Читать книгу Siempre es invierno en tu sonrisa - Helena Pinén - Страница 11
9
ОглавлениеHAYDEN
( 26 de d iciembre de 201 7 )
Su compañero se cubrió los labios con un dedo pidiendo silencio. Los gestos eran muy importantes en el ejército, más que las palabras o las órdenes dichas a viva voz. Saber leerlos y darlos podía ser cuestión de vida o muerte.
Hayden asintió en su dirección. Luego el mismo índice señaló hacia el interior de la casa. La misión era clara: entrar, acabar con los enemigos, rescatar a los rehenes y salir de allí cagando leches.
Una unidad de tierra había sido atacada por los enemigos y dos de los soldados habían sido secuestrados. No habían podido ir a por sus compañeros los días pasados y las Navidades debían haber sido un infierno para ellos. Sin embargo, era el momento de rescatarlos. Ningún norteamericano se iba quedar atrás.
Todos esperaron la señal para irrumpir en la débil edificación. Apenas era barro, madera y huesos de animales. La puerta cedió tal y como Hayden había supuesto, pues no era más que una tabla de madera podrida poblada de arañas.
Sus armas apuntaron como si fueran un solo hombre. Dispararon sin hacer ruido, sin saber lo que era la clemencia. Las vidas de los hombres que tenían ante sí se vieron sesgadas antes de que estos tuvieran siquiera oportunidad de levantar la cabeza y buscar sus rifles.
Hayden bajó el fusil que contaba con lanzagranadas. Siguió avanzando detrás de su unidad, se había quedado rezagado. Maldición. Necesitaban sacar de allí a los prisioneros lo antes posible. El tiempo jugaba en su contra. Estaba tan seguro de ello como que se apellidaba Brock. Tanto él como Gavin habían tenido un mal presentimiento mientras caminaban hacia allí con sigilo.
La última vez que Gavin había sentido ese cosquilleo en la nuca, un Jeep había estallado a causa de una bomba lapa no muy lejos del campamento base.
No es que creyera en el destino, si bien Hayden había aprendido a escuchar las corazonadas.
Cuando se arriesga la vida, todos tus sentidos deben estar alerta y siempre se desarrollan otros que te avisan por dónde tirar cuando las vacilaciones te hacen dudar.
Pasaron de habitación en habitación. Hayden sentía cómo su cuerpo se tensaba cada vez más. Con cada paso que daban, el rifle M16 le pesaba más en las manos. Dios, cuánto deseaba terminar con aquella jodida misión y devolver sanos y salvos a sus colegas.
Gavin se asomó a una puerta y bajó el arma al ver que era una despensa vacía. Negó en su dirección, pues estaban solos allí, y Hayden bajó los brazos. Su cuello se destensó, pero su oído siguió bien agudo.
—¡Granada! —gritó Maximillien, su voz cruzando cada pulgada, cada pared, que lo separaba de todos sus hombres.
¿Era una trampa? ¿Estaban mejor armados que ellos pese el factor sorpresa? ¿Y qué pasaba con los rehenes? ¿Habían fracasado? Las preguntabas se amontaban en su mente, una tras otra.
Hayden relajó el cuerpo mientras todas sus terminaciones nerviosas buscaban una salida. Vio un ventanuco y silbó hacia Gavin, que se volvió hacia el hueco. Había una contraventana como único obstáculo. La estudió en cuestión de segundos y descubrió que la madera estaba tan carcomida como la de la puerta principal.
Si se lanzaban contra ella, la romperían sin problema.
—Hay que salir de aquí cagando leches, tío —pidió Gavin.
—No puedo estar más de acuerdo.
Empujó a su amigo por la ventana como si levantarlo por los aires de sopetón no supusiera ningún esfuerzo.
Tal y como había pensado, tanto la madera podrida como el antiguo vestido que hacía de cortina en el otro lado, cedieron.
Gavin salió disparado y aterrizó sobre harapos, jarrones llenos de agua que se rompieron bajo su peso y astillas de la contraventana. Lo maldijo entre gruñidos.
Miró hacia atrás. Los gritos de sus compañeros se mezclaban con disparos erráticos y desesperados por no morir en vano. No sabía cómo ayudarles. Ir hasta ellos era una idea suicida. Tragó saliva. ¿Era un cobarde por decidir seguir a Gavin? ¿Entenderían sus superiores que escapar era lo más sensato?
Brock cerró los ojos una milésima de segundo. No tenía otra opción. Se lanzó por el hueco de la ventana justo cuando la explosión hacía volar la casa. La onda expansiva abrasó su espalda y lo empujó más allá que a su compañero.
La runa cayó sobre ellos como una red atrapa a los peces en el mar. El polvo pronto empezó a asfixiarlos y el uniforme a ser demasiado pesado.
Hayden parpadeó, tratando de evitar que la polvareda se le colase entre las pestañas. También le raspaba la garganta al respirar y lo hacía toser. Era incapaz de moverse; todo lo llenaba el pitido de sus oídos, así como el dolor interior de saber que su unidad no había podido sobrevivir a semejante ataque.
Les había fallado. Maldición, ¡les había fallado!
En medio de aquella bruma gris de polvo, vio un rostro femenino y joven. Una sonrisa ampliaba esos labios carnosos y rosados, mientras que los ojos de la chica se achinaban por la risa que llenaba de hoyuelos sus mejillas. Su pelo de oro se ondeaba ante el viento y lo atraía hacia aquella imagen etérea y onírica…
Quiso susurrar su nombre, más no logró articular palabra. Sin embargo, en su mente lo veía con claridad.
Winter.