Читать книгу Hermesiana - Jose María Matás - Страница 16
ОглавлениеWells, el visionario
En 1894, un joven escritor aficionado a la Ciencia es instado por su editor a que reelabore un relato que recrea la posibilidad de un viaje al futuro. La historia, novelada en apenas 15 días, se convertirá en un éxito instantáneo y poblará de fantasías la imaginación de generaciones enteras. Lo anterior podría ser un fragmento de la biografía de un escritor en el momento justo en el que se produce el encuentro esencial de su vida, allí donde confluyen vocación y situación, dedicación y destino. Lo cierto es que más de un siglo después La máquina del tiempo de H. G. Wells sigue despertando admiración, no solo por los valores literarios que el libro encierra, sino por la “validez” científica de sus fantásticos postulados.
Fue Einstein quien hace un siglo ya predijo aquello de que «el movimiento afecta al tiempo». Su teoría de la relatividad sentó la base sobre la que investigadores actuales siguen devanándose sus generosos sesos. Es el caso del físico británico Paul Davies, quien manifestaba esta semana a su paso por España que el viaje al futuro «es posible». Es más, lo podría ser además de un modo no muy lejano, ya que la instalación en Ginebra de aquí a unos años de un acelerador de partículas «generará suficiente energía como para crear gusanos artificiales y poder experimentar con ellos».
La Ciencia hace tiempo que recorre el camino que en su día marcó la literatura, del mismo modo que la realidad termina convertida en una mala copia del arte.
Y en esto Wells resulta paradigmático. Y si no, que se lo digan también a otra pareja de científicos estadounidenses. Sus nombres, Andrea Alù y Nader Enghea. Su descubrimiento: haber diseñado un sistema que podría hacer «invisibles» los objetos a través de una especie de escudo que impide que la luz reflejada por los mismos llegue a ser percibida por el observador. En definitiva, que los hace imperceptibles al ojo humano. ¿Les suena? Claro, es El hombre invisible, otra de las iluminaciones del «Shakespeare de la ficción». Este escudo de invisibilidad, una de esas recreaciones de la mente infantil, especialmente si el niño en cuestión ha crecido viendo la versión cinematográfica en blanco y negro del clásico de Wells podría, pues, hacerse realidad antes que tarde, confirmando una vez más que no hay prácticamente sueño o delirio humano que escape a la posibilidad de realizarse.
Máquinas del tiempo, hombres invisibles, y ¿por qué no, invasiones alienígenas? En esto también se nos ha adelantado la imaginación creadora de escritores como Wells. Y justo es reconocerlo en un momento, como el actual, en el que todo parece encaminado a demostrar que la vida en el universo no es un don exclusivo de los humanos. Evidentemente, la invasión que Wells fabula en La guerra de los mundos resulta estéticamente ingenua al observador actual, más asociada a cierto cine de dudosa calidad que a un temor propio de nuestro tiempo. Piénsese que la amenaza extraterrestre fue sutilmente utilizada por la clase dirigente estadounidense para cerrar filas en torno a la unidad nacional frente a otra amenaza más definida que venía también del exterior, pero sin salirse del planeta: el comunismo.
Pero como sea, la aventura marciana que estamos viviendo –aunque a la inversa– también fue avizorada por este creador inquieto y soñador, socialista humanista que formó parte de una de las generaciones más ricas de la literatura y el pensamiento universal y que, como en la célebre máquina, siguen acompañándonos a través del tiempo.
[18 de marzo de 2005]