Читать книгу Del poder a la cárcel - Juan Carlos Gruttulini - Страница 15
Capítulo -9- El reparto del robo
ОглавлениеCuando llegan a la mansión, estacionan frente a la fuente de agua. Pablo, que los estaba esperando, les ayuda a bajar los bolsos.
Chávez le pregunta:
—¿Dónde está La Morsa?
—El señor los espera en la biblioteca.
Ingresan al edificio y van al lugar indicado, La Morsa, que estaba sentado revisando unos papeles en su escritorio, al verlos llegar deja todo y poniéndose de pie, les pregunta.
—¿Algún problema, muchachos?
Chávez sonriendo le responde.
—¡Ningún problema! Todo salió de acuerdo a lo planeado… Sin tener que usar la violencia para el asalto, ni tuvimos problema al salir del lugar… Diría, un golpe perfecto.
—¿Y la plata, dónde la dejaron? —Pregunta, al no ver los bolsos.
—Pablo se encargó de llevar los bolsos a tu oficina.
La Morsa mira a los otros tres y les dice.
—¿Qué les parece a ustedes si se van a poner cómodos, mientras nosotros vamos a mi oficina a charlar y servirnos un trago?
Alberto, haciéndole un gesto a los otros dos, le responde:
—Lo que usted diga, jefe. —Y se retiraron hacia sus habitaciones, para cambiarse la ropa.
Cuando ya estaban cómodamente sentados en la oficina y con una copa de whisky con hielo en la mano, La Morsa le dice:
—Te felicito por el éxito de la operación, ahora contame los detalles.
Chávez le hace un relato de todo lo sucedido en la financiera, incluido el cachiporrazo a Rossi y lo dejado como premio a Omar.
La Morsa, entusiasmado por el relato, aplaude mientras le dice:
—¡Te felicito! Salió mejor de lo que yo me imaginé.
—¡Sí! Pero hay que ver cómo reacciona esta gente, a la que le sacamos el botín. No creo que se queden tan tranquilos, seguro que harán la denuncia y la policía comenzará a rastrear los billetes.
—De eso quédate absolutamente tranquilo, esta es una cueva financiera, donde hacen lavado de dinero en negro y esta plata no está declarada en ningún lado, por lo que nunca van a hacer una denuncia policial, porque al tener que dar cuenta de dónde provenía el dinero, la agencia de recaudaciones del Estado los llevaría presos a ellos, por malversación de fondos y lavado de dinero.
—Con razón estabas tan tranquilo y te tomaste todo el tiempo para planear el golpe.
—¡Sí! Tuve que planearlo muy bien y esperar el momento oportuno, de acuerdo a la información que me iba otorgando Rossi; Cuando ya estaba seguro de que el golpe valía la pena, por el volumen de dólares que iban a mover, fue cuando te indiqué que era el momento esperado… Y gracias al Señor, todo salió a pedir de boca.
—¿Y ahora qué vamos hacer con tanto dinero?
—Lo primero que tenemos que hacer con este dinero es pagar a los informantes… El primero es Rossi, por habernos dado el dato de la financiera y colaborar para que se realice el robo.
—¿Y quién es el segundo? —pregunta Chávez, intrigado por saber cuántas personas participaron en la operación.
—El segundo, pero no menos importante, es un valijero de apellido Fariña, él es el que nos pasó el dato del dinero que iba a transportar desde el sur del país, en un avión privado del empresario Lázaro Báez y a donde tenía que llevarlo, una vez que llegara a Buenos Aires… Con todos esos detalles, nos pusimos en contacto con Rossi para proponerle el negocio y él aceptó.
—¿Y cuánto le toca a cada uno?
—¡Bueno! Con Fariña negociamos, que por su información le íbamos a pagar, siempre y cuando se realizara la operación, quinientos mil dólares… Y a Rossi, por habernos facilitado los datos de la financiera y participar del plan para realizar la operación, llegamos a un acuerdo de la misma cantidad de dólares. Ahora, respecto a tus hombres, a ellos les toca un porcentaje de las ganancias que el dinero nos proporcione, de acuerdo a la inversión que vamos a realizar… En cuanto a nosotros, todo lo que logremos de acuerdo a nuestro trato, será todo al cincuenta por ciento, como lo habíamos hablado… ¿Estás de acuerdo?
—Perfectamente de acuerdo, yo soy de palabra y sé que vos también, por lo tanto no hace falta firmar ningún papel, para avalar lo que estamos tratando… Ahora respecto al negocio que vamos a emprender, ¿Tenés alguna información al respecto?
—Ya tengo en trato, un hermoso hotel casino, donde podremos seguir haciendo negocios y a la vez, lavado de dinero, con el juego y el alquiler de las habitaciones… Que por lógica, nunca van a estar ocupadas, salvo en los libros, así justificaremos las ganancias.
—Pensaste en todo.
—Cuando uno se mueve con gente que sabe cómo vaciar empresas y defraudar al fisco, a la larga se aprende el oficio y gracias a Dios, al lado de ellos aprendí todo lo que sé… Ahora coloquemos los bolsos en la caja fuerte y luego vamos a tomar un trago y prepararnos para la cena. ¿Qué te parece?
—Excelente idea.
La Morsa abre una caja fuerte, de un tamaño considerable y coloca los bolsos en su interior, cierra la puerta y gira la combinación, toma el vaso de whisky e invita a Chávez para ir a la planta baja.
Pablo estaba en la sala de planta baja, acomodando unos libros en una repisa, cuando bajan Alberto y sus dos compañeros, vestidos con camisas y pantalones informales, se dan cuenta de que Pablo, al estar concentrado en lo que estaba haciendo, no notó la presencia de ellos. Alberto les indica que se acerquen y les dice casi susurrando:
—Vamos a darle una sorpresa al mucamo, vamos a hacer que lo asaltamos. ¿Qué les parece?
Los otros levantan los pulgares en señal de aprobación y silenciosamente se acercan al distraído Baudín, que seguía con lo suyo. Alberto rápidamente le hace una llave candado con el brazo, alrededor del cuello, mientras disimulando la voz le grita:
—¡Quédate quieto, esto es un asalto!
Inesperadamente, Pablo pasa su mano derecha por detrás del cuello de Alberto, al mismo tiempo que se impulsa hacia arriba con las piernas, haciendo que su cuerpo, por el mismo peso de la gravedad, caiga hacia adelante, produciendo que Alberto salga volando hacia adelante y se estrelle contra la pared, quedando atontado por el golpe. El Flaco y el Ronco, al ver que el ataque de su compañero falló, fueron en su defensa, pero Pablo, ya prevenido, tira una patada voladora, que impacta contra el pecho del Ronco, haciéndolo doblar en dos y quedar tirado en el piso, momento que aprovechó el Flaco, para tirarle una trompada dirigida a la cara, pero Pablo la esquiva y le toma el brazo y con el mismo impulso de su rival, le hace una toma, haciéndolo volar por el aire y caer sobre una mesita de vidrio, la cual estalló por el golpe
—Espero que esto les sirva de lección, ¿Señores ladrones? —les dice mientras les hace una reverencia, al estilo oriental.
Alberto poniéndose de pie, mientras se acomodaba la ropa le dice:
—Disculpa Pablo, solamente te quisimos hacer una broma.
Pablo sonriendo le contesta, mientras se frotaba los puños.
—Yo también les hice una broma… Si esto hubiera sido un asalto de verdad, ustedes a esta hora estarían muertos.
La Morsa, que en ese momento bajaba acompañado por Chávez y había escuchado la conversación, dice.
—Esta vez tuvieron suerte, señores, lo que les dijo Pablo es verdad, él les perdonó la vida… Pablo es cinturón negro, en lucha libre y campeón invicto en su categoría. Por algo es mi guardaespaldas personal, así que lo menos que pueden hacer, es pedirle disculpas.
—¡No hace falta! Sé que otra vez no van a cometer la misma torpeza.