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El verdadero Vicario de Cristo

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El asiento de la autoridad divina sobre la tierra es el Espíritu Santo. El cardenal Newman entró en la Iglesia Romana porque buscaba una autoridad suprema, y encontró una especie de reposo en la autoridad esgrimida por la Iglesia Católica. Pero, olvidó que en asuntos de fe y doctrina, y administración, la única fuente de autoridad es el Espíritu Santo, y que “Jesús es el Señor”. Ese es el centro ineludible de toda doctrina cristiana. Todo lo demás surge de allí, porque “nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12:3). Este señorío de Cristo es la base de toda nuestra doctrina relativa a los últimos días.

“Cristo, su carácter y obra, es el centro y circunferencia de toda verdad. Él es la cadena a la cual están unidas todas las joyas de doctrina. En él se halla el sistema completo de la verdad” (Elena G. de White, Review and Herald, 15 de agosto, 1893).

“Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Rom. 14:9).

La nota distintiva del Papado, sin la cual no existiría, es la afirmación según la cual el papa es el vicario o sucesor de Cristo. La nota distintiva del protestantismo, sin la cual este tampoco existiría, es el hecho de que el Espíritu Santo es el verdadero vicario y sucesor de Cristo aquí, en la tierra. La dependencia de organizaciones y dirigentes, o de sabiduría terrenal, significa poner lo humano en lugar de lo divino; y en efecto es adoptar el principio del catolicismo romano.

La venida del Consolador

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