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La pasión del neurótico es una definición que puede encontrarse en el escrito de Lacan titulado «La dirección de la cura». Voy a partir de la referencia de Lacan sobre la «carencia de ser» del sujeto –la expresión exacta sería «falta en ser»– que, aunque parezca una expresión incomprensible, debemos tomar en serio para ver el carácter de paradoja que encierra. El neurótico, desde el punto de vista del terapeuta, es un enfermo mental, pero para Lacan –psiquiatra de formación–, no lo es. La paradoja reside en que hablar de pasión parece una manera de decir «sufrimiento», cuando justamente en la pasión, en el sufrimiento, en el dolor, no hay falta en ser; al contrario, no hay testimonio más fuerte del ser, del ser humano, que el dolor –sea físico o mental–.

El neurótico presenta, seguro, un sufrimiento. El dolor parece ofrecer en sí mismo algo parecido a una prueba de existencia. Cuando uno se siente bien puede poner en duda la existencia del mundo exterior o de sí mismo –o, como teoriza Descartes, hacer filosofía, teología, dudar–, pero cuando aparece un dolor –por ejemplo, el dolor de cabeza de estudiar filosofía– los problemas se van, se van las elucubraciones. Hay una frase de Freud que dice: «Basta un dolor de muelas y la filosofía se olvida»; aquí puede apreciarse la posición del dolor como prueba de existencia.

Además, tenemos algo llamado masoquismo a través del cual el sujeto obtiene también una prueba de existencia. La obtiene en tanto que el otro se ocupa de él, pues para hacer sufrir a alguien es necesario preocuparse mucho de él, y eso es lo que exige el masoquista. El otro es aquí solicitado como amo, pero la verdad del juego es que el amo es el propio sujeto masoquista. En el verdadero masoquista –que desde el punto de vista clínico es un verdadero perverso– la pasión, si se puede utilizar esta palabra, es distinta de la pasión del neurótico.

Introducción a la clínica lacaniana

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