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El camino de la vida

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El camino de la vida tiene cuatro aspectos para resaltar: la perfección evangélica, la limosna, el segundo mandamiento y, finalmente, hacer el bien, con los deberes que trae consigo dicho bien.

La perfección evangélica se entiende por la exactitud de los preceptos; no hay posibilidad de dobles interpretaciones: hay una sola intencionalidad–bendecid a los que os maldicen–. La limosna, el signo de dar sin esperar nada a cambio, es uno de los aspectos más insistentes de la Didajé, que se encuentra coordinado con la lógica de la perfección evangélica. El medio más concreto para donar se encuentra en la limosna (Ayan, 2002, p. 39).

La diatriba del segundo mandamiento consiste en unos preceptos sencillos pero muy claros. Se centra en no matar, no robar, no fornicar, no odiar, etcétera. En definitiva, el segundo mandamiento trata de manera radical pero sencilla de cuidar responsablemente al otro. Por último, hacer el bien consiste en diferenciar las virtudes de los vicios, sin llegar a describir esquemas especulativos sobre los unos y los otros. Se invita así a los catecúmenos con la catequesis a precisar los deberes para la comunidad cristiana, deberes para con la familia cristiana, el deber universal del cristiano y, finalmente, la confesión de los pecados (Ayan, 2002, p. 39).

Repensando la catequesis

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