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2. Principales rasgos del crecimiento económico español

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La evolución de la renta per cápita no sigue una trayectoria sostenida a lo largo del tiempo que pueda ser representada gráficamente mediante una recta (o una sucesión de rectas, según la longitud del periodo) de mayor o menor inclinación con respecto a una línea horizontal, sino que experimenta oscilaciones cíclicas de amplitud variable. Se puede, no obstante, dibujar una línea (recta o curva) imaginaria que refleje las tendencias que sigue en plazos relativamente largos, separándola de las fluctuaciones del corto plazo; una distinción útil, porque existen diferencias entre los factores que explican que una economía tienda a crecer a una tasa media mayor que otras y aquellos que determinan el que lo haga con oscilaciones más o menos pronunciadas. Por ello, aquí se atenderá a esa doble óptica, y no solo en este epígrafe, sino en el resto del capítulo, que analiza el crecimiento económico español entre 1961 y 2020.

Un primer rasgo a destacar del crecimiento de la economía española en el periodo acotado, tomando siempre como indicador el PIB per cápita, es la alta tasa media anual alcanzada (2,3 por 100), que supera holgadamente –en 0,4 puntos porcentuales por año– la media de los países comunitarios. Así pues, en este largo intervalo, España ha superado el ritmo de avance de las naciones europeas más maduras, algo que cabía esperar en función de la evidencia internacional disponible, que muestra una mayor capacidad de crecimiento de las naciones más atrasadas cuando sus tasas de ahorro y de ascenso de la población se asemejan a las de las más adelantadas, esto es, cuando se sitúan en los mismos escenarios de desarrollo que estas. De hecho, también ha sido más alto en el periodo de referencia el crecimiento en Portugal, Grecia e Irlanda, que partían de un nivel de desarrollo más bajo. En todo caso, la elevada expansión de la producción en España ha multiplicado la renta nacional por seis en el plazo estudiado, de más de medio siglo, transformando de forma radical la estructura económica y social del país.

El segundo rasgo a considerar es también significativo: no obstante haberse incrementado con más rapidez, el perfil temporal seguido por la renta per cápita española se asemeja mucho al de los países comunitarios (gráfico 1), lo que revela, entre otras cosas, que España, aun antes de pertenecer a la Unión Europea, ya participaba con intensidad de los acontecimientos económicos fundamentales vividos por los países occidentales europeos con los que no ha dejado de acrecentar sus relaciones. Por lo demás, pueden distinguirse cinco etapas bien diferenciadas, atendiendo a la tasa media de crecimiento alcanzada en cada una y al avance en el proceso de integración en la Europa comunitaria:

• La primera, de rápido aumento en el PIB per cápita y de convergencia con la media de Europa, comprende el decenio de 1960 y la primera parte del de 1970: son los años del crecimiento industrial acelerado –contrapunto de la desagrarización–, con una importante apertura al comercio exterior y a la inversión extranjera, una orientación de la política económica que contrasta vivamente con la dominante en las décadas previas.

• La segunda etapa, de crisis económica y de divergencia con Europa en cuanto a la evolución de la renta per cápita, se extiende aproximadamente de 1975 a 1984, a lo largo de un complejo pasaje de la historia española más cercana, que contemplará simultáneamente alteraciones profundas en el escenario económico internacional y cambios institucionales internos de alcance derivados de la transición política a la democracia.

• La tercera etapa cubre el ciclo decenal completo que se afirma desde 1985, coincidiendo con la incorporación de España a la Unión Europea, y muestra un perfil evolutivo del PIB per cápita aún más semejante al de los países comunitarios. Los efectos del crítico proceso de unificación de Alemania acentúan la fase recesiva de este ciclo, que de otra forma probablemente se habría cerrado sin una disminución del PIB real.

• Singular extensión tiene la cuarta etapa, que comprende desde mediado el decenio de 1990 hasta 2007, y se caracteriza por la combinación de un apreciable ritmo de crecimiento de la renta per cápita con una notable estabilidad macroeconómica, en gran medida resultado del eficaz ajuste realizado para asegurar el buen funcionamiento de la moneda única europea, el euro. Sin perder de vista estos aspectos que la singularizan, repárese en que, desde la perspectiva de largo plazo que ha de primarse aquí, esta nueva etapa no es en realidad sino parte de un único periodo expansivo de veintidós años iniciado en 1985, que solo se vio interrumpido por la crisis puntual y de ámbito europeo de 1993.

Gráfico 1. Crecimiento relativo en España y la Unión Europea, 1961-2020

(tasas anuales de variación del PIB real per cápita)


Fuentes: Banco de España y OCDE.

• Por último, la quinta etapa, que se inicia en 2008 y que se extiende hasta hoy, viene definida por una larga y profunda recesión, a la que sigue una rápida y sobresaliente recuperación de los niveles de PIB iniciales, de nuevo perdidos en 2020, como consecuencia de la pandemia del coronavirus. La recesión aludida no es sino la consecuencia de los desequilibrios creados en la etapa expansiva anterior, especialmente durante sus años finales, así como de la honda crisis financiera internacional que estalló en 2007 (véase el Apéndice que sigue a este capítulo).

Un tercer rasgo distintivo del crecimiento económico español, en comparación con los países comunitarios, consiste, precisamente, en la mayor profundidad de las cuatro crisis que se han producido durante el periodo estudiado. Los efectos sobre la economía española del encarecimiento del crudo de petróleo que tuvo lugar durante la segunda mitad del decenio de 1970 fueron más intensos que en otros países, y se vieron amplificados por importantes subidas en los salarios, en el marco del proceso de transición política hacia la democracia. El lento crecimiento económico de este periodo supuso, como ya se ha señalado, un retroceso en el proceso de convergencia de España con la renta per cápita media comunitaria, que hasta entonces había sido muy rápido, y que solo se reactiva a partir de 1985 (gráfico 2). La segunda de las crisis aludidas tuvo su centro en el año 1993 y fue de breve duración e intensidad, mientras que la tercera fue la iniciada en 2008, de alcance y duración mucho mayor que la anterior, y en la que de nuevo España se distanció de la renta media comunitaria. En 2014 se inició una viva y destacada recuperación económica que se frenó en 2020 por el efecto recesivo de la COVID-19, que ha alejado de nuevo a España de la renta meda comunitaria.

Gráfico 2. PIB per cápita español respecto a la media de la Unión Europea, 1961-2020

(porcentajes, en paridades de poder adquisitivo de 2015)


Fuente: Banco de España, Indicadores estructurales de la economía española y de la UE.

Un cuarto rasgo, el último que se quiere destacar aquí, es que las fluctuaciones que se producen en cada una de las cinco grandes etapas consideradas poseen un carácter más marcado en España. Es este un rasgo que puede considerarse normal si el término de comparación escogido es una zona geográfica de mucha mayor dimensión, como la Unión Europea, cuya evolución es el resultado de la agregación de los comportamientos de los países integrantes, a menudo contrapuestos y con tendencia a anularse entre sí. Pero más allá de esta circunstancia, las mayores fluctuaciones del PIB español son en parte la consecuencia del intenso proceso de liberalización política y económica que ha vivido España durante el periodo que se está estudiando, en una tardía homogenización con los principales países europeos y que aún no ha llegado a culminarse, como lo reflejan la pervivencia de importantes rigideces en el funcionamiento de los mercados de productos y de factores, así como las debilidades del marco institucional. En particular, merecen resaltarse las etapas de mayor expansión, relacionadas con tres grandes momentos de apertura al exterior (final de la autarquía, ingreso tardío en la Unión Europea y adopción del euro), que suscitaron expectativas muy favorables en los agentes económicos, al clarificar su futuro y orientarlo hacia objetivos compartidos por el resto de los países comunitarios. En cambio, las etapas recesivas se han visto agravadas por las rigideces en los mercados y las deficiencias del marco institucional antes aludidas.

En los epígrafes que siguen se estudian, primero, las importantes transformaciones estructurales que han acompañado al crecimiento económico español durante el periodo considerado, que merecen una atención primordial, pues si bien son siempre un resultado del propio aumento de la renta, se incluyen también con frecuencia entre sus causas. A continuación, se profundiza en los factores determinantes de ese crecimiento en el largo plazo, dedicando el último epígrafe al análisis de las fluctuaciones cíclicas y su impacto sobre los equilibrios macroeconómicos.

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