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II. LA DIMENSIÓN COLECTIVA DEL RECUERDO EN UN NO-LUGAR (INTERNET)

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Si la memoria se configura como la capacidad de recordar algo que ha ocurrido en el pasado, somos lo que recordamos que fuimos.

En ese proceso nunca estamos solos ya que nuestra memoria individual está fuertemente arraigada en distintos contextos simultáneos. Una circunstancia que resulta especialmente reseñable en el ámbito de nuestro análisis: Internet. Un conjunto descentralizado de redes de comunicación interconectadas que propician una dimensión colectiva del recuerdo.

Como afirma Jean Duvignaud, “La rememoración personal se sitúa allí donde se cruzan las redes de las solidaridades múltiples en las que estamos implicados. Nada escapa de la trama sincrónica de la existencia social actual, y de la combinación de los distintos elementos puede emerger esta forma que denominamos recuerdo porque la traducimos así en un idioma”2. Así pues, nuestra confianza respecto de qué recordamos y su exactitud será mayor al basarse en las experiencias de los otros.

Astrid ERLL relata como “el recuerdo y la memoria, en cuanto conceptos y prácticas, trascienden los ámbitos culturales, las disciplinas y las naciones. De ello también se deduce que el concepto de memoria posibilita y necesita del diálogo”3. Un diálogo, unas dinámicas que, al focalizar su interés concreto en la memoria colectiva, han tenido como resultado una multiplicidad de nociones y conceptos no siempre precisas. Mémoire collective, Mnemosine, storia e memoria, lieux de mémorie, memoria cultural, memoria comunicativa, lugares del recuerdo, social memory, culturas del recuerdo, etc., son solo algunos ejemplos que esta autora nos pone de relieve para advertirnos que, en realidad, nos encontramos ante un concepto que reúne bajo el mismo techo fenómenos tan heterogéneos como las conexiones neuronales, el diálogo cotidiano y la tradición. En definitiva, se trataría de “un concepto genérico que cobija todos aquellos procesos de tipo orgánico, medial e institucional, cuyo significado responde al modo como lo pasado y lo presente se influyen recíprocamente en contextos socioculturales”4.

En realidad, tanto esta autora como nosotros, adoptamos los postulados de Maurice HALBWACHS, que en su obra la memoria colectiva, apuesta por un análisis colectivo y no meramente individual (y agregativo) del acto de recordar: “(…) si la memoria colectiva obtiene su fuerza y duración al apoyarse en un conjunto de hombres, son los individuos los que la recuerdan, como miembros del grupo. De este amasijo de recuerdos comunes, que se basan unos en otros, no todos tendrán la misma intensidad en cada uno de ellos. Cabe decir que cada memoria individual es un punto de vista sobre la memoria colectiva, que este punto de vista cambia según el lugar que ocupa en ella, y que este mismo punto de vista cambia según el lugar que ocupo en ella y que este mismo lugar cambia según las relaciones que mantengo con otros entornos. Por lo tanto, no resulta sorprendente que no todos saquen el mismo partido del instrumento común. Sin embargo, cuando tratamos de explicar esta diversidad, volvemos siempre a una combinación de influencias que son todas de tipo social”5.

La memoria individual, la dimensión subjetiva del recuerdo, no sería sino una intuición sensible que, en palabras de BLONDEL, es un preámbulo indispensable, una condición sine qua non para conformar una memoria común con interferencias sociales complejas6. Así, y siguiendo a HALBWACHS, “(…) Entre los recuerdos que evocamos voluntariamente y aquellos en los que parece que no tengamos ya influencia, encontramos en realidad todos los grados. Las condiciones necesarias para que unos y otros reaparezcan no difieren por su grado de complejidad. Están siempre a nuestro alcance porque se conservan en grupos en los que somos libres de entrar cuando queramos, en pensamientos colectivos con los que guardamos siempre una estrecha relación, aunque todos sus elementos, todos los vínculos entre estos elementos y los episodios más directos de unos y otros nos son familiares”7.

Se trata en definitiva de una compleja red de interferencias, de retazos, en los que la noción de marco social deja de ser una noción simplemente objetiva para convertirse en una dimensión inherente al trabajo de rememoración8. En esa tarea, HALBWACHS realiza una denuncia a la atribución ilusoria del recuerdo a nosotros mismos cuando pretendemos ser sus poseedores originarios: “(…) por estas vías, por estos senderos ocultos, recuperamos los recuerdos que nos pertenecen, del mismo modo que un viajero puede considerar como suyo propio un manantial, un grupo de rocas, un paisaje al que sólo se llega saliendo del camino, tomando otro camino por una senda mal abierta y no frecuentada. Los esbozos de este camino de cruce están en ambas vías, y los conocemos: pero hace falta prestar cierta atención, y quizás tener cierta suerte, para encontrarlos, y podemos recorrer muchas veces uno y otro sin buscarlos, sobre todo cuando no podemos contar con los transeúntes que siguen alguna de estas vías para que nos los indiquen, porque no les preocupa ir adonde les conduzca la otra”9.

Precisamente desde esta perspectiva de la memoria hecha de retazos, de diferentes vías de acceso, de grupos y perspectivas, se enmarca nuestro análisis y trabajo.

El espacio, el lugar o en este caso no-lugar (Internet) condiciona nuestra memoria colectiva dotándola de unas características y formas específicas: multiplicidad de lenguajes, debilidad de la permanencia de muchas de las herramientas hipertextuales y multimedia, etc.

Estas circunstancias ponen de relieve que el desafío al que nos enfrentamos es, cuanto menos, interesante. HALBWACHS no concibe el análisis de la memoria colectiva sin observar el marco espacial en el que se desarrolla, “ahora bien, el espacio es una realidad que dura: nuestras impresiones se expulsan una a otra, nada permanece en nuestra mente, y no comprenderíamos que pudiéramos recuperar el pasado si no lo conservase el medio social que nos rodea. Es en el espacio, en nuestro espacio –el que nosotros ocupamos, por el que volvemos a pasar a menudo, al que tenemos acceso siempre, y que en todo caso nuestra imaginación o nuestro pensamiento puede reconstruir en cualquier momento– donde debemos centrar nuestra atención; en él debemos fijar nuestro pensamiento, para que reaparezca una u otra categoría de recuerdos”10.

Se puede observar que, uno de los retos que quisiéramos ya destacar en estas primeras líneas es, precisamente, la durabilidad o permanencia del espacio y, por tanto, el rastro de nuestra presencia en ese espacio.

Pero no solo el espacio, el no-lugar, condiciona nuestra percepción de la memoria y la asunción de la memoria colectiva en los términos que lo hace HALBWACHS, también el factor tiempo condiciona dicha concepción.

A juicio de Jean Duvignaud, “(…) lo que se oculta tras este análisis de la memoria es una definición del tiempo. De hecho, este último ya no es el medio homogéneo y uniforme en el que se desarrollan todos los fenómenos (según una idea preconcebida en toda la reflexión filosófica), sino el simple principio de la coordinación entre elementos que no dependen del pensamiento ontológico porque cuestionan regiones de la experiencia que no pueden someterse a él. El tiempo ya no es el medio privilegiado y estable donde se desarrollan todos los fenómenos humanos, comparable a lo que era la luz para los físicos antiguos. ¿Podemos hablar de él como de una categoría del entendimiento fijado de una vez por todas?”11.

Sin duda no, es más, actualmente, examinar y determinar nuestra presencia en el entorno digital supone tener una sensación constante del presente permanente difícilmente controlable en un tiempo inmediato del que además el sujeto se sustrae sin pensar en el mañana.

En relación con el tiempo, HALBWACHS hacía referencia a un tiempo indefinido en el que los hechos y las fechas podían ser imprecisos y abstractos, de modo que pueden completarse, revivirse. Si no fuera así se llegaba a plantear si podríamos estar hablando de memoria colectiva12.

Quizá por todo ello, convengamos con Paul RICOEUR13 en el empleo de la palabra horizonte como evocador ámbito de análisis en el que enmarcar esta obra de tiempo/espacio de la memoria indeterminado.

La construcción social de la identidad colectiva en internet: el derecho a la memoria digital

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