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Clases sociales y profesionalización del deporte

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Al comienzo el fútbol era practicado por estudiantes que lo tomaban como un reto, como un elevador moral —cuerpo sano, mente sana— y que, por supuesto, no pretendían cobrar por divertirse. No obstante, muchos de aquellos antiguos estudiantes, convertidos en acaudalados comerciantes e industriales, formaron equipos a los que quisieron reforzar con jugadores hábiles, incluso pagando por su concurso.

La participación de nuevos y más amplios sectores sociales en la práctica del fútbol empezó por Lancashire, en la década de 1870, y trajo consigo también los primeros intentos de profesionalización. No obstante, los finalistas de la copa hasta 1880 eran equipos de exalumnos de public schools. El primer símbolo de los cambios, en la final de 1883, fue la derrota de los exalumnos de la aristocrática escuela de Eton —los Old Etonians— a manos del Blackburn Olympic, un equipo en el que jugaban trabajadores textiles, metalúrgicos y un plomero. El capitán de los Etonians era un aristócrata: Arthur Fitzgerald Kinnaird, alumno de Cambridge, un player que destacaba por su versatilidad y vehemencia. Corpulento y con una larga barba pelirroja, resultaba inconfundible. Posteriormente Lord Kinnaird sería presidente de la Football Association.

Los crecientes niveles de competencia hicieron necesarias las prácticas y el concurso de los mejores jugadores. Estos surgían también de los sectores populares, a los que no les sobraba el dinero para cambiar una tarde de trabajo por una de fútbol ni contaban con los medios para ir a competir de un lado a otro. La profesionalización llegaba de la mano de quienes debían trabajar para vivir.

Al principio fue un viático, después un monto que equivalía a los jornales perdidos, finalmente un sueldo. Así, en la década del ochenta los equipos británicos estaban plagados de los hábiles escoceses, la mayoría provenientes de teams obreros o mineros de Escocia. Para 1885 la Football Association, ante la realidad que se imponía, aceptó a los profesionales. Para ser considerado profesional de un club el jugador debía haberse iniciado en este o residir en un radio de seis millas desde dos años atrás. Si más tarde quisiera prestar su servicio a un nuevo club, este debería comprar su transferencia al club original.

Antes de 1880 los valores del sport —esto es, el deporte por sí mismo— eran comunes a todos los clubes, la mayoría formados en los sectores de clase alta, pero esa percepción fue variando. La aparición de jugadores de clase media y obrera en el fútbol y en el rugby, junto con los signos crecientes de profesionalización desde el norte y las midlands de Inglaterra, fueron advertidos por las elites de las public schools, que además de jugar por divertirse lo hacían por el triunfo y la fama. Para ellos no era lo mismo ser derrotados por equipos similares de aficionados que por equipos de profesionales surgidos de las clases populares, que hacían valer la diferencia de entrenamiento, disciplina y condiciones. Muchos se recluyeron en sus clubes de elite.

El pago a los players llevó naturalmente al cobro de entradas a los espectadores y promovió la necesidad de organizar un calendario de matches que asegurara la financiación de las remuneraciones. En ese escenario surgió en 1888 la Football League, en cuya primera competición se enfrentaron doce equipos. Se jugaría una vez como local y otra como visitante. Se definiría al club campeón adjudicando dos puntos por un triunfo y uno por un empate.

En la década del noventa del siglo XIX el fútbol se había convertido en un espectáculo de masas, con hasta diez mil espectadores que pagaban por ver los encuentros. Por lo tanto, era un negocio que en muchos sentidos podía manejarse como una empresa. Consecuentemente, los asalariados comenzaron a organizarse. La primera agremiación, la Unión de Jugadores Británicos, se formó en Londres en 1898.

Muchos clubes afrontaron la disyuntiva de la profesionalización. Uno de ellos fue el Newton Heath, cuyos graves problemas económicos en los últimos años del siglo prácticamente anunciaban su desaparición como equipo competitivo en la Liga, hasta que encontró la salvación en un mecenas. Se cuenta que John Henry Davies, propietario de una cervecería local, se enteró de las dificultades económicas del club cuando se encontró en la calle con el capitán del Newton Heath, Harry Stafford. En 1902, a instancias del propio Davies, el club cambió su nombre por el de Manchester United.

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