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Preservar la máquina y si el sujeto consiente, introducirse en ella

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En ese intento de introducir la alternancia, hemos de decir que fracasamos. Desde el primer encuentro Benja estableció un vínculo fuertemente abrochado a Regina. Ella, que había estado en la primera entrevista, al interesarse en el despliegue que este hacía en el ordenador, obtuvo como respuesta la oposición de Benja a que ella se moviera de su lado. Fuimos dóciles ante esto, pero con una cierta incomodidad. Sin embargo, esa “adhesión” nos permitió producir, por ejemplo, un primer movimiento, cuando un día él visualizando videos de caballos exigía imprimir las imágenes que aparecían en la pantalla, ante lo cual Regina convocó a otro interviniente para preguntar cómo imprimir, e inclinándome sobre el teclado del ordenador apretando la tecla en la que se leía “IMPR PANT” dije: “imprimir pantalla”, obteniendo así la captura de la imagen y el posterior guardado en una carpeta. En ese momento el significante “imprimir” por la vía de un equívoco cambió de soporte, se virtualizó.

Ese contrapeso que ofrecíamos, de manera diversa, apuntaba a decir que no a la impresión de miles de imágenes en hojas de papel, y quizá por ello la constitución de un archivo cada vez más intuitivo y organizado, con el recorte en el que colaborábamos sobre el carrusel infinito que desfilaba en la pantalla, tuvo el efecto en Benja de, a través de esta colección de imágenes, hablar, apoyarse en ellas para construir frases, poco a poco, cada vez más articuladas.

Para sustituir la vertiente portátil de las hojas de papel pasábamos sus archivos a pequeñas memorias USB que llevaba consigo en el bolsillo. Se trataba de una solución no muy convincente para Benja, ya que no podía visualizar las imágenes en los trayectos, y aquellos pequeños objetos eran susceptibles de perderse, lo que llevaba a nuevas crisis. El uso de carpetas que subíamos a la nube y compartíamos con los educadores de su Residencia fue una propuesta que obtuvo mayor aceptación, y que incluía la posibilidad de visualización desde un dispositivo móvil.

Durante la presentación de su libro El autista y su voz, (9) hace unos años, Maleval contraponía lo que había sucedido en el caso de Temple Grandin a lo que por otro lado había sido el tratamiento de Joey, “el niño máquina”, llevado adelante por Bettelheim. En resumen, lo que Bettelheim había hecho, para Maleval, era lo que se debía haber hecho en el caso de Grandin con respecto a su máquina de dar abrazos, y era precisamente preservar la máquina con la que había llegado el sujeto, hasta el final de su itinerario. A esto podemos añadir algo que tomamos de Alexandre Stevens, (10) quien al respecto de esta cuestión, decía que la entrada en una institución –el tiempo preliminar para admitir a un chico– es posible cuando la institución consigue introducirse en el síntoma del sujeto. Del mismo modo, Lacan se refería al psicoanalista como complemento del síntoma del sujeto, (11) una institución debe insertarse en el síntoma del sujeto de tal manera que su modo de goce quede definitivamente alterado, y que para obtener el goce propio para sostenerse necesite recurrir a la institución. La función de apaciguamiento no es suficiente, dice Stevens, para el trabajo con el sujeto, aunque esto resulte útil; “hay que ayudarle a poder cambiar de posición, a poder fabricarse un nuevo síntoma”. (12)

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