Читать книгу Balance y perspectivas de la Constitución española de 1978 - Группа авторов - Страница 12

2. LA VISIÓN ALEMANA DE LA ESPAÑA DEMOCRATIZADA Y CONSOLIDADA

Оглавление

Finalizada exitosamente la transición que cambió sustancialmente y de manera muy positiva la visión alemana sobre España, llovieron reportajes en la prensa germana sobre la nueva España europea, pionera en derechos y libertades, floreciente en lo cultural y en el sector deportivo, próspera en lo económico. Alemania no dudaría, en los años ochenta, en apoyar a Madrid a ingresar en las Comunidades Europeas. Incluso se puede decir que el apoyo de Alemania —concretamente del canciller Helmut Kohl a partir de 1982— a la integración de España en las Comunidades Europeas fue un elemento clave de la política internacional europea en aquella década. En el Consejo Europeo de Stattgart, en junio de 1983, quedó vinculada la ampliación comunitaria y su reforma interna al incremento de los recursos comunitarios, especialmente alemanes.25 La ayuda alemana fue vital para el ingreso de España en las Comunidades Europeas, «a cambio de contrapartidas económicas y apoyo español a la política alemana en Europa.»26 Pocos años más tarde, entre 1989 y 1990, España estaría en condiciones de mostrar su apoyo a Alemania, cuando cayó el Muro de Berlín y se presentó la situación histórica de una posible reunificación alemana.27

La postura de España frente a la unificación alemana era más libre que la de otros países europeos, debido a que España no tenía ningún contencioso histórico con Alemania. Muy al contrario: el Gobierno español desde hacía años había intensificado sus relaciones con Alemania y era consciente del papel positivo que los alemanes habían jugado en la Transición española. El primer viaje al extranjero del Ministro de Asuntos Exteriores de la Transición, José María de Areilza, había sido a Bonn; y el primer viaje que había hecho Felipe González, como Jefe de Gobierno, a un país europeo, fue a Alemania. Además, desde hace años, se celebraban regularmente cumbres hispano-alemanas.

A finales del siglo XX, el Instituto Elcano realizó un estudio acerca de la opinión que tenía la sociedad española sobre las distintas naciones extranjeras. Este estudio arrojó como resultado que los alemanes se encontraban en los puestos más altos de la escala de simpatía. La percepción del español medio era una mezcla de admiración y de confianza hacia los alemanes.

Por otro lado, en Alemania la opinión pública en aquellos años finiseculares venía mostrando una simpatía y admiración similares hacia España, basadas en un profundo y reiterado aplauso tanto por la Transición democrática y la Constitución de 1978, como por el espectacular desarrollo económico que había experimentado España en las décadas pasadas, ante todo desde su entrada en las Comunidades Europeas. Ambas dimensiones se atribuían a la vitalidad y pluralidad de la sociedad española. Con frecuencia, en los medios alemanes se ponía a España como ejemplo: en unos casos, ante los países entonces candidatos para la ampliación europea hacia el este, como punto de referencia de la transformación de unas estructuras políticas y sociales arcaicas; en otros casos, ante la propia sociedad alemana, para mostrar la necesidad y capacidad de liberalizar y flexibilizar unas estructuras económicas, necesarias de ser modernizadas.28

Pocos años más tarde, en 2003, cuando las negociaciones entre la Unión Europea y los países del Este europeo para la adhesión de estos a la Unión llegaron a su recta final, la opinión pública alemana fue mucho más crítica con España, a la que se le echaba en cara entonces que el país era «insolidario y egoísta» porque se aferraba a los fondos europeos de cohesión y no estaba dispuesto a renunciar a parte de ellos a favor de los países candidatos a la ampliación. Los argumentos utilizados al respecto rezaban que Alemania había sido especialmente generosa con España en la fase de la transición democrática, así como con ocasión de la integración en las Comunidades Europeas; por eso, se decía, ahora le tocaba a España asumir una responsabilidad similar hacia los países del Este, sobre todo en una fase en que Alemania tenía que seguir cargando con el ingente coste de la reconstrucción de los Länder federados de su parte oriental.

Con estos argumentos se hacía patente un cierto descontento alemán con España: porque el país no era suficientemente agradecido por ese esfuerzo alemán y, al mismo tiempo, porque, si bien el Gobierno español siempre había apoyado en lo político la reunificación alemana, parecía que la sociedad española no se había querido dar por enterada de las implicaciones presupuestarias que ello llevaba consigo más allá de las fronteras alemanas. Es decir, se pensaba que el esfuerzo económico alemán, por la construcción de Europa y por la reunificación, había alcanzado unos límites y, consecuentemente, los que se habían beneficiado en el pasado eran los que ahora debían aportar un mayor sacrificio para el proceso europeo. En España, por su parte, se criticaba entonces de Alemania lo que se consideraba como un cierto enfriamiento de su «generosidad europea». Se pensaba que los alemanes concentraban sus esfuerzos en sacar adelante la ampliación, de la que serían sus primeros y primordiales beneficiarios en términos geoestratégicos y económicos. 29

A pesar de estas reticencias se puede decir que —por lo menos hasta comienzos de la gran crisis económico-financiera comenzada en 2008— la imagen que los alemanes tenían de los españoles era mucho más positiva que crítica. Los españoles eran el quinto país que les venía a la cabeza a los alemanes cuando pensaban en Europa y el cuarto país por el que los alemanes decían sentir más simpatía. Una y otra vez se insistía —se sigue insistiendo— en cómo la transición a la democracia y el buen funcionamiento de la Constitución de 1978 habían cambiado para bien la visión de España desde Alemania. Los españoles eran considerados positivamente como un pueblo europeo maduro y moderno, que sabía compaginar el éxito económico con el gozo de disfrutar de la vida.

Las recíprocas imágenes positivas que tenían alemanes y españoles del otro, respectivamente, empeoraron sensiblemente con el comienzo de la crisis financiera en el año 2008.30 Algunos españoles, que no todos, responsabilizaron a Alemania, y en concreto a la canciller Angela Merkel, con su política de austeridad, de las desgracias españolas.31 Según estudios de Metroscopia, la imagen favorable que los españoles tenían de Alemania descendió, entre 2010 y 2012, del 78 por ciento al 68 por ciento. Un 74 por ciento de españoles creía en esos años que la postura de Alemania no era la adecuada en esa crisis. Y Angela Merkel pasó de ser la segunda figura política mundial más valorada a ocupar un sexto puesto.32

En situaciones de crisis crece la tentación de reavivar viejos prejuicios. Se busca a culpables, y casi siempre son los «otros», preferentemente los que se diferencian de «nosotros» y son de alguna manera distintos. También en esa crisis resurgieron todos los clichés y prejuicios sobre el «otro». Una multitud de alemanes parecía opinar que España estaba pagando las consecuencias del despilfarro, el pelotazo inmobiliario y la falta de previsión, mientras que una mayoría de españoles consideraba que Alemania estaba más preocupada por defender su economía que por los intereses europeos.

Afortunadamente, este empeoramiento de las percepciones mutuas no logró imponerse. No surgió una nueva leyenda negra orquestada por una conjura infame o, como diría un general del pasado, por una conjuración judeo-masónica. En absoluto: en Alemania y en los demás países europeos la hispanofilia seguía predominando; España seguía siendo el destino predilecto tanto de los turistas como de los estudiantes europeos; el fútbol español tenía y tiene seguidores en cualquier rincón del planeta, al igual que la cultura de este país ibérico.

Para superar definitivamente la crisis de percepción surgida en la segunda década del siglo XXI y evitar el surgimiento de nuevos prejuicios, sería bueno —en lo que atañe a las relaciones entre los dos países— convertir la necesidad en virtud, situando el debate en términos del papel de Europa en el mundo y no de rivalidad entre países europeos y menos de victimario y víctima, respectivamente. Las empresas punteras siguen contando con gran prestigio en el otro país, y la afinidad entre las élites políticas y económicas de ambos países sigue siendo elevada. En la actualidad, el desafío de las relaciones entre Alemania y España está en combinar realismo y una decidida voluntad de construir Europa para que las percepciones mutuas de una amistad de tiempos pasados, a veces difícil de justificar racionalmente, siga impregnando las relaciones actuales. Será a través de un esfuerzo continuo de identificar y de potenciar la convergencia de intereses mutuos como se debe enfocar y, consiguientemente, valorar esa relación. Lo que sí se está empezando a discutir seria y responsablemente en círculos académicos es si lo que está viviendo España en estos últimos años son signos de que el ciclo español iniciado con la muerte de Franco en 1975 ha llegado a su fin. Es posible que así sea, y esta nueva situación requiere mucha paciencia, realismo y sentido común por parte de todos. Justamente los alemanes y españoles de la sociedad civil que desde hace muchos años estamos involucrados en mantener y desarrollar las relaciones entre los dos países tenemos una responsabilidad especial porque estas relaciones no se deterioren.

NOTAS

1 Cf. Antonio Muñoz Sánchez, «La Fundación Ebert y el socialismo español de la dictadura a la democracia», Cuadernos de Historia Contemporánea, 29, 2007, Madrid, págs. 271-273.

2 Ap. Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, El final de la Dictadura. La conquista de la democracia en España (noviembre de 1975-junio de 1977), Madrid, Temas de hoy, 2007, pág. 651.

3 Ibid., pág. 652.

4 Idem, Antonio Muñoz Sánchez.

5 Ibid., Nicolás Sartorius y Alberto Sabio, págs. 659 y sigs.

6 Helmut Schmidt, Weggefährten. Erinnerungen und Reflexionen, Berlín, Siedler, 1996, pág. 96.

7 Ibid., Antonio Muñoz Sánchez, pág. 275.

8 Juan Carlos Pereira Castañares, «El factor internacional en la Transición española: la influencia del contexto internacional y el papel de las potencias centrales», Studia Historica, Universidad de Salamanca, 22, 2004, págs. 185-224.

9 Ibid., Juan Carlos Pereira Castañares, pág. 213. Cf. Pilar Ortuño, Los socialistas europeos y la transición española, Madrid, Marcial Pons, 2005.

10 Ibid., Juan Carlos Pereira Castañares.

11 Helmut Schmidt, Menschen und Mächte, Goldmann, Múnich, 1991.

12 Antonio Muñoz Sánchez, Relaciones entre el SPD y el PSOE durante la Transición política española. Memoria de investigación del tercer ciclo, presentada en la universidad de Oviedo, 1997, pág. 116. Idem, El amigo alemán. El SPD y el PSOE de la dictadura a la democracia, Barcelona, RBA, 2012. Idem, Von der Franco-Diktatur zur Demokratie. Die Tätigkeit der Friedrich-Ebert-Stiftung in Spanien, Verlag J. H. W. Dietz, Bonn, 2013. Cf. también el resumen de la conversación entre Schmidt, Arias Navarro y el ministro español de Exteriores el 30 de julio de 1975 en Akten zur Auswärtigen Politik der Bundesrepublik Deutschland 1975, tomo II, Oldenbourg, Múnich, 2006, págs. 1136-1141 (doc. 242).

13 Antonio Muñoz Sánchez, Relaciones entre el SPD y el PSOE, núm. 12, pág. 105.

14 Ibid., pág. 108.

15 Felipe González, Un estilo ético. Conversaciones con Víctor Márquez Reviriego, Barcelona, Argos Vergara, 1982, pág. 89.

16 Ap. Daniel Baczyk, Die Zusammenarbeit von SPD und PSOE in der Phase der Demokratisierung Spaniens. Transnationale Parteibeziehungen im Demokratisierungsprozeß, manuscrito no publicado, Darmstadt, 1989, págs. 63 y sigs. Cf. Francisco Villar, La transición exterior de España. Del aislamiento a la influencia (1976-1996), Madrid, Marcial Pons, 2016, y Lorenzo Delgado et al. (eds.), La apertura internacional de España. Entre el franquismo y la democracia, 1953-1986, Madrid, Silex, 2016.

17 Cuando el presidente estadounidense Ford le dijo al canciller Schmidt que Estados Unidos se encontraba en plena renegociación del acuerdo de bases, añadiendo que la pérdida de las bases militares supondría un duro golpe para Occidente, Schmidt replicó que «para que puedan ustedes estar seguros de sus bases y sus vínculos estratégicos con España pasado mañana, también deberían hablar sobre ello con quienes estarán en el poder en el futuro». Ap. Charles T. Powell, «La dimensión exterior de la Transición española», Afers Internacionals, 26, 1993, pág. 41.

18 Antonio Muñoz Sánchez, Relaciones entre el SPD y el PSOE durante la transición política española, núm. 12, pág. 131

19 «Durch die Seitentür», Der Spiegel 27, 1984, pág. 39.

20 «Aufzeichnung der Arbeitsgruppe Auswärtiges Amt / Bundesministerium der Verteidigung» (10 de febrero de 1976), Akten zur Auswärtigen Politik der Bundesrepublik Deutschland 1976, tomo I, Oldenbourg, Múnich, 2007, págs. 196-212, cita pág. 204.

21 «Aufzeichnung des Bundeskanzlers Schmidt» (13 de julio de 1976), Akten zur Auswärtigen Politik der Bundesrepublik Deutschland 1976, tomo II, Oldenbourg, Múnich, 2007, págs. 1051-1058.

22 «Gespräch des Bundeskanzlers Schmidt mit dem stellvertretenden spanischen Ministerpräsidenten und Verteidigungsminister Gutiérrez Mellado» (13 de septiembre de 1978); «Gespräch des Bundesministers Genscher mit dem stellvertretenden spanischen Ministerpräsidenten Verteidigungsminister Gutiérrez Mellado» (14 de septiembre de 1978), Akten zur Auswärtigen Politik der Bundesrepublik Deutschland 1978, tomo II, Oldenbourg, Múnich, 2009, págs. 1326-1334.

23 Desde una perspectiva marxista, Ellen Harnisch interpreta la política de la SPD frente a España y el PSOE como intento de estabilizar un parlamentarismo burgués, debilitando en todo lo posible la posición comunista y apoyando a la «burguesía monopolística». El resultado de la Transición, logrado con el apoyo de la socialdemocracia alemana, fue el afianzamiento del «sistema de dominio monopolista-estatal» y de la «dominación política de clase de la burguesía monopolística». La SPD fue exitosa en su pretensión de estabilizar a la socialdemocracia española, el PSOE, y en el «ejercicio del poder capitalista», logrando imponer en España la concepción de la «tercera vía» —entre capitalismo y socialismo—. Cf. Ellen Harnisch, Die Politik der SPD zur Sicherung bürgerlich-parlamentarischer Herrschaftssysteme in Portugal und Spanien (unter besonderer Berücksichtigung des revolutionären Prozesses in Portugal), tesis doctoral inédita, Berlín (Este), 1984, ante todo págs. 110-115.

24 En los últimos años, el papel de la democracia cristiana alemana en la Transición española ha suscitado un gran interés por parte de varios historiadores españoles. Cf. ante todo los estudios de Natalia Urigüen, «Los partidos demócrata cristianos alemanes en el proceso de transición democrática española», en Juan Carlos Colomer et al. (eds.), Ayer y hoy. Debates, historiografía y didáctica de la historia, Universitat de València, Valencia, 2015, págs. 174-177; idem, A imagen y semejanza. La democracia cristiana alemana y su aportación a la transición española, CSIC, Madrid, 2018. Sobre la formación de la UCD y la influencia alemana en ese proceso cf. también el temprano trabajo de Stefan Jost, Die politische Mitte Spaniens, Peter Lang, Fráncfort del Meno, 1994.

25 Cf. Fernando Morán, España en su sitio, Barcelona, Plaza & Janés, 1990, págs. 164-166.

26 Cf. Juan Carlos Pereira Castañares, núm. 8, pag. 216.

27 Sobre la postura española frente a la reunificación alemana, cf. Walther L. Bernecker, «España y la unificación alemana», en idem (ed.), España y Alemania en la Edad Contemporánea, Vervuert, Fráncfort del Meno, 1992, págs. 257-274.

28 José-Pedro Sebastián de Erice, «La agenda política», en Miguel Ángel Vega Cernuda y Henning Wegener (eds.), España y Alemania. Percepciones mutuas de cinco siglos de historia, Madrid, Editorial Complutense, 2002, págs. 261-266.

29 Ibid., págs. 261-263.

30 Antonio Muñoz Molina, «Auf Distanz. Über die Entfremdung von Spaniern und Deutschen in der Wirtschaftskrise», Der Spiegel, 31, 2013, págs. 52 y sig.

31 Uno de los críticos más enconados de la política de la canciller Merkel en esos años fue Vicenç Navarro, quien publicó asiduamente artículos críticos en su blog del periódico Público. Cf. Vicenç Navarro, «Las responsabilidades del establishment alemán en la crisis española», Público, 7-II-2013; idem, «La relación imperial del establishment alemán», Público, 4-IV-2013, en los que acusaba a los bancos y al Gobierno alemanes de dictar e imponer a los países periféricos de la eurozona una serie de políticas públicas que supuestamente estaban dañando el nivel de vida y bienestar social de las clases populares de los países del sur europeo.

32 Cf. «Alemania-España, recelos mutuos», El País, 16-IX-2012, pág. 24.

Balance y perspectivas de la Constitución española de 1978

Подняться наверх