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5. Fluctuaciones cíclicas y desequilibrios macroeconómicos
ОглавлениеLas fluctuaciones que registra la evolución del PIB per cápita se deben a que los factores de oferta que determinan su crecimiento a largo plazo (población, capital físico y humano y PTF) no evolucionan a corto plazo de manera gradual y sostenida, ni se mueven en un marco de completa flexibilidad de precios que facilite el ajuste de los mercados. Por otro lado, los factores de demanda (consumo, inversión y exportaciones netas) tampoco ajustan su evolución a la oferta, sino que experimentan bruscos cambios o perturbaciones (shocks) que derivan de diversos factores, principalmente de alteraciones en las expectativas y en la riqueza de los individuos, en los planes de inversión de las empresas y en el comportamiento de los mercados exteriores. Todo ello da lugar a desequilibrios macroeconómicos: inflación, desempleo, déficit exterior o déficit público. Adicionalmente, las políticas monetarias y fiscales que los gobiernos aplican para corregir estos desequilibrios contribuyen también a las fluctuaciones, frenando o acelerando el aumento del PIB en el corto y medio plazo.
Para acercarse al análisis de las fluctuaciones españolas conviene, ante todo, identificarlas con algo más de precisión de lo que hasta ahora se ha hecho, lo que hace necesario comparar el aumento del PIB real con el del PIB potencial, es decir, con el que describe la tendencia de la oferta agregada a largo plazo, guiada por el aumento de la población activa y la productividad. Las diferencias entre las sendas de avance del PIB potencial y real (output gap) deben atribuirse a los shocks transitorios antes aludidos, que apartan a corto y medio plazo al PIB de su senda de largo plazo, a veces acelerando su avance, y otras, ralentizándolo. Como consecuencia, si se toma un largo periodo de tiempo, el crecimiento del PIB potencial y del PIB real han de asemejarse mucho, aunque el primero mostrará una evolución menos fluctuante.
Pues bien, dentro de la primera de las grandes etapas de crecimiento que se han venido considerando (1960-1974), el aumento del PIB superó con frecuencia el del PIB potencial, algo que también ocurrió en la segunda mitad de los años ochenta y en la expansión del decenio de 2000 (gráfico 7). Por el contrario, dentro de la etapa de pronunciada crisis económica iniciada a mediados de la década de 1970, destacaron algunos años por su carácter particularmente recesivo. Llama también la atención la reducción del PIB en el año 1993, que obedece sobre todo al efecto alcista sobre los tipos de interés derivado del proceso de unificación de Alemania, y desde luego, la de 2009, consecuencia del efecto combinado del ajuste de la burbuja inmobiliaria española y la crisis financiera internacional, que alejó mucho el PIB real del potencial, al tiempo que paralizó el ascenso de este. Con la recuperación de esa crisis, el PIB potencial retomó su senda alcista, y fue superado por el PIB real en los dos años anteriores a la pandemia del coronavirus.
Se ha de prestar atención ahora a las causas específicas de todas estas fluctuaciones. Para identificarlas bien, resulta necesario distinguir entre perturbaciones de demanda y de oferta, lo que obliga a analizar los desequilibrios macroeconómicos que las han acompañado, pues son diferentes según se trate de uno u otro tipo de shocks.
• Los shocks de demanda, al impulsar el gasto agregado, dan lugar a movimientos en la misma dirección de la producción y de los precios (también del tipo de cambio real) y a movimientos en sentido contrario del saldo de la cuenta corriente, al estimular las importaciones.
Gráfico 7. PIB potencial y PIB real en España, 1965-2020
(miles de millones de euros de 2015)
Fuentes: Eurostat e INE.
• Por el contrario, los shocks de oferta dan lugar a movimientos en sentido contrapuesto de la producción y los precios: por ejemplo, un aumento de la productividad origina incrementos en la producción y reducciones en los precios y en el tipo de cambio real, lo que mejora el saldo de la cuenta corriente.
No todos los shocks tienen los mismos efectos sobre la producción. Los de demanda suelen considerarse relativamente transitorios, aunque con frecuencia tienen efectos duraderos. Entre los de oferta, los avances en la PTF tienen efectos permanentes, pues suponen aumentos estables en la oferta agregada. También los tienen los aumentos de la inmigración.
Aunque en el origen de las fluctuaciones españolas –como en las de otros países– se han mezclado factores de demanda y de oferta, puede decirse que los shocks de demanda han tendido a predominar en los principales momentos expansivos de la economía española, que se han caracterizado por subidas de precios y apreciaciones del tipo de cambio real; al contrario que los periodos recesivos, en los que se ha moderado la dinámica de precios y salarios, pero siempre con algún retraso, derivado de una importante inercia salarial alcista al inicio de cada recesión, como muestra el gráfico 8. Shocks de demanda negativos también explican en gran medida la amplitud de las dos últimas crisis, la Gran Recesión y el Gran Confinamiento.
Las perturbaciones de oferta han desempeñado asimismo un papel relevante en determinados periodos. De una parte, las negativas, derivadas de las subidas del precio del crudo petrolífero y de otras materias primas, así como de los salarios reales y las cotizaciones de la seguridad social, que provocaron y sostuvieron la crisis del decenio de 1970. De otra, las positivas, despuntando las grandes ganancias de productividad del decenio de 1960, que amortiguaron el impacto sobre los precios de la elevada expansión de la demanda agregada. Más recientemente, durante los decenios de 1990 y 2000, también ha destacado el shock provocado por la masiva entrada de inmigrantes, que favoreció la expansión de la producción y el gasto agregados hasta 2007. Ya en 2020, el shock de oferta ocasionado por el cierre de las actividades productivas no esenciales.
Merece una especial atención el importante papel desempeñado por la apertura al comercio exterior entre los factores impulsores de la demanda. En efecto, abrir la economía al exterior en momentos de expansión europea (tras el fin de la autarquía, con el ingreso de España en las Comunidades Europeas y con la circulación efectiva del euro) permitió paliar con mayores exportaciones el aumento de importaciones que provocó la liberalización comercial. Pero a la expansión de la demanda externa se unió, en tales periodos, un fuerte ascenso de la demanda interna, tanto de la formación bruta de capital de las empresas –necesitadas de una mejora en sus técnicas productivas y en la calidad de sus productos para adaptarse a un marco de mayor competencia–, como del consumo nacional, que encontró un estímulo en el mayor poder adquisitivo real de la población –al abaratarse los productos cuya protección disminuía–, y en la posibilidad de acceder a una mayor variedad de bienes de importación. Estos incrementos en el gasto fueron sostenidos, y a menudo alentados, por políticas monetarias expansivas que tendieron a dotarlos de más fuerza.
El rápido aumento de la demanda en esas fases expansivas provocó tensiones alcistas sobre los salarios y precios, al tiempo que un déficit en el comercio exterior (gráficos 8 y 9). Para atajar ambos desequilibrios, los gobiernos previos a la adopción de la moneda única europea tomaron con frecuencia medidas de contención monetaria y fiscal, de estabilización, que frenaron el crecimiento económico y la creación de empleo; además, con idéntico objetivo estabilizador, procedieron a devaluar la moneda, buscando restablecer la competitividad perdida, mejorar el equilibrio de las cuentas exteriores y preparar una nueva etapa de expansión, en la que a menudo los desequilibrios citados volvieron a presentarse.
Gráfico 8. Evolución de la tasa de desempleo y de las tasas de variación de los precios y los salarios en España, 1961-2020
(porcentajes)
Fuentes: Eurostat e INE.
Gráfico 9. Déficit exterior y déficit público en España, 1961-2020
(valores corrientes en porcentaje del PIB)
Nota: Valores negativos indican déficit.
Fuentes: Eurostat y FMI.
No obstante, este esquema de evolución y actuaciones se aplica en una menor medida a la última fase de apertura exterior, la que tiene lugar tras la adopción del euro, y más claramente, con su circulación efectiva desde 2002 y hasta 2007. En este periodo, la expansión de la economía descansó sobre bases diferentes. Ante todo, en un shock positivo de demanda, la ampliación del crédito disponible para familias y empresas, con un sensible descenso de los tipos de interés (efecto parcialmente derivado de la desaparición de la prima de riesgo que exigían los inversores en España antes de su pertenencia al euro). Este shock impulsó la demanda interior, y con especial intensidad la formación bruta de capital en inmuebles. La producción no pudo responder a este impulso tan notable, aun cuando creció de forma apreciable, contando con un shock positivo de oferta, el fuerte incremento en el número de inmigrantes. El resultado fue un formidable aumento del déficit exterior que, al contrario que en ocasiones anteriores, no pudo ser corregido con una devaluación de la moneda, al no disponer ya España de moneda propia. Con todo, la disminución de la demanda nacional durante la Gran Recesión y el notable ascenso de las exportaciones consiguieron, primero eliminarlo, y luego transformarlo en un superávit. También contribuyó a ello una cierta y costosa devaluación interna, a través de la reducción de costes y precios (véase el capítulo 20).
En definitiva, la explicación de la especial intensidad de las fluctuaciones españolas, cuando se compara con la media europea, parece descansar en el tardío proceso de apertura a la competencia internacional y en la también tardía (y quizá por ello masiva y rápida) entrada de inmigrantes, dos fenómenos que, por otra parte, han acentuado las semejanzas de la economía y la política económica españolas con las de los principales países europeos. Pero también descansa en una configuración del mercado de trabajo peculiar, que dificulta que la evolución de los salarios se ajuste al ciclo económico y fomenta el empleo temporal. Con la corrección de estas peculiaridades, ya iniciada con la reforma laboral de 2012, debería esperarse que el crecimiento económico español experimentara fluctuaciones más moderadas en el futuro.
En todo caso, como consecuencia de esas mayores fluctuaciones en la dinámica del PIB per cápita, España ha tendido a mostrar en el largo periodo aquí estudiado mayores desequilibrios macroeconómicos que las economías que lideran la Europa comunitaria. La inflación y el desempleo han tendido a ser más elevados, al igual que el déficit del comercio de bienes y servicios, y el de la cuenta corriente y de capital. En cambio, el déficit público ha tendido a situarse ligeramente por debajo del nivel medio comunitario.
La participación de España en el proceso de integración monetaria europea exigió y supuso una drástica reducción de la mayor parte de sus desequilibrios macroeconómicos (véanse de nuevo los gráficos 8 y 9), mientras que la Gran Recesión tendió a intensificarlos (véase el Apéndice que sigue a este capítulo). Solo el déficit del comercio exterior se ha comportado de manera opuesta, revelando su tradicional carácter anticíclico, esto es, creciendo en la etapa expansiva y reduciéndose en la recesiva. No obstante, algo parece estar cambiado en este último aspecto, fruto del intenso proceso de internacionalización de las empresas españolas y la buena marcha del turismo hasta 2019, pues a pesar de lograr un aumento medio del PIB superior al 3 por 100 durante el periodo 2015-2018, la economía española no incrementó su déficit exterior, algo inusual en su historia reciente. Es más, anota ya nueve ejercicios sucesivos con superávit en su cuenta corriente, incluido el de 2020. Parece pues estar afirmándose en España una nueva forma de crecimiento económico que compatibiliza el aumento del PIB con la ausencia de desequilibrios exteriores que impidan su continuidad. Es aún pronto para saber si la pandemia, con su acusado impacto en los flujos de bienes y servicios con el exterior, especialmente en los de turismo, podría alterar esta nueva pauta.