Читать книгу La pasión de los poetas - Jorge Boccanera - Страница 17

DOS POEMAS PARA AMPARO

Оглавление

Hasta ese año de 1937 los poemas escritos por Tuñón ponen de manifiesto su amor a todo aquello que lo rodea, pero escasea el tema de la mujer amada. Tangencialmente, asoman algunos rostros femeninos; nombra a la inquietante poeta Blanca Luz Brum –con quien habría tenido un affaire– en «Escrito sobre una mesa de Montparnasse»; también una misteriosa muchacha de boina azul camina en «La calle del agujero en la media»; finalmente conversa con él una jovencita de voz nasal y pecas en «Quisiera hacer contigo una película hablada». Pero hay dos excepciones que confirman la regla, datan de 1935, y tienen dueña; son los poemas «Lluvia» y «Blues de los archipélagos», ambos del libro Todos bailan. Están dedicados expresamente a Amparo Mom.

Impaciente en la cubierta de ese barco con los motores descompuestos, el poeta imagina grandes transatlánticos como el Olympic, hermano del Titanic, en el que viajó su amigo Federico García Lorca. Otro de esos buques, el Conte Grande, trajo al español a Buenos Aires a finales del 1933 a presentar sus obras de teatro, Bodas de sangre y La zapatera prodigiosa. La amistad con Tuñón es inmediata y se prolonga hasta su asesinato. Al impacto de su Romancero gitano se agregan el éxito de sus obras de teatro y su personalidad avasallante.

Lorca planea quedarse quince días en Argentina y permanece casi seis meses. Edmundo Guibourg, crítico de sus obras dramáticas, traba amistad con él y es quien lo presenta a González Tuñón en casa de Pablo Rojas Paz. En el curso de la reunión donde está presente el cónsul chileno en Buenos Aires, Pablo Neruda; García Lorca se sienta al piano y traza retratos musicales de los asistentes. A Neruda le improvisa una melodía que sugiere la atmósfera de algunos poemas de Residencia en la tierra, mientras que para Tuñón combina un ritmo adecuado a sus fantasías con pasajes de «La Internacional». De pronto el bailarín de tango muestra sus dotes junto a esa hermosa mujer morena, Amparo, de labios pintados de rojo, casi diez años mayor que él, que lleva el pelo negro tirante y recogido –«muy española», comentan algunos– y que luce en los brazos un campanilleo de pulseras. El danzarín ancla en esa cintura, enfundado en un traje gris cruzado, de solapas enormes y pañuelo blanco al bolsillo; todo rubricado con una corbata a lunares pequeños.

Tuñón y Amparo participan activamente de esa bohemia, desglosada en encuentros literarios y comilonas. En las fiestas con Lorca no faltan otros amigos como Carlos de la Púa y César Tiempo. En una de las reuniones en casa de Oliverio Girondo y Norah Lange, los invitados toman su rol de viajeros y se disfrazan de marineros; Neruda, Tuñón y García Lorca, posan risueños para una fotografía; en otra, Norah vestida de sirena está tendida sobre un gran cartel que reza: «45 días y 30 marineros»; en una tercera el fotógrafo acomoda una pequeña multitud de disfrazados –marineros, buzos y oficiales– para que puedan entrar en la placa. De pie, sentados o acostados, todos posan para el flash que ilumina una y otra vez esa algarabía coronada por Norah y Amparo con gorra marinera. Si era incierta la fecha en que se conocieron Raúl y Amparo, el dato del encuentro con Botana a fines del año 32 y las fotografías donde comparten esos agasajos a García Lorca de 1933, no dejan lugar a dudas.

Antes de embarcar a su tierra, García Lorca le lee a su amigo argentino borradores de su libro Poeta en Nueva York; Tuñón le retribuye con páginas de una obra que tiene –asegura– prácticamente lista, Todos bailan. En ella se corporiza «Juancito Caminador». El personaje nacido en el puerto de Ingeniero White, en Bahía Blanca, donde Raúl presenció una función del prestidigitador Johny Walter, es un grumete que viaja con «Los caballeros del caño». Ese alter ego da noticias del porvenir, brinda por los buenos tiempos, saluda a la cofradía «trotacalle y trotamundo» y ama a una mujer con nombre de cobijo. Lo confiesa en «Blues de los archipiélagos»: «Sus manos amparan mi desamparo». Y de un modo más directo: «Yo pienso en ella cuando mi carne no está contra su carne,/ y no sé qué hacer con la soledad desmenuzada». Y de nuevo la lluvia, solo «la lluvia quieta/ inventa para nosotros un país lejano y lento/ en el corazón de los antiguos archipiélagos». El amor junta los fragmentos, lo disperso, da un sentir pleno, de tiempo colmado: «Conozco una aventura con nombre de mujer/ Qué mejor aventura que su voz y su alma/ Ella es la partida y el retorno».

La pasión de los poetas

Подняться наверх