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V
ОглавлениеAbrí el periódico ante mis ojos, para observar a mi antojo al desconocido valido de aquel resguardo.
Continuaba quieto; de cuando en cuando levantaba la cabeza, que tenía inclinada sobre el pecho. Se advertía claramente que esperaba a alguien.
Le observé con obstinación.
Por momentos me parecía ser presa de un espe-jismo, que no existía aquel parecido, y que me dejaba arrastrar por un extravío de mí imaginación...
Pero, apenas se movía aquel hombre en el asiento o movía ligeramente la mano, me costaba trabajo re-primir una exclamación, y volvía a reconocer con certeza a mi padre; tal como se me había aparecido en sueños.
Por fin, el desconocido notó la insistencia con que lo miraba; al principio expresó extrañeza y lue-
go fastidio; y echando una mirada hacia donde yo estaba; pareció a punto de levantarse. Su movimiento hizo caer un bastoncillo que estaba apoyado en la mesa.
Salté de mi asiento, tomé el bastón y se lo en-tregue El corazón me palpitaba como si fuera a sal-tar del pecho.
Me dio las gracias; pero su sonrisa no era franca.
Aproximó su rostro al mío, enarcó las cejas y en-treabrió los labios, como si alguna cosa lo hubiera contrariado.
-Es usted muy gentil, joven- dijo de pronto con voz firme, aguda y gangosa-; lo que es muy raro en nuestros días... Le felicito por ello: le han dado a usted excelente educación.
No recuerdo lo que le respondí, pero nos pusi-mos a conversar.
Me enteré de que era compatriota mío; que acababa de regresar de América, donde había vivido algunos años y adonde estaba a punto de volver.
Dijo ser el barón de... (no entendí bien el título).
Igual que “el padre de mis ensueños”, termina-ba las frases mascullando entre dientes palabras ininteligibles.
Quiso saber cómo me llamaba, y cuando le dije mi nombre y apellido pareció pensar por un instante; después me preguntó desde cuándo vivía en aquella ciudad y si estaba solo.
Respondía que me acompañaba mi madre.
-¿Y su padre de usted?
-Mi padre falleció hace varios años.
Quiso saber entonces cuál era el nombre de pila de mi madre, y en cuanto lo supo lanzó una risotada que contuvo en seguida y se excusó diciéndome que era un apodo americano, y que por otra parte era muy original.
Volvió a interrogarme para saber dónde estaba nuestra casa, y se lo indiqué.