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El cronotopo idílico

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Precisamente la unidad de lugar, entendida como “la vinculación de la vida de las generaciones a un determinado lugar” es, según Mijaíl Bajtín, uno de los rasgos comunes a los diferentes tipos de idilio que han aparecido desde la Antigüedad (1991: 376). A esta unidad, que, como tal, exige la sujeción del tiempo a una estructura cíclica, se suman como segundo y tercer rasgo la circunscripción a realidades fundamentales de la vida –“el amor, el nacimiento, la muerte, el matrimonio, el trabajo, la comida y la bebida, las edades”, sin referencia a los acontecimientos cotidianos que dotan de singularidad la existencia histórica– y la combinación de estas realidades con las de la naturaleza mediante la asimilación de los ritmos propios de unas y otras (1991: 377).

Bajtín propone esta caracterización en un estudio sobre el cronotopo idílico en la novela, donde el cronotopo es la conceptualización de “la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura” (1991: 237), y la variante idílica es la materialización de dicha conexión en el subgénero del idilio. Aunque el campo de interés de Bajtín es la narrativa, los rasgos mencionados describen también el poema de Aurelio Arturo (poema que, a fin de cuentas, analizo con un enfoque narratológico). Otros rasgos definitorios son la autorreferencialidad del género –perceptible en el relato de las competiciones pastorales de canto– y la motivación crítica respecto de la civilización (cf. Kühnel & Holmes, 2007: 340).

Bajtín identifica las relaciones espacio-temporales en el idilio de acuerdo con su posición respecto de lo que él denomina el tiempo folclórico. El tiempo folclórico es aquel que se corresponde con el “primitivo estadio agrícola de evolución de la sociedad humana” (1991: 357). Es un tiempo colectivo –donde la circunscripción a acontecimientos de la vida en comunidad no da aún cabida al “tiempo interior de la vida individual” (358)–; es un tiempo de labor –que como tal se mide de acuerdo con el trabajo agrícola y sus fases– y de crecimiento productivo –cuyo paso no es destrucción ni disminución, sino multiplicación y florecimiento–; es además un tiempo de máxima orientación hacia el futuro; es un tiempo unitario –dentro del cual la esfera del individuo coincide con la de la historia–; es también un tiempo de dinámica adherente –en cuyo movimiento se integran todos los elementos con igual participación y sin la posterior desintegración entre temas y trasfondos–; es, asimismo, un tiempo “profundamente espacial y concreto” que “no está separado de la tierra y de la naturaleza” y que integra la vida humana a su misma condición terrestre;44 y es, por último –y aquí habla Bajtín de “rasgo decisivo”–, un tiempo cíclico: “El sello del carácter cíclico, y, por lo tanto, el de la repetitividad cíclica, se halla en todos los acontecimientos de ese tiempo. Su tendencia hacia adelante viene frenada por el ciclo” (1991: 361). El tiempo del idilio comparte este rasgo cíclico. El guion que se encuentra en la base de la secuencia narrativa en el poema de Aurelio Arturo es, pues, el del ciclo.

Aurelio Arturo y la poesía colombiana del siglo XX

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