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Características del catequista

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Para caracterizar a la persona denominada catequista se requiere definir los vocablos de catequesis y de catecúmeno, elementos que dan vida a la comunicación del mensaje salvífico. Catequesis viene del griego κατηχισμός, de κατηχεῖν (“instruir”). Katechein es literalmente “resonar”, “hacer eco”. Este primer significado etimológico hace comprender que la catequesis es como la resonancia de una palabra ya dicha, la de Dios: “El verbo catequizar tiene el significado de contar, de instruir, de enseñar a viva voz” (Duran, 2009). La persona a que le llega la catequesis se llama catecúmeno. En la iglesia de los primeros tiempos, el catecúmeno no había sido todavía iniciado en los sagrados misterios, pero pasaba por un curso de preparación para este propósito. La palabra aparece en Gálatas VI, 6: “Dejen al que es instruido en la palabra, [ho katechoumenos, is qui catechizatur] participarle a quien le instruye [to katechounti, ei qui cathechizat] de toda clase de bienes”12. Conforme con el análisis de la didaché, el catequista tiene una triple dimensión: apóstol, profeta y maestro. Apóstol, por su tarea misionera; profeta, por su carácter exhortativo y de consolación, y maestro, porque se diferencia de los estoicos y los cínicos, que presumen de sabiduría y de conocimiento, sin asideros testimoniales en la realidad.

Repensando la catequesis

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