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EL GENIO DEL DISPOSITIVO CLÍNICO

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La asociación libre es la invitación a ser un genio –un genio en el sentido kantiano–, es decir, a no obedecer a reglas previas y a crear los propios productos de palabras. La asociación libre es la invitación al paciente a que se despoje de su aprendizaje.

En la pintura hay representaciones de genios –pintados con alitas–, que le vienen bien al psicoanálisis. Por ejemplo, Eros, el genio del amor. A los analistas les gusta mucho creer que el psicoanálisis es amor; hasta tienen una palabra para ello: la transferencia. Hay una identificación que les resulta muy agradable. Como creen que el súmmum del amor es la madre, están muy dispuestos a identificarse con ella. Pero hay analistas cuya posición es de neutralidad, para impedir el genio Eros.

Ahora bien, lo que los psicoanalistas no pueden soportar es un segundo genio propuesto por Freud, el genio Tánatos. En palabras del mismo Freud, «Eros no va sin Tánatos». Es un hecho, sin embargo, que en la historia del psicoanálisis Tánatos no fue aceptado. Podemos contar con los dedos de una mano a los analistas que aceptaron a este genio, el genio de la muerte. La mayoría de los analistas anteriores a Lacan, incluso los discípulos más próximos de Freud, no pudo aceptarlo. Pero nosotros vamos a ver de qué se trata la relación entre Eros y Tánatos.

Podemos entender también el genio del psicoanálisis de la misma manera que Chateaubriand lo utiliza en su título El genio del cristianismo, es decir, como el carácter propio, distintivo, del psicoanálisis. Así, los psicoanalistas no tendrían genio, pero el psicoanálisis sí lo tendría. Es la invención de Freud: hacer funcionar esa experiencia con personas que no son genios.

Existe una expresión francesa, con otro sentido, le génie du lieu –que algunos propusieron traducir como «el duende» y otros, literalmente, como «el genio del lugar»–, que es el genio que responde a las preguntas del oráculo. Freud, con su dispositivo clínico, obtuvo un genio del lugar. Este dispositivo comprende:

– La asociación libre, la invitación a decir todo lo que se quiera sin obedecer a otra regla más que a ésta.

– La interpretación, del lado del analista.

– La transferencia.

– La respuesta peculiar del analista a este fenómeno, su neutralidad.

En estos cuatro puntos se resume la estructura misma de la experiencia analítica. No importan mucho las diferencias teóricas cuando este dispositivo es aceptado. Las desviaciones importantes en el movimiento psicoanalítico nunca fueron teóricas sino prácticas. Así fue con Lacan y la International Psychoanalytic Association (IPA), ya que la enseñanza de Lacan tenía consecuencias prácticas en el análisis.

No importa lo que un analista piense, pues la neutralidad es primordialmente una neutralización de su pensamiento. Lacan dice que la frase que da la posición del analista es «No pienso», cosa difícil de soportar. Por eso es necesario un análisis previo: para poder funcionar en la experiencia como analista que no piensa. Es muy difícil no pensar; de eso hay múltiples evidencias.

En los inicios, los analistas creían tener la obligación de ser eruditos –por ejemplo, Ernest Jones–, pero fue sólo al principio, en un momento peculiar de la historia del psicoanálisis. Al comienzo hubo una Edad de Oro, los diez primeros años, en la que la interpretación tenía efectos súbitos y espectaculares. Después tuvo lugar un período de interrogación para saber cómo funciona un análisis. Fue el período conocido como el de los escritos técnicos, donde se trataba de hacer un análisis de la transferencia, que correspondió a los diez años siguientes.

Después de estos primeros veinte años, los psicoanalistas tuvieron que reconocer que el psicoanálisis no funcionaba, que el genio del psicoanálisis había desaparecido. Y Freud tuvo que proponer, en 1920, nuevas fórmulas para tratar este fenómeno, que era resultado de los efectos mismos de la práctica analítica sobre el inconsciente. La desaparición del genio del psicoanálisis fue un hecho histórico. Los síntomas ya no desaparecían de la misma manera en la que antes se podía esperar. A este fenómeno responde un efecto teórico de Freud, la llamada segunda tópica, que marcó un momento de stasis, de detención del análisis.

Podemos afirmar con seguridad que para Freud la condición del genio del psicoanálisis es la ausencia del genio del analista y que la IPA es una asociación para mantener la ausencia de genio en el psicoanálisis. Lacan decía al respecto que la única misión de la Asociación Americana de Psicoanálisis (APA) era obtener cien analistas mediocres, carentes de genio. Hay razones de estructura para ello.

La invención de Freud no es la del inconsciente, la invención del genio de Freud es la del dispositivo analítico, es decir, de cierto modo de poner en acto la realidad del inconsciente en el fenómeno de la transferencia. Es una manera de reactivar el inconsciente.

Introducción a la clínica lacaniana

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