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XVII
ОглавлениеEstoy de nuevo en la playa; esta vez ya no voy solo, voy del brazo con mi madre.
El mar se ha retirado allá abajo, muy lejos; está en calma, pero produce el mismo zumbido siniestro y agorero.
Por fin, veo el peñasco solitario y la planta de esparganio. Miro con atención para encontrar aquella masa negra que estaba al lado... pero no veo na-da.
Nos acercamos a la roca, e involuntariamente acorté el paso. ¿Qué habrá sido del cuerpo siniestro y ya rígido? Sólo veo los tallos del esparganio, que forman una mancha oscura sobre la arena seca.
Llegamos, al fin, junto a la piedra. El cadáver ha desaparecido, y en el sitio donde estaba tendido no
queda sino un hueco donde se puede distinguir los rastros de los brazos y de las piernas...
El esparganio ha sido pisado y son muy claras las huellas de la planta de los pies de un hombre; los pasos están marcados en la arena y se van en dirección a las montañas silíceas.
Mi madre y yo cruzamos una mirada, y los dos nos asustamos de lo que acabábamos de leer mu-tuamente en nuestros ojos: “¿Se habría levando y habría partido?”
-¿Estás seguro de que estaba muerto?
Sólo tuve fuerzas para responder con movimiento de cabeza afirmativamente. No habían pasado tres horas desde que había visto yo el cadáver del barón... Alguien había venido y se lo había llevado...
Resolví verificar mi conjetura. Pero, ante todo, era necesario llevarme de allí a mi madre.