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Pistas pedagógicas de la Didajé para el catequista de hoy

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El catequista del siglo XXI se encuentra inserto en una serie de mentalidades, racionalidades y visiones de la fe (gracias al patrimonio cultural) inferidas de una modernidad subjetiva8, relativista9, escéptica10 y hedonista11. Su tarea catequética se ubica en los terrenos de la complejidad (Morin, 1990) debido a la incertidumbre de las acciones encaminadas a la comunicación, recepción y proposición de la fe; a unos hombres y mujeres que tienen internalizada la paradoja de lo cierto y lo incierto, de lo estable y lo inestable, de lo evidente y lo azaroso. Esta tensión constituye un panorama diverso de creencias, de multiculturalidades religiosas y pluralidades perceptivas de la fe, expresadas desde una lógica de la debilidad, de lo líquido y de lo borroso. A esto se aúnan las tendencias radicales de la subjetividad posmoderna, que se han transformado en las nuevas mentalidades narcisistas de la actualidad hipermoderna.

En el contexto de un pensamiento y una sociedad débil, la fe se ubica en un contexto posmoderno relativo cuya lógica blanda se interpone “frente a una lógica férrea y unívoca, necesidad de dar libre curso a la interpretación […], una visión mundial de las culturas” (Vattimo, 1990, p. 39). La perspectiva de una fe desde la lógica líquida se caracteriza por el hecho de que externamente se muestra sólida, pero si se observa detenidamente, en su interior es frágil, desgarrada y muy ligera (Bauman, 1990), debido a la transitoriedad, la liberación institucional y la desterritorialización de lo sagrado. La lógica de la fe desde la borrosidad se plantea en términos de coherencia, pues una proposición es verdadera o falsa según la estructura del sistema junto con sus reglas. Esta relación se encuentra imbricada en las proposiciones (Koskov, 1993). Por lo tanto, la correspondencia de una proposición, si es verdadera o falsa, está en conformidad con la estructura proposicional junto con la realidad.

Estas posiciones epistémicas, lógicas y éticas, producto de la modernidad subjetiva, se han profundizado y radicalizado con las diferentes expresiones narcisistas de la posmodernidad (Lipovetsky, 1996), cuya fe se centra en el placer y el hedonismo. Se trata de una fe psicologizante, que causa bienestar y seguridad personal. La fe de lo efímero (Lipovetsky, 2007), que se ubica en aquella creencia del milagro epidérmico, superficial y fugaz, que no requiere ningún tipo de compromiso con el otro, sino una terapia agenciadora de la yoidad humana. La fe de la hipermodernidad (Lipovetsky, 2004) se manifiesta en la convicción narcisa de asegurar una imagen del rigor, del trabajo, del profesionalimo y de la brillantez personal; no obstante, este mismo hombre vive angustiado, agobiado, desestructurado internamente y fragmentado externamente, por la corresponsabilidad de esa imagen que requiere mantener. Por ello el bienestar y la imagen personal que se requiere conservar se aseguran desde una fe de la pusilanimidad, de la fobia y de lo medroso. La catequesis del siglo XXI es un entrecruzamiento de expresiones racionales que forma un encuadramiento complejo en lo cultural, lo social y lo filosófico que no ha sido muy diferente con respecto a los primeros años de la cristiandad. El desarrollo de este último apartado tiene tres momentos: la identificación de las características del catequista, el lenguaje que se emplea para comunicar la fe, y el rescate de los aspectos pedagógicos desde la Didajé para la catequesis de hoy.

Repensando la catequesis

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