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III
ОглавлениеYa dije que a veces me dormía asaltado por ideas y cavilaciones indefinibles. Acostumbraba dormir mucho, y los ensueños jugaban un papel importante en mi vida; todas las noches los tenía.
No los desechaba, y les concedía gran importancia, tomándolos por advertencias, y esforzándome por alcanzar su sentido misterioso; algunos de esos ensueños se sucedieron en varias ocasiones, lo cual siempre me daba mucho que pensar y me parecía muy extraño.
He aquí el ensueño que más intensamente me impresionó.
Estoy en una calle angosta y mal empedrada de una ciudad antigua, entre altas casas de techos cónicos.
Voy deambulando al azar y mientras tanto busco a mi padre, el cual no ha muerto, sino que se es-conde de nosotros y vive en una de aquellas casas.
Paso por una puerta cochera, baja y oscura; atravieso un largo patio y al fin entro en un pequeño cuarto al cual llega la luz por dos ventanas redondas.
En medio de aquella estancia, veo a mi padre con ropas de entre casa; está fumando la pipa. No se parece a mi verdadero padre. Es de elevada estatura, delgado, moreno; su nariz es aguileña, los ojos sin brillo y penetrantes; representa unos cuarenta años.
Le disgusta que haya descubierto su retiro, a mí tampoco me satisface aquel encuentro y permanez-co perplejo, de pie frente a él. Se da media vuelta, murmura algo y anda por la habitación con paso breve... Luego se aleja de mí, sin dejar de mascullar frases que no comprendo, y me echa miradas por encima del hombro... El aposento se agranda y se pierde entre tinieblas.
Me da un miedo terrible al pensar que acabo de perder a mi padre otra vez; me lanzo en pos de él, pero ya no lo veo; sólo oigo su gruñido de oso.
Mi corazón desmaya... despierto, y demoro mucho tiempo en volver a dormirme.
Pasé todo el día siguiente recordando los detalles de ese ensueño, que no atinaba explicarme.