Читать книгу España, una nueva historia - José Enrique Ruiz-Domènec - Страница 15
LA CLEMENCIA DE ESCIPIÓN
ОглавлениеPolibio y Tito Livio convirtieron la clemencia de Escipión en el eje central de un detallado relato sobre la conquista de Cartagena. Ambos historiadores cuentan que unos soldados romanos, tras la toma de la ciudad, acudieron a la tienda de Escipión con una princesa ibera de excepcional belleza como botín de guerra. Era un tributo al general que les había conducido a la victoria, convencidos del interés de su jefe por las mujeres hermosas. Escipión miró a la muchacha y la muchacha miró a Escipión. Ella comentó que estaba prometida a Lucio, un jefe ibero de la región. No dijo más. Su destino estaba en manos del altivo patricio romano. Llegó al campamento el padre de la muchacha con una importante suma para su rescate. La narración alcanza aquí el valor dramático que ofrecerán más tarde la pintura y la ópera moderna. Cuando acabaron las palabras, emergió el gesto de Escipión que, con el paso del tiempo, se transformó en una leyenda: entregó a la joven a su padre y convirtió el dinero del rescate en la dote de la novia. ¿Una historia rosa? En modo alguno, solo política.
Este relato fue en un principio el gesto de indulgencia del vencedor al vencido; luego un alegato en favor de la romanización, vale decir, de la superioridad de la cultura latina, como muestra el soneto de Quevedo «Faltar pudo a Escipión Roma opulenta»; finalmente, una afirmación del humanismo frente a la barbarie. La pintura renacentista y barroca quedó fascinada por él. Giovanni Bellini, Anthony van Dyck, Nicolas Poussin o Tiépolo describieron la escena; como también ocurrió con numerosas óperas (hasta diecinueve entre 1664 y 1815) realizadas por Francesco Cavalli, Alessandro Scarlatti, Tomaso Albinoni, Georg Friedrich Händel o Johann Christian Bach. El relato de los viejos historiadores romanos entró en el corazón de los europeos como una metáfora de la guerra como un proceso de civilización.
Cuanto más se extendía la conquista militar romana en la península Ibérica, más valor político ganaba el gesto de Escipión. Los pueblos de la Península se enfrentaron entonces en lo que bien podría considerarse la primera guerra civil «española». En efecto, allí comenzó todo y desde ese momento, a lo largo de los siglos, ha sido así con independencia de la época histórica en la que se desarrolle: cuatro partidarios de Roma mueren mientras matan a cinco partidarios de Cartago. Lo que quiso ser un gesto elegante se trocó en el origen de un largo y cruel enfrentamiento. Cuando los habitantes de Cartagena y su territorio vieron la ciudad convertida en un municipio romano, solo observaron recelo entre los antiguos amigos. Sin embargo, los soldados púnicos situaron la guerra en el territorio del sacrificio, donde los iberos encontraron el mismo destino que con el paso de los siglos encontrarán los españoles, morir y matar, sin saber los motivos. Para Escipión en cambio esta brillante maniobra militar le brindó fama y tiempo, e hizo que los latosos senadores de la República le dejaran en paz mientras se ocupaba de Aníbal.