Читать книгу Julio Camba: Obras 1916-1923 - Julio Camba - Страница 21
Admiración de la ruina
ОглавлениеYo quiero ser cronista.
Uno de los proyectos periodísticos que yo no podré realizar nunca es el de inscribirme entre un grupo de ingleses para hacer un viaje colectivo por medio de la agencia coocks, un viaje a Egipto, a Grecia, a Italia o a España; es decir, a un sitio donde haya muchas ruinas. El inglés es un hombre metódico, social y admirador de las ruinas. ¿Viajar sólo? No; ¿hoy en un lado, y mañana en otro, según la inspiración del momento; detenerse más o menos, a su arbitrio, en las ciudades del itinerario? No, mil veces no. Eso supondría un desorden inadmisible. El inglés compra un billete de la agencia de coocks, en donde está establecido al minuto el empleo del tiempo que va a durar el viaje, «Día tantos, tal país. A las ocho de la mañana, desayuno. A las nueve, excursión al Museo. Dos horas de pintura de tal escuela. A las doce, almuerzo. Lista del almuerzo. A las dos, excursión a las ruinas de al lado. Admiración de las ruinas durante tres horas. A las cinco, el té. A las siete, salida de la estación». Un buen programa de viaje para el inglés es aquel que no le deja ni un minuto libre para hacer lo que le dé la gana. Sin esta distribución matemática del tiempo, el inglés no comprendería la emoción de los viajes.
—————
El jefe de excursión conduce los ingleses ante las ruinas.
—Ruinas de tal. Mírenlas ustedes bien, son admirables.
—¿Son admirables? —se dicen los ingleses.
Y en vista de que las ruinas son admirables, los ingleses las admiran en el acto. Los ingleses están siempre dispuestos a admirar las ruinas que se les digan. A veces, un inglés se equivoca, y las admira por el lado menos admirable, fijándose, por ejemplo, en un trozo que es de construcción reciente.
—No. Eso no vale la pena —le dice el jefe de la excursión.
—¡Ah! ¿No vale la pena?
Y la admiración del inglés cesa instantáneamente.
—¿Qué es, entonces, lo que hay que admirar?
—Lo que hay que admirar es esto.
—Muy bien; perdone usted.
Y el inglés rectifica su admiración, lo mismo que podría rectificar una suma. El jefe de excursión dirige la admiración de todos los viajeros.
Ahora bien; ¿cómo se admiran los ingleses? Pues los ingleses se admiran abriendo la boca. Es la forma más exacta de la admiración. Si la costumbre fuera
Yo tengo una gran capacidad admirativa; pero esta capacidad admirativa es independiente de mi voluntad. Es inútil que me digan que una cosa es admirable. Yo quiero admirarla, y muchas veces no lo consigo. Yo comprendo que en un pueblo donde hay ruinas, los vecinos las admiren. Las han visto desde niños a las horas del crepúsculo, que son las horas de las ruinas: han ido muchas veces, en ratos de melancolía o de ideal, a meditar entre ellas; conocen su historia y sus leyendas; está bien que las admiren. Ahora bien: yo llego al pueblo:
—Vamos a enseñarle a usted las ruinas —me dice, por ejemplo, el alcalde. Llegamos allí, y me encuentro situado ante un montón de piedras.
—Es admirable —me dice el secretario del Juzgado. Y yo, no lo dudo; pero no me admiro.
En cambio un inglés se admira inmediatamente. ¿Las ruinas son admirables?
¿Todo el mundo las admira? Pues él se decide y las admira a su vez.
Hay quien cree que la admiración de los ingleses ante las ruinas, determinada de antemano en los horarios de viaje, es simulada.
Yo estoy completamente seguro de que es sincera. El inglés es un hombre de buena fe. Le dicen que hay que admirar cualquier cosa, y, como lo cree a pie juntillas, la admira sin reserva ninguna. ¿Que cómo se pueden admirar los ingleses a plazo fijo? Pues porque son unos hombres metódicos.
El día en que yo pueda me iré como cronista en una excursión de ingleses, y mientras ellos admiran las ruinas, yo les admiraré a ellos.