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La deixis: aquí

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La individualización de la instancia narrativa ocurre en relación con un espacio que permanece invariable a lo largo de todo el poema. No es tanto que, como es el caso para cada narración, haya un marco espacial que sirva de contenedor a los hechos y a los sucesos; se trata más bien de que todo lo que sucede es suplementario respecto del espacio, el cual ocupa el primer plano y concentra el protagonismo de la designación. No qué pasa, sino dónde pasa es la pregunta que determina el contenido y la expresión del poema. El recurso formal más ostensible es de lejos el uso anafórico del deíctico espacial “aquí”. Deíctico es también el sintagma con el que se titula el poema: “Ésta es la tierra”. Sumados, ambos encabezan casi la mitad de los cincuenta versos libres que componen el conjunto de las once estrofas, en la primera de las cuales, por ejemplo, se lee: “Ésta es la tierra en que hemos sufrido. / Aquí muchas veces lloramos” (vv. 2-3). Cabría hablar, incluso, de un “poema al aquí”, en cuanto que el adverbio figura por lo menos una vez en cada estrofa y en cuanto que en todas sus dieciséis apariciones –que constituyen por demás las dos terceras partes de las de la obra poética completa– la posición que ocupa dentro de los versos es precisamente la inicial.

Esta prelación se corresponde con el sentido de inmediatez espacial propio del adverbio. La relación entre el enunciado y la coordenada espacial de la enunciación es de completa cercanía.45 No se incurre en asociaciones peregrinas si adicionalmente se atiende a que la misma estructura fonética de la palabra contribuye al señalamiento inmediato del espacio denotado: mediante el tránsito quebrado de la apertura vocálica inicial al marcado sonido oclusivo con que irrumpe la sílaba tónica –a-quí– el deíctico proyecta en el plano sensible el anclaje del narrador a la coordenada que le da soporte.

¿Cuál es, ahora bien, el referente cuya cercanía señala tan repetidamente la deixis predominante en el poema? El espacio telúrico, esto es, la tierra americana que para el joven Aurelio Arturo significaba ante todo la franja tropical del continente americano, entendida como naturaleza digna de expresión artística. El poema mismo deja empero la referencia indeterminada en un gesto que denota, más que la apertura de lo posible, lo sobreentendido del referente. La inmediatez de esta tierra deja de ser tal en los poemas posteriores y la distancia comenzará a marcar la relación de la poesía arturiana con el espacio. En tanto que secuencia productora de individualidad, este poema anuncia no obstante el escenario donde se va a jugar la semantización de dicha relación.

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El espacio del mundo narrado en los poemas de juventud de Aurelio Arturo es un espacio exterior predominantemente rural. Este espacio es representado en conformidad con la modernización de los años veinte en Colombia y, al mismo tiempo, como objeto de la dignificación literaria en términos de tierra americana. La designación “espacio telúrico” viene motivada por este segundo aspecto, el cual, a su turno, sitúa el proyecto poetológico arturiano en la tradicional preocupación continental por la auténtica expresión americana. La subjetividad expresada en las diversas instancias narrativas que tienen ante sí dicho espacio telúrico es una subjetividad colectiva a través de la cual se articula un proyecto político –y por tanto colectivo– de acción socialista y un proyecto estético –también grupal– de corte americanista.

El contexto literario colombiano en los años veinte le ofrece a Aurelio Arturo dos posibilidades contrapuestas de representación del espacio. La poesía de Rafael Maya se pliega a la tradición del idilio campestre y del locus amoenus mientras que los sonetos y la novela de José Eustasio Rivera tematizan la selva, virginal en un caso, escenario del locus horribilis en el otro. En el poema “Ésta es la tierra”, Aurelio Arturo toma elementos del paraje ameno del idilio y no, en cambio, del infierno selvático. El recurso al locus amoenus, que procede del interés programático en dignificar para el arte la tierra americana, choca con la militancia izquierdista que aboga por la transformación en tanto que el idilio, como en el caso de Maya, ha sido normalmente instrumento de la nostalgia conservadora por la sociedad señorial.

El tiempo cíclico y la unidad del lugar –características del cronotopo idílico– se contraponen tanto a la ideología del cambio político progresista como al cambio modernizador del espacio telúrico –por ejemplo, en la figura de la construcción de caminos–. Aurelio Arturo elude esta contradicción mediante un tercer elemento: opta por representar a nivel de la mediación la individualización de la instancia narrativa, su progresiva autonomía respecto del colectivo al que inicialmente pertenece. Con ello el poema anuncia una de las constantes de la segunda fase creativa, pues, como se verá, la relación con el espacio se ampliará en dirección de la ocupación intraindividual de la subjetividad consigo misma.

Aurelio Arturo y la poesía colombiana del siglo XX

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