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II EL ESCENARIO
Y LOS PERSONAJES Guerra e inmigración

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Montevideo, y por extensión el resto del territorio oriental, sufrieron a partir de la tercera década del siglo XIX una transmutación honda y decisiva. De su profundidad hablan a las claras más de diez años de enfrentamiento —la Guerra Grande—, el aislamiento de la capital y, pese a los hechos bélicos, la duplicación de su población a los treinta años de establecido el Estado nacional en la Banda Oriental.

Fue en muchos sentidos el resultado de la presencia de miles y miles de inmigrantes. Como una vara de mimbre verde, la joven sociedad oriental cimbró, se tensó y se adaptó plásticamente a una mutación digitada por múltiples factores políticos, sociales, ideológicos y económicos procesados muchos de ellos en Europa.

Desde 1880 los inmigrantes se radicaron mayoritariamente en el medio urbano, sobre todo en la capital. A fines de esa década los extranjeros eran casi la mitad de la población, con una proporción mayor en la población activa: de los alrededor de cien mil trabajadores censados en 1889, dos tercios habían nacido fuera del país. Los algo más de mil ingleses constituían cerca del uno por ciento de los habitantes de Montevideo.

A partir de la década de los ochenta fue cada vez más visible un Estado afirmado y tecnificado, embarcado en la búsqueda de una identidad nacional, con una clase alta consolidada, formada por criollos e inmigrantes prósperos. En aquel Uruguay los pobres, tanto nativos como extranjeros, fueron percibidos como distintos en cultura, sociabilidad e incluso higiene; temibles por provocar o ambientar enfermedades y más aún por instigar el cuestionamiento social con ideologías extrañas. Para 1908 los extranjeros eran el 30 % de la población de Montevideo y solo el 12 % de la del interior.

A inicios del siglo XX, junto con los inmigrantes, el fútbol y el carnaval, se afianzó un nuevo integrante: el tango. Todavía circunscrito a los sectores populares y marginales, su prestigio crecía día a día como la poesía, elevada o simplona, de la mayoría. Era otro de los elementos que poco a poco generaban identidad en esa sociedad trasplantada que era el Montevideo de principios de siglo y, por consiguiente, aunque en menor medida, en el resto del país.

El tango surgió como una danza popular que se bailaba en los mismos lugares que las otras danzas de moda: las academias montevideanas, donde había mujeres que alternaban, y las casas de baile corraleras en Buenos Aires. Imperceptiblemente, desde 1870 se le agregaron organitos y acordeones, eco de los inmigrantes italianos que inundaban ambas riberas del Plata. En Montevideo comenzó a extenderse en el Cordón, Palermo, la Aguada y el Bajo.

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