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1.2. DISCIPLINA Y PODERÍO BÉLICO DE LAS CIVILIZACIONES

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La necesidad de contar con un sistema de normas relativa a la organización y disciplina de los ejércitos, cualquiera que sea su denominación (legiones, mesnadas, tercios, regimientos o brigadas) hasta llegar a las modernas Fuerzas Armadas (en adelante FAS) proviene de muy antiguo y tuvo siempre por fundamento y justificación la defensa en armas de la comunidad políticamente organizada (ya sea la tribu, los pueblos, la polis o el Estado).

La existencia de la Milicia ha estado unida históricamente al ejercicio de fuertes facultades sancionadoras inherentes a quienes dirigían los ejércitos, que siempre han sentido la imperiosa necesidad de mantener la disciplina, y sin la cual no pueden existir9.

Puede decirse que la presencia de normas para el mantenimiento de la disciplina, por rudimentarias que estas fuesen, es consustancial a la existencia misma de huestes militares, más o menos organizados, dotados de jefes militares jerárquicamente responsables dentro de una organización política estable10. En relación con ello, De Querol y Durán ha señalado con acierto que: “dondequiera que hayan existido fuerzas armadas regulares y organizadas han funcionado, más o menos embrionariamente, las leyes y justicia de carácter militar específico, porque siempre ha sido facultad y deber del mando mantener las huestes sobre las que se ejerce disciplina, a cuyo fin es indispensable el uso rápido y eficaz del poder punitivo”11. Es así que la preocupación por la necesidad de la regulación interna en los ejércitos es sentida incluso antes de que existieran los Ejércitos permanentes12.

Sobre la existencia de normas disciplinarias, basadas en la aplicación de rectos preceptos de orden atinentes al desarrollo de la guerra, y al mantenimiento de una estricta disciplina en el seno de las huestes militares, nos han llegado diversos testimonios históricos13.

En el antiguo Egipto, aparece la primera organización militar constituida en torno al Rey Ramsés II a quien se atribuye, por la capacidad de disciplina e instrucción sobre sus grandes formaciones de infantería, el nacimiento del ejército regular hacia el año 1225 adC. En la Biblia, podemos encontrar muestras de la existencia de un Derecho militar íntimamente compenetrado con la organización social y política del pueblo (Libro de los Números II), profundo en las excepciones que marca el servicio (Deuteronomio, XX 1 á 8) y en la que también se fijan las normas fundamentales en torno a la guerra (Id. Id. 9 á 20)14.

También, conocida es la importancia de la severidad de las normas marciales en la Grecia Antigua. Las milicias de las ciudades-estado se caracterizaron desde sus orígenes por la rígida disciplina de sus tropas, fundamentalmente organizadas en torno a la preparación física y el continuo entrenamiento militar (en especial los espartanos)15, donde referencias a la importancia militar de la disciplina pueden contemplarse, incluso, en el poeta Homero16. De toda esta tradición, fue perfecta heredera Roma, elevando al máximo exponente los postulados de la disciplina militar, cuya organización castrense y poderío bélico le llevaron a conformar un Imperio que duraría siglos17.

Nos interesa, no obstante, retener como idea que es la organización de la fuerza militar en base a la disciplina, y no tanto los avances técnicos en materia militar, lo que confirió el predominio de estas civilizaciones sobre sus coetáneas.

Régimen disciplinario castrense

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