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2.2. La teleasistencia avanzada como complemento: la necesaria remodelación de las viviendas

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La permanencia de la persona dependiente en su domicilio, recibiendo cuidados profesionalizados, requiere, como premisa básica de partida, disponer de una vivienda digna, pues, en muchas ocasiones, las condiciones de habitabilidad, sobre todo en las zonas rurales y en barrios urbanos deprimidos, son pésimas al tratarse de construcciones antiguas y muy poco cuidadas por sus propietarios, normalmente de edad avanzada. Por un lado, las características de la vivienda en términos de accesibilidad y habitabilidad son fundamentales para determinar la viabilidad de las atenciones in situ. Por otro lado, las condiciones del domicilio del anciano como espacio de trabajo son muy importantes en términos de salud laboral y prevención de riesgos laborales de los profesionales asistentes. Ambas cuestiones son de especial relevancia si se pretende impulsar el servicio de ayuda a domicilio de calidad, complementado con el de teleasistencia53.

La permanencia en la vivienda de la persona dependiente demanda contar con domicilios remodelados, dotados de condiciones óptimas de confortabilidad, carentes de barreras arquitectónicas y respetuosos con el medio ambiente, ubicados, al tiempo, en asentamientos pertrechados de servicios telemáticos, educativos, sanitarios y de transporte colectivo54. Las viviendas deben de adaptarse, por ende, en aras a conseguir los imperativos de dignidad vital y eficiencia energética, contando con una suficiente ventilación, una correcta iluminación, un adecuado confort término, unas fáciles condiciones de accesibilidad, un óptimo saneamiento y una pertinente implementación de medidas de higienización respecto del tratamiento de aguas residuales55, exigiendo la pertinente dotación de recursos públicos para el desarrollo de políticas destinadas al denominado “urbanismo social” por el que apuesta la Cumbre Mundial de Naciones Unidas celebrada en Nueva York entre el 25 y 27 de septiembre de 2015, con carácter previo a la celebración de la 70.ª Asamblea General, que concluye con la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre los cuales se encuentra asegurar que “las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”56.

Sin duda, las zonas habitadas deben de garantizar el bienestar de sus habitantes, integrando los criterios de sostenibilidad en todos los ámbitos y niveles, con el objetivo de asegurar el bienestar ambiental y la cohesión social en las viejas edificaciones, y deben asimismo tener en cuenta la relación entre los diferentes elementos que las componen (infraestructuras, entorno natural, edificación y movilidad) como claves del desarrollo empresarial y para la permanencia en las viviendas en situaciones de dependencia. Se trata de aplicar el principio del desarrollo sostenible, poniendo el acento en la regeneración de los núcleos de población, con espacios públicos y dotaciones de servicios de calidad y unas condiciones ambientales que hagan espacios para vivir más y mejor, recibiendo cuidados cuando sea necesario57, todo ello previa dotación de un sistema de ayudas económicas para incorporar las mejores técnicas disponibles58, teniendo en cuenta la doble funcionalidad del domicilio, no por conocida menos digna de reiteración: por una parte, como soporte para la viabilidad del cuidado de las personas ancianos en el hogar; por otra, como espacio de trabajo para quienes se ocupan de dispensar los cuidados al objeto de garantizar una adecuada prevención de riesgos laborales59.

Es más, la adaptación del hogar donde se vayan a recibir los cuidados no sólo ha de garantizar la seguridad, comodidad y la supresión de barreras, sino la interactividad dinámica con el fin de permitir encuentros virtuales bidireccionales capaces de paliar la sensación de soledad a través del servicio de teleasistencia.

En su primera versión, la teleasistencia consistía en una simple telealarma destinada a ofrecer al anciano o dependiente que vivía solo (o se encontraba en tal situación en ese momento) una vía sencilla de comunicación en busca de auxilio en caso de emergencia (caída, malestar...), tanto en la vivienda como fuera de ella. Pulsando el botón de ayuda, el operador especialista avisaba a los familiares y a los servicios de emergencia y se activaba una comunicación con el afectado. Así, de forma expeditiva, servía al objetivo de detectar y prevenir situaciones de riesgo, activando una pronta respuesta. Pero en el momento presente la teleasistencia no puede consistir únicamente en la dotación de un dispositivo de seguridad de fácil manipulación y de una conexión telefónica, sino que es necesario aprovechar los avances de la ciencia para dispensar un servicio más completo con detección de movimiento, geolocalización dentro y fuera del domicilio (incluyendo el establecimiento de un área de seguridad superada la cual salta un aviso en la centralita), monitorización de constantes, convulsiones o enuresis, detección de riesgos o emergencias por incidencias (escapes de gas, de agua, de fuego y otras), detección de alteraciones en los hábitos o rutinas (que pueden alertar sobre circunstancias que requieran atención), incluidas posibles caídas, atención psicológica diaria, gestión de consultas médicas, tele-estimulación cognitiva, tele-rehabilitación física y funcional, seguimiento nutricional, auxilio en movimientos, soporte al tratamiento farmacológico o protocolos especiales (atención en situaciones de duelo o ante contingencias y grandes catástrofes o prevención del maltrato y del suicidio, por ejemplo)60.

Todo ello exige traer a colación las dificultades planteadas cuando los usuarios son personas mayores de áreas rurales, donde confluyen cuatro elementos integrantes de la conocida como brecha digital: la carencia de recursos informáticos adaptados, la falta de habilidades digitales, la ausencia de conexión a internet en determinadas áreas geográficas y la ingente inversión necesaria para su óptimo funcionamiento (computación cuántica, inteligencia artificial, nanorobots, cyborgización, interfaces cerebro-ordenador, sensores, tricodificadores médicos, realidad virtual y aumentada o impresión en 3D)61. Para que este servicio sea operativo en cualquier parte del territorio español previamente debe garantizarse, como primer paso, el acceso a las infraestructuras digitales para el conjunto de los ciudadanos y no solo a aquellos que, por conocimientos informáticos o residir en una zona geográfica determinada dispongan de mayores oportunidades en la línea marcada por la Agenda Digital 2025, a fin de lograr precisamente en esa anualidad una conectividad digital adecuada para toda la población, con una cobertura de 100 Mbp62. Además, es necesario incorporar a los hogares instalaciones de cámaras y sensores y dotaciones de aparatos electrónicos e informáticos, adiestrando a los usuarios en su manejo cotidiano y convenciéndoles de su utilidad. Y, por último y no menos importante, debe implantarse un modelo eficaz de coordinación entre profesionales de la salud, trabajadores sociales y servicios de emergencia.

Agenda 2030, Desarrollo Sostenible e Igualdad

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