Читать книгу España, una nueva historia - José Enrique Ruiz-Domènec - Страница 14
LOS PILARES DE LA CONQUISTA
ОглавлениеLas órdenes dadas por el Senado a Escipión eran bastante claras: debía defender la frontera y bajo ningún pretexto estaba autorizado a atravesar el río Iber. Pero la guerra estaba precisamente al sur de ese río, y por ese motivo desde el primer momento fue consciente de que tendría que infringir las órdenes si quería hacer algo notable en esa campaña. Durante semanas pensó el modo de ejecutar un plan que permitiera la derrota no solo de los cartagineses de la Península, sino también de Aníbal, que seguía en Italia sembrando el pánico entre los romanos. Una situación parecida vivirá siglos más tarde Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, en Mesina, ante la encrucijada de atravesar el estrecho y poner pie en la península Italiana para recuperar Nápoles en manos francesas.
La clave de la campaña era la ciudad de Cartagena. Allí guardaban los cartagineses el tesoro, las provisiones del ejército y los rehenes que habían tomado de las diferentes tribus iberas de la región para asegurarse su fidelidad. La ciudad tenía unas sólidas murallas que desaconsejaban el asedio, pero Escipión aprovechó la circunstancia de que el grueso de los ejércitos cartagineses estaba diseminado por la Península tratando de dominar a las tribus ibéricas, para asediar la capital, que contaba con una guarnición de mil hombres. A finales del verano de 209, Escipión se presentó ante las murallas y esperó el estiaje de la laguna para atacar por el norte, logrando una fácil victoria. Mostró entonces un rasgo de su personalidad que había mantenido oculto durante la campaña y que en parte conculcaba la idea que los iberos tenían de los romanos: respetó la vida y las haciendas de los vencidos, sobre todo de la influyente colonia de mercaderes y artesanos del metal. Dejaría la crueldad para los púnicos, una clase dirigente que en situación de crisis recuperaba la costumbre de sacrificar niños a los dioses. Fue saludado como «rey» por los soldados, pero él, como buen romano, rechazó la oferta; estaba allí para hacer algo más grande.
Las consecuencias de esta brillante acción militar han sido ya estudiadas por los historiadores modernos, fijando detalles que en otros momentos habían pasado desapercibidos; baste decir que su impacto sobre la historia de España será muy duradero, tanto como su impronta en la memoria europea.