguen un modelo lineal que vaya de la investigación básica a la aplicada, y después al desarrollo de nuevos procesos y productos; por el contrario, se caracteriza por un complicado mecanismo de retroalimentación y de relaciones interactivas que involucran a la ciencia, la tecnología, la producción, la política y la demanda.

Una característica que es común a las distintas propuestas que se han elaborado sobre los sistemas de innovación es que en estricto sentido se trata de la producción de nuevo conocimiento o de la combinación del conocimiento existente en nuevas formas y de su transformación en productos y procesos significativos desde el punto de vista económico.

En estos enfoques sobre la innovación, una de las preocupaciones está en encontrar las fuentes de conocimiento que contribuyen al desarrollo de los procesos innovativos. En este sentido, el enfoque de sistemas de innovación —sean estos nacionales, regionales o locales— proporciona una herramienta analítica para captar las interacciones que se generan entre las diferentes instituciones que participan en la generación, transferencia y traducción de conocimientos; esto último constituye el aspecto central de la innovación.

En la literatura sobre economía de la innovación el tema de las fuentes de conocimiento está estrechamente ligado al problema de la identificación de flujos de conocimiento. El concepto de flujo de conocimiento lleva implícita la idea de que la difusión de conocimientos, a través de redes formales e informales, es tan esencial para el desarrollo económico como lo es la creación de conocimientos en sí misma. En tal sentido, los agentes locales y las estructuras que soportan el uso y expansión de conocimientos en la economía y sus vinculaciones son cruciales para la habilidad local de difundir innovaciones, para absorber y maximizar la aplicación de tecnología a productos y procesos y para desarrollar bases culturales comunes para el intercambio de información (Quandt, 2000). El problema, como lo han señalado otros autores (Senker y Faulkner, 1996; Quandt, 2000), es cómo dar cuenta de estos flujos de manera sistemática, en la medida en que se sustentan mayormente en conocimiento tácito, y cómo mapear su distribución en los procesos de innovación en las empresas. Para ello se ha recurrido a distinguir entre aquellos insumos de conocimiento endógenos a la empresa y los que son exógenos. Este enfoque de flujos ha sido también adoptado por la OCDE (Foray y Lundvall, 1996), organismo que partiendo de la idea de sistemas nacionales de innovación, le ha dado un carácter más operacional a este concepto, centrándose en las relaciones entre empresas.

Como lo hemos sostenido en otros trabajos (Casas, coord., 2001; Casas, 2003), el tema del intercambio y flujos de conocimiento es un aspecto que resulta relevante tanto para comprender cómo se generan los procesos de mejora técnica y de producción en las empresas, así como para percibir las nuevas formas que está adoptando la generación del conocimiento científico y tecnológico cuando media una colaboración entre diferentes organismos, tales como universidades y empresas.

El intercambio y flujo de conocimientos dan cuenta del proceso de construcción de una sociedad y una economía basada en conocimiento.

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