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En un «roast-beef»

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Fantasía sobre las patatas.

Siento que este tomo no vaya ilustrado con grabados, porque si lo fuese, yo les ofrecería a ustedes aquí una reproducción del anuncio de los peroles Muller. Este anuncio se divide en siete partes, que corresponden a los siete días de la semana. Arriba de todos hay una fuente con un enorme roast-beef y dice «lunes». El lunes se inaugura el roast-beef en todas las casas de la clase media inglesa. Más abajo aparece el mismo roast-beef, un poco achicado. Es la comida del martes. Miércoles: reaparición del roast-beef, que va disminuyendo en una proporción matemática. Jueves: roast-beef. Viernes: roast-beef. El sábado, el roast-beef está ya reducido a su más mínima expresión. Inmediatamente un letrero más grande que los otros dice: «domingo». Intervención del perol Muller; el roast-beef se supone dentro. «Comprad el perol Muller —recomienda en seguida el anunciante— y podréis introducir una gran variación en vuestras comidas».

Yo quisiera reproducir el anuncio de los peroles Muller, no precisamente para reclamo de los peroles, sino para reclamo de la comida inglesa. ¿No se les hace a ustedes la boca agua?

—Pero, en fin —me dirá cualquiera—, algo más les darán a ustedes de comer en Londres que roast-beef.

Sí; es cierto. Además de roast-beef, pues, nos dan roast-beef. Primero un plato y luego otro. Los ingleses dividen una misma porción de roast-beef en dos partes para que los extranjeros no digamos que aquí se come una sola cosa.

La amenidad del roast-beef consiste en las legumbres. Patatas cocidas y coles, todo ello sin sal. Estas patatas y estas coles son las que se pueden meter el domingo con los restos del roast-beef en el perol Muller. ¡Si a lo menos variase el condimento de las patatas! Fuera de aquí, unas patatas difieren generalmente de las otras: unas están cocidas, otras fritas, otras guisadas, otras salteadas, otras en robe de chambre, otras en puré. Entre las mismas patatas fritas hay una diversidad maravillosa: patatas en rodajas, patatas cortadas en rectángulos, frisées, souflés, patatas a la paille, y todas estas clases de patatas varían aún, según se las fría en aceite o en manteca. Aquí las patatas del lunes son como las del martes, y las del martes como las del miércoles, y así sucesivamente, a lo largo de la eternidad. ¡Qué! ¿Se creen ustedes que los ingleses van a disfrazar, a mixtificar las patatas? ¿Y la honradez inglesa? Una patata debe saber a patata. Inglaterra, señores, es un país muy serio.

Yo creía que a los ingleses les gustaban mucho el roast-beef, las patatas y las coles. Pues no hay nada de eso. Lo mismo comerían cartón, si el cartón alimentara. Si estos ingleses no tienen imaginación en la cabeza, ¿cómo van a tenerla en el estómago? Desde un tiempo inmemorial, los ingleses vienen comiendo roast-beef porque todavía no se les ha ocurrido comer otra cosa. El roast-beef inglés representa una falta de capacidad imaginativa.

En el argot, de París, a los ingleses se les llama roast-beef.

—Voila un roast-beef —se dice en presencia de un inglés.

Yo no había llegado a comprender toda la profundidad de esta expresión hasta que vine a Londres, En fuerza de comer roast-beef todos los días unas generaciones y otras en Inglaterra, los ingleses parece que, en efecto, han llegado a convertirse ellos mismos en roast-beef. Son como enormes trozos de roast-beef vivientes. Tienen el mismo color, la misma salud y la misma sensibilidad del roast-beef. Un inglés que se come un trozo de roast-beef me hace pensar en un antropófago que devora a un semejante.

¡Ah, roast-beef, roast-beef inglés, nunca más duro ni más tierno! ¡Coles inglesas sin una chispa de sal! ¡Patatas unánimes! ¿Es que no se aburrirán estas patatas de ser siempre las mismas? ¡Pero quiá! Una patata inglesa es mucho más seria que una patata del continente. Cuando yo haya atravesado el canal de la Mancha, lo primero que voy a comer va a ser una ración de patatas fritas. Las pediré en un restaurant modesto, y mientras me las fríen, oiré el ruido alegre del aceite y el chisporroteo de la sal. Entonces se me abrirá un gran apetito, y estoy seguro de que me pondré muy contento.

Julio Camba: Obras 1916-1923

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