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El lenguaje del catequista

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Las características del lenguaje del catequista se inspiran en la misma Didajé, que se encuentra escrita en un tono de aseveración, sin una reserva, restricción o vacilación en lo que afirma, ordena y manda. El autor no se nos presenta como depositario personal de una revelación, sino como mero transmisor de una doctrina, ya firme y recibida: “la síntesis de las enseñanzas morales y de las prescripciones prácticas antes de separarse de ellas, al sentirse aguijoneado por el Espíritu camino de otras tierras y a la búsqueda de otras almas” (Ayan, 2002, p. 170). El estilo comunicativo se encuentra en su su sencillez y evidencia inmediata: en realidad se podría atribuir el apelativo de lengua catequética a las catequesis13 “en que se enseñó primero la doctrina cristiana y se propagó en alas del viento la palabra de Jesús y de dónde había de salir la maravilla única de la divina, épica y (nunca igualada) sencillez de los evangelios” (Ayan, 2002, p. 74). Lo más importante está en la inspiración divina que debe estar contenida en el lenguaje catequético, como se encuentra en la misma Didajé: “lleva algo de alma cristiana, grave y profunda, a par de ferviente y elevada, del anónimo catequista que la redactara. Este catequista escribe como manda el que hable siempre al cristiano: con palabra henchía de acción” (II, 5) (Ayan, 2002, p. 74).

Repensando la catequesis

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