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LOS MERCADOS REGIONALES: AGENTES Y SUCURSALES Y MEDIOS DE PAGO DEL COMERCIO INTERIOR

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Tanto la distribución de manufacturas importadas a través del país como el acopio de productos mineros y agrícolas para la exportación estaban basados en una red de agentes. La necesidad de los comerciantes de asegurarse una provisión regular de minerales para atender a sus compromisos en el exterior requería suscribir contratos para este efecto con los productores o agentes, más allá de lo que podían ser las compras ocasionales. Un régimen parecido operaba para los productos agrícolas. Las casas importadoras de Valparaíso buscaban agentes en los lugares más apartados para hacerles llegar mercaderías o encargarles la cobranza de lo ya vendido. En el caso de Besa y Salinas, el éxito de la firma se debió en gran parte a la buena labor de su agente en la zona central, Vicente Rojas, quien se dedicaba a la compra de productos agrícolas y al cobro de las deudas de los clientes de la compañía637.

Un ejemplo del funcionamiento de estas agencias se describe en el contrato que suscribieron los ya mencionados José Tomás Ramos y Augustus Hemenway en agosto de 1834, según el cual el primero se comprometía a venderle 500 quintales de lana puesta en Talcahuano en noviembre de ese año al precio de 7,50 pesos por quintal, con la posibilidad de entregar al mismo precio hasta otros dos mil quintales en febrero del año siguiente. La mercadería sería pagada en Valparaíso, entregando su importe a la orden de Ramos, quien por otra parte se comprometía a no vender a un tercero la lana que llegara a acopiar. El negocio se complicó, primero por la dificultad de Ramos para encontrar suficiente lana para atender a su compromiso y, después, por la mala calidad del producto que alcanzó a entregar, lo que dio origen a un juicio entre las partes638.

Los productores debían, por su parte, buscar agentes a quienes consignar en los centros de consumo sus mercaderías y encargarles las compras de los artículos requeridos. Maximiliano Errázuriz, destacado empresario chileno de la época, había iniciado su carrera comercial con una casa de consignación de frutos del país en Valparaíso. Vistas las posibilidades de engaño en estas relaciones, lo fundamental era la confianza. En una carta a Errázuriz, en la que le consultaba sobre su mencionado proyecto, su tío, el obispo Rafael Valentín Valdivieso, le escribía que “las ventajas de la especulación están en relación con el número e importancia de las comisiones, y estas crecen con razón directa de la confianza que inspiran los agentes […] consignatarios”639.

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