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4. Determinantes del crecimiento a largo plazo 4.1. El papel de la productividad del trabajo

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Un aumento de la renta per cápita puede conseguirse, bien porque se agrande el porcentaje de la población que realiza actividades productivas (la relación entre empleados y población total, o empleo per cápita), o bien porque aumente el rendimiento del trabajador medio o la productividad del trabajo (relación entre renta y número de empleados). De hecho, la renta por habitante no es sino el producto de estas dos relaciones, es decir:


y su tasa de variación puede calcularse, de forma aproximada, por la suma de las tasas de variación de ambas ratios.

Esto no significa, sin embargo, que el crecimiento pueda lograrse indistintamente por cualquiera de estas dos vías, ya que existen límites para el aumento de la proporción de población empleada, derivados de factores demográficos, culturales y sociales. Además, dicho aumento requiere la ampliación de la capacidad de producción que, a su vez, depende de la eficiencia con la que se producen los bienes y servicios, base de la competitividad de una nación en el mercado internacional. La productividad del trabajo aparece, así, como la pieza clave del crecimiento económico. Solo un crecimiento basado en ella permite el incremento del salario real y de la renta familiar.

El cuadro 2 muestra en sus dos primeras columnas la estrecha relación esperada entre el aumento del PIB per cápita y la productividad del trabajo para un conjunto de países desarrollados y para todo el largo periodo aquí estudiado. También deja ver, en la tercera de las columnas, una estabilización, cuando no una reducción, del empleo per cápita en la mayoría de los países comunitarios, en contraste con Estados Unidos.

No obstante, la consideración de un intervalo temporal tan amplio como un todo homogéneo resulta engañosa. La distinción del periodo posterior a 1985, al que se refieren los datos de las tres últimas columnas del cuadro citado, permite observar que todos los países europeos contemplados cambian su pauta de crecimiento a lo largo de la década de 1990, aumentando sensiblemente su capacidad de generación de empleo, al contrario que Estados Unidos. España e Irlanda ejemplifican y protagonizan este cambio de modelo, pues si destacan por la reducción de su empleo por habitante con anterioridad a 1985, también lo hacen por el aumento de este en los años más recientes.

Cuadro 2. Crecimiento y productividad del trabajo. Comparación internacional, 1961-2020

(tasas de variación acumulativas)

1961-20201961-19851986-2020
PIBpc1Productividad del trabajo2Empleo per cápita3PIBpc1Productividad del trabajo2Empleo per cápita3PIBpc1Productividad del trabajo2Empleo per cápita3
Alemania1,71,50,22,82,9-0,11,00,40,6
España2,32,5-0,23,64,9-1,31,30,80,5
Francia1,92,2-0,33,23,7-0,51,01,2-0,2
Grecia2,12,2-0,14,55,0-0,50,40,30,1
Irlanda3,73,40,33,14,0-0,94,03,10,9
Italia1,82,1-0,33,73,9-0,20,50,8-0,3
Portugal2,83,0-0,14,04,5-0,52,01,60,2
Reino Unido1,71,60,12,22,4-0,21,31,00,3
UE-151,91,90,03,03,3-0,31,10,90,2
UE-284ndndndndndnd1,10,90,2
Estados Unidos1,81,60,22,41,70,71,41,6-0,2
Japón3,02,90,15,55,6-0,11,21,20,0

Notas: (1) PIB real per cápita. (2) PIB real por empleado. (3) Proporción de la población total con empleo. (4) Periodo 1996-2020.

Fuente: Comisión Europea, AMECO.

Las diferentes dinámicas en el empleo per cápita según los países guardan relación con la también dispar evolución de un factor demográfico clave, la proporción que representa la población en edad de trabajar (PET) en el total de la población, a su vez dependiente de la natalidad en los años anteriores. En efecto, el empleo per cápita no es sino el producto de la tasa de empleo (empleados/PET) por la proporción de población en edad de trabajar (PET/Población). El cuadro 3 muestra que el ascenso de la población en edad de trabajar fue más intenso en Estados Unidos que en la Europa Occidental durante los decenios de 1960 y 1970, así como que en los países europeos menos desarrollados, España e Irlanda en particular, ese ascenso fue algo más tardío y se prolongó durante bastante más tiempo. Esto último se debió a un retraso en el baby boom y a una posterior e intensa entrada de inmigrantes.

Cuadro 3. Importancia de la población en edad de trabajar, 1960-2020

(porcentajes con respecto al total)

AlemaniaEspañaFranciaGreciaIrlandaItaliaPortugaR. UnidoEE.UU.Japón
196067,264,562,365,057,865,962,865,059,764,5
198569,564,765,965,560,267,664,565,666,468,1
200567,768,964,966,668,465,966,866,067,666,0
202064,765,761,263,065,263,764,663,465,458,1

Fuente: Eurostat.

Así pues, en el segundo de los periodos considerados en este análisis, el comprendido entre 1985 y 2020, España ha seguido creciendo más que la UE-15, pero lo ha hecho siguiendo pautas radicalmente diferentes a las del periodo anterior, elevando sustancialmente el empleo per cápita, para absorber un volumen creciente de población en edad de trabajar, y logrando un avance modesto en la productividad del trabajo. De esta manera, la diferencia en el aumento anual medio del PIB per cápita con la Europa comunitaria ha pasado de seis décimas, antes de 1985, a tan solo dos en el periodo trascurrido desde entonces. A tenor de la importancia que se ha atribuido aquí a la productividad del trabajo en el desarrollo de los países, el cambio brusco que ha experimentado su avance en España constituye un aspecto crucial del análisis del crecimiento económico español, al que se dedica el apartado siguiente.

Por otra parte, el PIB per cápita y la productividad del trabajo han mostrado en España, ya desde 1970, divergencias notables en su evolución, que no tienen paragón en las primeras potencias europeas (gráfico 3). Ello se debe a tres factores. El primero, la importancia ya señalada del cambio demográfico; el segundo, la dificultad para absorber la oferta creciente de trabajadores en actividades y empresas de elevada productividad, y el tercero, la peculiar organización del mercado de trabajo español, que concentra su flexibilidad en la contratación temporal, de fácil ajuste en momentos recesivos.

Así, en los años de expansión que han seguido a la entrada de España en la Europa comunitaria y a la adopción del euro, el PIB per cápita ha mostrado un crecimiento sensiblemente más intenso que la productividad. Lo contrario ha ocurrido en las etapas de recesión, en las que el empleo por habitante se ha reducido, haciendo aumentar más la productividad que el PIB per cápita. Los salarios reales –y los márgenes empresariales de los sectores más protegidos de la competencia– se han resistido en estas ocasiones a suavizar su crecimiento, impulsando al alza la productividad del trabajo a través de un costoso proceso de descenso en el empleo, que ha implicado la desaparición de los establecimientos productivos más débiles. Este comportamiento anticíclico de la productividad del trabajo en España durante las crisis es enormemente singular entre los países avanzados. Con todo, no parece que se haya vuelto a repetir durante la recesión de 2020 debida a la pandemia, gracias a la aplicación de medidas para sostener el empleo (ERTE).

Gráfico 3. PIB real per cápita y productividad del trabajo en España, 1961-2020

(tasas anuales de variación)


Fuentes: Eurostat e INE.

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