Читать книгу Del poder a la cárcel - Juan Carlos Gruttulini - Страница 16
Capítulo -10- Nisman desconfiaba del gobierno
ОглавлениеGrutner ingresa al edificio de la fiscalía y es saludado por el policía que estaba de consigna, sentado detrás de un escritorio.
—¿Cómo le va, inspector?, ¿Qué anda haciendo por estos lados?
Grutner le da la mano y mientras sigue caminando le contesta.
—¿Cómo estás, Gómez, siempre rascándote las bolas?
El policía lo mira sonriente y le contesta:
—Usted es mi ejemplo maestro. —Y lanza una carcajada.
Grutner camina por los pasillos de la fiscalía, sube al segundo piso por el ascensor y se dirige a las oficinas de Nisman, cuando ingresa, lo recibe muy amablemente la secretaria.
—¿Cómo le va inspector, Grutner? Me alegra que nos venga a visitar… Hacía mucho tiempo que no lo veíamos por aquí.
—¿Qué tal, Stella? A mí también me da gusto verla… ¿No sabe si el fiscal está desocupado? Tengo la necesidad de hablar con él.
—Ya lo consulto, si gusta, tome asiento.
—Gracias, pero prefiero estar parado, si llega a estar ocupado lo espero igual.
La secretaria se comunica por el teléfono interno, hace la pregunta correspondiente y escucha la contestación, cuelga y le informa a Grutner.
—Ya puede pasar, inspector, el fiscal lo está esperando.
Cuando ingresa al despacho, Nisman, que estaba sentado detrás de su escritorio, el cual estaba lleno de carpetas y la computadora donde estaba trabajando, se levanta de su asiento para saludarlo muy amablemente, mientras le pregunta:
—¡Qué tal, J. C.! ¡Qué suerte que viniste!, justamente estaba por comunicarme con vos, para ver si tenías alguna información del robo.
—De eso justamente venía a charlar con vos… Si estás con tiempo, te explico todo lo que averigüé en estos días.
—Con tiempo no estoy, estoy completamente ocupado con el terrible caso de la voladura de la AMIA y este problema se pone cada vez más escabroso, por todos los escollos que le van poniendo en el camino… Después te voy a explicar con más detalles, cómo y quiénes quieren embarrar la cancha, para que este atentado no salga a la luz y quede en el olvido… Pero vos te mereces que me tome un tiempo y charlemos un rato tranquilo. ¡Bueno, ahora decime! ¿Qué novedades me traes?
—Lo que te traigo también es importante… Comprendo que no se puede igualar al horroroso crimen que cometieron en la AMIA y que dejó tantos muertos y heridos graves, pero también es un caso, que si no logramos frenarlo a tiempo, también va a dejar mucha juventud destruida mentalmente o muerta por la misma droga.
—Explícame, ¿De qué se trata?
—¡Bien! Siguiendo todas las pista que logré reunir, por el caso del crimen del camionero, más las que fui averiguando con sus compañeros de trabajo, los cuales me explicaron que se daban cuenta de que en algo raro andaba, porque gastaba bastante dinero, más de lo que normalmente podría ganar de acuerdo con su trabajo y que muchas veces lo veían con dos personas, que por lo que ellos sabían, eran personas que frecuentaban con delincuentes… Más la información que me brindó la propia mujer, la cual me detalló que faltaba bastante de su domicilio y que iba muy frecuentemente a un bar de bajo fondo, ubicado en la zona de Quilmes, logré llegar a un informante, el cual conocía toda esta historia y donde hacían negocios, tanto el camionero, como los que le entregaban la droga para el traslado.
—¿Y dónde se reúne esta gente? —pregunta interesado Nisman.
—Toda esta mafia se encuentra y organiza en una casucha de la villa La Cava, ubicada en la zona de Don Bosco, partido de Quilmes… Si logramos atrapar esta gente, posiblemente ubiquemos a los que hicieron la mexicaneada con el camión y de esa forma desbaratar la banda y saber dónde quedó toda la carga de cocaína.
—¿Y cuándo vas a ir tras ellos?
—Ya organicé un operativo para mañana a la tarde, que según mi informante, es cuando van a estar reunidos para un próximo golpe… Iré con tres agentes de investigaciones, los cuales irán de civil, para que podamos introducirnos en la villa sin despertar sospecha y cuando lleguemos a la casucha, allí procederemos a realizar el allanamiento… Si todo sale bien como lo plañe, los arrestaremos a todos y les sacaremos la información que necesitamos.
—Me parece un buen plan —contesta Nisman, mientras disimuladamente observa hacia todos lados.
—¡Bien! Ahora contame vos, cómo van tus investigaciones.
Nisman, poniéndose el dedo índice delante de los labios, le hace un gesto de silencio, mientras le dice:
—Realmente me gustaría contarte sobre mi trabajo, pero en este momento estoy muy ocupado, otra vez será ¡Bueno! Discúlpame, pero me tengo que ir a realizar un trámite. Si vas para la salida, ¿Te acompaño?
Grutner, sin comprender lo que estaba pasando, le sigue el juego.
—Sí, discúlpame por interrumpirte en tu trabajo… Yo también tengo cosas que hacer, por lo tanto, te acompaño hasta la salida y me voy a seguir con lo mío.
Después de indicarle a la secretaria, que si alguna persona lo buscaba iba a estar ausente por media hora, salieron de la oficina y se dirigieron a la salida del edificio, cuando se iban alejando del lugar J. C. le pregunta.
—¿Ahora me podes decir, qué está pasando?
—Cuando lleguemos al bar de la otra cuadra, te explico todo.
Cuando llegaron al lugar indicado se sentaron en una mesa al fondo del salón, desde donde podían observar la entrada al lugar y todo lo que pasaba alrededor, entonces J. C. le vuelve a preguntar:
—¿Me vas a explicar qué está pasando o querés matarme con el suspenso?
—Te explico, desde que estoy con el caso de la AMIA, me di cuenta de que los de la Secretaría de Inteligencia me están controlando los movimientos y estoy más que seguro de que pusieron cámaras en toda la oficina, por ese motivo es que te traje hasta aquí, para hablar tranquilos y sin que nadie escuche lo que te voy a decir.
Grutner, sorprendido por lo que le estaba confesando su amigo, le dice:
—¿Pero tan grave puede ser este caso?
Nisman apoya los codos sobre la mesa y con las manos se toma la cara y con un gesto de preocupación dice:
—Aunque no lo creas, con este caso me estoy jugando la vida.
—No te puedo creer, ¿De tanta gravedad puede ser la investigación que estás haciendo, como para que corras el riesgo de muerte?
—Esto que te voy a decir, es sumamente secreto, solo lo sabe el juez con el que estoy llevando la causa y ahora vos, te lo cuento porque sos de mi absoluta confianza y sé que nunca me traicionarías.
—De eso quédate completamente tranquilo, soy un hombre de palabra y vos sos como un hermano para mí, por eso, lo que tengas que contarme no saldrá de aquí.
Nisman lo mira a los ojos y ve la preocupación en el rostro de su amigo, toma un sorbo del café, que le habían traído y comienza el relato.
—Tengo más de trescientas fojas y documentos referido al caso AMIA, en los cuales puedo demostrar que fueron los Iraníes, los que cometieron el atentado a dicho lugar… También tengo los nombres de las personas que fueron partícipes de dicho atentado, pero ahora este caso se complica, porque descubrí un pacto del gobierno de Cristina, con el gobierno Iraní, para darle impunidad a los terroristas, a cambio de eso, Irán le vendería petróleo a la Argentina… Que ese sería otro negocio oculto, para seguir engrosando las arcas del kirchnerismo, pero el gobierno Iraní le exige a la presidenta, que para que se produzca ese trato, tienen que hacer desaparecer todas las pruebas, que involucran a los Iraníes en el atentado a la AMIA… Cuando llegaron a un acuerdo, la presidenta y algunas personas de su gabinete se pusieron de acuerdo con el servicio de inteligencia, para desviar las pruebas del atentado y echarles la culpa a unos fachos argentinos y de esa forma desvincular al gobierno Iraní, de toda sospecha sobre el atentado.
Grutner, con la sorpresa del relato pintada en el rostro, le dice.
—Sinceramente me dejas perplejo, con lo que me estás diciendo, si no me lo estuvieras contando vos, no lo hubiera creído… ¿Y ahora qué pensas hacer?
—Sé por gente de mi máxima confianza, que la agencia de inteligencia está recopilando datos de todas mis investigaciones, además de los datos personales de mi señora y su cargo de jueza, los cuales serían remitidos al gobierno Iraní, posiblemente, para que por orden de ellos, me amenacen o incluso atenten contra mi familia o incluso en contra de mi persona… Pero nada de eso hará que deje esta investigación y la denuncia contra la presidenta, por encubrimiento a favor de los cinco Iraníes, acusados de ser los autores intelectuales del atentado a la AMIA, entre otros.
—¡Hermano! —le dice J. C. —. Ya sabes, que sea lo que sea, conta conmigo para todo lo que necesites.
—Lo mismo te digo a vos —le responde el fiscal—. Cualquier problema que tengas mañana con el operativo, no tenés más que llamarme por el celular y estaré a tu disposición.
—Vos sabes cómo te aprecio, tanto a vos como a toda tu familia, por eso te digo que desde hoy, más que nunca, estaré pendiente de ustedes.
Nisman le agradeció el gesto de amistad que le brindaba su amigo, después siguieron hablando un rato más de distintos temas y luego de tomarse otro café, salieron del bar y se fueron caminando hasta la puerta de la fiscalía, donde se despidieron con un apretón de manos. Nisman entró al edificio y Grutner fue hasta donde había dejado su vehículo, subió y se alejó tranquilamente del lugar.