Читать книгу La hija del huracán - Kacen Callender - Страница 17
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La última vez que mi madre estuvo cerca de mí, no tanto como para poder tocarla, pero sí más cerca de lo que está ahora, fue cuando nos enviaba las postales. Y creo que, quizás, la última postal que nos mandó podría ser donde está ahora.
Mi padre no tiró esas postales. Sé que las tiene guardadas en un cuarto en el que no duerme nadie, junto a las herramientas del jardín y los libros viejos, montones de libros ilustrados de cartoné que mi madre me solía leer. Hay cestas llenas de tarjetas sin usar. Mi madre solía comprar muchas tarjetas, tarjetas de Feliz cumpleaños y ¡Felicidades! y Sentimos tu pérdida para estar siempre preparada para un cumpleaños del que se había olvidado o una muerte repentina.
Las cestas están llenas de estas tarjetas, pero no veo por ninguna parte las postales de mi madre, así que busco, busco, busco y vuelco las cestas, y, cuando he mirado hasta la última tarjeta, busco también dentro de los libros ilustrados, por si alguien ha usado las postales de marcapáginas. Y miro detrás de las herramientas del jardín y dentro de los aparadores mientras intento no llorar de frustración. Tengo las manos llenas de cortes por el papel. Y al final, me siento en el suelo y admito que las postales no están en ninguna parte.
—Caroline, ¿qué haces?
Mi padre aparece detrás de mí con expresión preocupada. No lo esperaba; me ha dado un susto tan grande que el corazón me late como las alas de un colibrí y una sensación cálida se me derrama en el pecho, como cuando me despierto de una pesadilla terrible en la cama.
—Busco una cosa.
—Ya veo. ¿Qué es?
Dudo. Si se lo cuento, ¿sabrá que busco a mi madre? ¿O me dirá dónde ha dejado las postales, sin más? Decido arriesgarme.
—Estoy buscando las postales que nos enviaba mamá.
—¡Ah! —Se cruza de brazos—. ¿Y para qué?
Abro la boca y se me escapa una mentira antes de pensar siquiera en alguna.
—En el cole nos han mandado un trabajo sobre geografía mundial y quería elegir uno de los países donde estuvo ella.
—¡Ah! —dice mi padre de nuevo—. Pues… tiré esas postales hace tiempo.
Intento ocultar la decepción que me arrolla como una ola, pero no debo de hacerlo muy bien, porque mi padre sonríe y me ayuda a levantarme.
—Se me ocurren otros países que puedes elegir —dice—. Yo he estado en muchos.
No sabía eso de mi padre. Llevo toda la vida a su lado y él me conocía incluso antes de que yo existiera, así que es raro pensar que todavía hay muchas cosas que no sé de él.